O-KAERI NASAI

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viernes, 28 de octubre de 2011

RAN. Capítulo XLIV "KIBÔ" 希望. La Noche de la Esperanza









Shi o mae ni
Suzushi kaze

Ante la muerte
El frescor del viento






     No podían esperar más.
     El tiempo apremiaba y debían dejar zanjado el asunto antes del amanecer. El prisionero estaba preparado para asumir su destino con todas las consecuencias y todos lo sabían, absolutamente todos. Únicamente bastaba la decisión del filo cortante de un tantô y la sentencia de una katana para poner fin al sufrimiento del soldado y concederle una salida digna y honorable. Una entrada al Kami no Michi, el Camino de los Dioses que le conduciría a la paz eterna y a la restauración del honor perdido en la guerra. Ônin se estaba cobrando ya demasiadas vidas y aun vendrían muchas más. Pero esto era por completo necesario. Jamás ningún soldado permitiría ser ejecutado sin antes cometer el último acto de valentía que le ofrecía el código del samurái: morir empuñando su arma. Si ésto no se producía durante la batalla, debía producirse cometiendo el honorable seppuku, el suicidio ritual.

    El hombre al que se le llamó Kasumi desde que vio la luz del sol hacía veintitrés años anduvo despacio en dirección al jardín que rodeaba el templo de la Eterna Soledad. Los troncos del bambú que apagaban la luz creciente de la luna y no permitían el acceso a los primeros rayos del alba, parecían ofrecer su eterna protección a las miradas extrañas. Una especie de intimidad se apoderó del recinto, dejando un espacio confortable para un acto tan solemne como es abandonar este mundo por voluntad propia.

    Gaman lo observaba con ojos cansados empuñando con fuerza a Fuyu, su katana, la cual empezaba a arder bajo su mano como la nieve arde con su frío absoluto en pleno invierno. Fuyu conocía la intención de su dueño. El arma afilada vibraba sabiendo que iba a servir al respetuoso encargo de un kaushaku:, un verdugo que separaría la cabeza del cuerpo antes de que la agonía fuera insoportable. Cortar una vida para evitar su sufrimiento y alcanzar rápidamente el camino a la gloria. La espada estaba impaciente por cumplir con su cometido y dar descanso eterno a quien lo había solicitado con humildad. La mano de Gaman conectó con la tsuba de Fuyu, el guardamanos decorado con hojas de cerezo y no con flores, pues éstas eran demasiado respetadas por su familia como para grabarlas en ninguna parte de sus sables. Se conformaban con acompañarse de las hojas del árbol tradicional del Imperio. Gaman y Fuyu se sentían unidos: un solo ser que debía cumplir la misión de abrir las puertas del cielo a un guerrero.

    La noche que terminaría dentro de pocos minutos daba paso a una nueva esperanza. No todo podía darse por perdido si cada uno de los soldados del Imperio podía conservar intacto su honor a través de una tradición respetada y aceptada por todo un pueblo. Ese honor que impulsaba a un hombre a dar su vida para reparar las injusticias cometidas, podía ser la clave de la solución del conflicto entre hermanos. Ashikaga y sus hombres reflexionaban sobre ello mientras sus miradas acompañaban al guerrero hacia su tránsito a una nueva vida. La angustia se reflejaba en todos y cada uno de los rostros de los allí presentes. El gobernador Ashikaga sentía una mezcla de repugnancia y admiración que lo llevó a inclinar la cabeza y respirar hondo. La muerte nunca resulta agradable, por muy curtido que se esté en la batalla y él no lo estaba, no hasta entonces, cuando desde hacía mucho tiempo estaba protegido en la seguridad de su palacio en Kyoto. Hacía años que no empuñaba su sable y ahora sentía un ahogo que amenazaba con sofocar su corazón. La muerte, de nuevo, volvía a su entendimiento, y siempre le pareció una señora que le cortejaría en la distancia, con sus inquietos abanicos envolviéndolo y elevándolo hasta alcanzar los rayos del sol. Pero no como la percibía ahora: una cortesana seduciendo a un simple soldado. De todas formas podía alcanzar a vislumbrar el acto de amor que suponía para el traidor abrazar a la gran dama

    La inminente luz del sol amenazaba con invadir la intimidad creada por las sombras.
   
    Taro,  el general de confianza de Ashikaga, también se dejaba llevar por oscuros pensamientos. No sentía simpatía por el Hijo de la Niebla, pero sí se hallaba confuso y no deseaba el final que estaba a punto de presenciar. El seppuku era el acto más honorable que pudiera cometer un soldado, sin embargo no deseaba presenciarlo. No, ese acto era inconcebible para él, aunque formara parte de sus tradiciones. Cerró los ojos y tomó aire, soportando la presión en sus pulmones hasta que todo terminara. Quizás, con un poco de suerte,  hubiera dejado de respirar junto con el soldado que iba a morir. Eso lo decidirían los Kami....

    Los primeros rayos del alba golpearon a Nakamura como una piedra impacta con otra lanzada desde cierta distancia, con fuerza y velocidad, desgarrando materia y desprendiendo partículas de calor. No deseaba presenciar la ceremonia que se desarrollaba ante sus ojos. ¡Diablos!, no, no lo deseaba. Aunque era partidario de esa tradición reparadora del honor, tenía el estómago revuelto y suplicaba a los dioses no hallarse en ese lugar, ni en ese momento. Deseaba sumirse en un profundo sueño en el que la realidad se transformara en un paraíso delicioso, junto a la mujer que amaba. Pero el ruído de unos pasos húmedos, sobre el suelo embarrado de los jardines del templo, le obligaron a a abrir los ojos y volver a la realidad que no deseaba vivir.

    Siempre que la luna dejaba paso al sol ardiente del amanecer, Takeshi volvía a sentir el vínculo que le unía a su padre: Tetsuya...y la voz que un día le impulsó a luchar: 

    "Musuko, el viento se está haciendo cada vez más fuerte, imparable, convirtiéndose en un ciclón que arrasará todo cuanto encuentre a su paso. Tu fuerza está en tu nombre y en tu corazón. Si hay algo que el viento no puede arrastrar es la piedra, si hay algo que no puede doblar es la espada. Haz honor a tu nombre y al de tu familia. Sé la piedra y la espada, nada ni nadie podrá vencerte, y, tomes la decisión que tomes, estaré a tu lado".

    Takeshi dobló su cuerpo sobre su montura, intentando encontrar el aire puro que le faltaba en esos instantes.
    El soldado se aferró a Kamikaze intentando con ese movimiento que su corcel le arrastrara de ese momento que no deseaba vivir.

    Kasumi se aproximó al lugar indicado, alzó los ojos al cielo y susurró una oración.
    Gaman desenfundó a Fuyu, preparado para recibir la señal.
    El camino de los dioses comenzaba a abrir sus puertas.


KIBÔ  希望 : Esperanza.
FUYU  冬 :  Invierno.
KAISHAKU (KAISHAKUNIN)   介錯人. :  Es la persona encargada de hacer de segundo durante el seppuku, su deber es la decapitación del suicida durante su agonía. Solía recurrirse a grandes maestros en el arte de la espada.

Aparte del propósito, evitar una angustia prolongada hasta la muerte, se evita tanto al muerto como a quienes lo observan el espectáculo de los retorcimientos y agonía que siguen.


Haiku:
Taneda Santôka (1882-1940). Traducción de Vicente Haya y Hiroko Tsuji.

Este relato es propiedad de su autora y está protegido