O-KAERI NASAI

maikos tadaima -en casa-Coches de ocasionanunciosjuegosTest de VelocidadLetras de cancionesCompra y venta de pisosOfertas de Trabajo

This is default featured slide 1 title

Go to Blogger edit html and find these sentences.Now replace these sentences with your own descriptions.

This is default featured slide 2 title

Go to Blogger edit html and find these sentences.Now replace these sentences with your own descriptions.

This is default featured slide 3 title

Go to Blogger edit html and find these sentences.Now replace these sentences with your own descriptions.

This is default featured slide 4 title

Go to Blogger edit html and find these sentences.Now replace these sentences with your own descriptions.

This is default featured slide 5 title

Go to Blogger edit html and find these sentences.Now replace these sentences with your own descriptions.

domingo, 31 de mayo de 2009

EIEN



Ki yori ki ni
Kayoeru kaze no
Haru asaki

Leve es la primavera
Sólo un viento que va
De árbol en árbol



El viento arrastró las nubes hacia el Este, rumbo a la Ciudad Perdida. Hacía un día y una noche que la estrella Antares, la más brillante de la constelación del Escorpión, brilló con luz de fuego cubriendo el cielo, como anunció la antigua profecía de Tokugawa, y en un lugar oscuro, en la lejana isla de Honshu, el anciano sensei alzó con dificultad la vista temeroso de ver la señal que indicaría el punto de no retorno.

A un sutil movimiento de su mano aparecieron procedentes de la nada los Guardianes de la Muerte, los elegidos para custodiar al portador de la Verdad Escondida, perdida entre las hojas del Libro Eien, protegido desde siglos inmemoriales por la Órden del Dragón Azul.

Los elementos del Universo se agitaban intuyendo el acontecimiento que marcaba Antares en el cielo. El Minamikaze bramó furioso proveniente del mar levantando una gigantesca nube de agua, arrasando todo lo que encontraba a su paso. Mangetsu, se tornó brillante como nunca se había visto antes, casi tanto como el sol, pero su brillo era blanco y gris, semejante al manto del gran lobo de las llanuras, y por un instante, pareció que de su cara oculta surgiría un aullido profundo que anunciaría el principio de la Nueva Era.

El viejo sensei levantó sus manos como si rezara al cielo y acto seguido las bajó y apoyó las palmas en la hierba fresca donde permanecía arrodillado desde hacía horas. Inclinó su cuerpo hasta que su cabeza alcanzó la verde superficie, descansó la frente sobre sus manos y alzó de nuevo la mirada al cielo. Su mente pensaba rápido, sin pausa:

"El período Man Nen ha concluído y el Tooka llega a su fin. La Órden del Dragón Azul debe entregar el Libro Eien a su portador para que la Verdad Escondida sea revelada. No queda ya tiempo, el Mal está entre nosotros y debe ser contenido."

El equilibrio entre el Bien y el Mal se estaba rompiendo y debía empezar la lucha antes del cierre de las últimas fronteras, invocando a los ejércitos de la Luz. El portador tenía que llegar a salvo a su destino con su preciada carga, y sólo cuando se abriera el Libro Eien y su sabiduría iluminara hasta el último rincón de la Tierra, sólo entonces, sería restablecido el equilibrio y niveladas las fuerzas antagónicas que regían el Universo.

Porque el Mal había despertado con una fuerza estremecedora, el Destructor de toda vida, pensamiento y sentimiento ansiaba el poder supremo y oscurecer el mundo por siempre, por toda la Eternidad y sus soldados avanzaban rápidamente dejando tras de sí un rastro de tinieblas y llanto.

El Portador se preparó para el viaje, se desplazó en el interior de su mente en la dimensión oculta de su memoria, recordando el significado real que se escondía en las palabras escritas de Eien, en su Verdad y en lo que ésta quería transmitir. Sabía que el Libro contenía la clave de la creación de una nueva vida a partir de la que ya existía entonces.
Los Guardianes de la Muerte, sus protectores, le condujeron hasta los dominios del Dragón Azul donde le fue entregado el valioso Libro de la Eternidad y entonces, su misión empezó a cumplirse...

Lo abrió y comenzó a leer sus páginas, lentamente, intentando descubrir la Verdad de la nueva vida que se ocultaba en ellas. Después de largas horas sin encontrar nada que le indicara el camino a seguir, su desesperación hizo brotar lágrimas en sus ojos oscuros. Alzó la vista de las viejas hojas y miró el bosque que rodeaba el recóndito lugar en el que se hallaba.
Entonces lo vió, algo llamó su atención poderosamente, tocándole el corazón como una flecha de esperanza:

La verdadera vida se aferra a la tierra
La verdadera vida se mueve con el viento
La verdadera vida brilla con el sol
La vida eterna está en su conjunción

La Verdad Escondida se hallaba en los árboles, en las plantas, primitivos habitantes del planeta, en su longevidad y capacidad de adaptación. De ellos debían aprender a sobrevivir y solo ellos conocían la respuesta. Comprendió que hasta el más gigantesco árbol podía reducir su tamaño para adaptar sus necesidades a la escasez de alimentos, que prescindiendo de parte de sus ramas, hojas y raíces, podía seguir viviendo silenciosamente, hasta que los malos tiempos hubieran desaparecido.
Guardó para sí esa sabiduría recién descubierta, cortó una pequeña rama de sauce y se puso en camino para transmitir al mundo el secreto de la Eternidad...

EIEN : Eternidad
TOKUGAWA : Antiguo gobernante de Japón instaurador del Período Edo (año 1600)
SENSEI : Maestro
MINAMIKAZE : Viento del Sur
MANGETSU : Luna llena
MAN NEN : Período de 10.000 años
TOOKA : Día 10

Nota de la autora: esta es una historia inventada con la que he querido explicar, a mi manera, la historia del Bonsái, los árboles miniatura que son parte de la cultura y tradición japonesas, aunque fue un arte inventado por monjes taoístas chinos, para los cuales el bonsái es símbolo de la eternidad, el puente entre el cielo y la tierra, lo humano y lo divino. El arte del bonsái consiste en cultivar árboles reduciendo su tamaño mediante ciertas técnicas, consiguiendo así miniaturas de árboles de gran tamaño, sin perder la belleza ni la esencia de su naturaleza. Así, gracias a su capacidad de adaptación, parecen ser los únicos seres vivos en este planeta capaces de vivir toda la eternidad.

Este relato es propiedad de su autora y está protegido

viernes, 29 de mayo de 2009

SERPIENTE DE FUEGO







Consume tu vida en el fuego
Renace de tus cenizas
Sal a la luz del sol

Carolina




El Destino quiso que naciera una fría noche de Noviembre, en el mágico año chino de la Serpiente. Un parto difícil en el que casi perdí la vida que aún no había comenzado, difícil y gélido como la oscura noche.

No recuerdo a mi madre y mi padre se deshizo de mí a los pocos años, sin remordimientos, sin pensamientos de ningún tipo ni deseos de buena fortuna. Sin embargo, mi Hebi siempre me acompañó, forma parte de mi espíritu como los dedos de mis manos acompañan mi cuerpo, hacia un destino desconocido...

No soy común entre mis congéneres. Mis ojos verdes, herencia de un antepasado europeo, son luces que nadie quiere mirar y me rechazan por mi aspecto, a pesar de que soy una mujer oriental y me visto con mis suaves kimonos de seda.
Mi Hebi me dice que soy especial, que debo entender lo que el insólito destino preparó para mí, pero no veo el final y no sé qué será de mí.

Tengo el temperamento de mis antepasados, soy ágil y fuerte, por ello me entreno en el noble arte de la lucha con espada, siempre alerta mi instinto de supervivencia ante los ataques de la vida.
Peleo con furia, el fuego que me aporta Hebi consume cuanto encuentra a su paso, dejando cenizas que son parte de mí, de mi alma oscura como la noche que me vió nacer. Dejo tras de mí lágrimas amargas de desesperación y sé, que algún día, este fuego arderá por completo en mi interior, que morirá conmigo y quedaré en el olvido. No me importa, es mi futuro y mi profecía, la continuidad de mi existencia como portadora de muerte y desolación.

Esta serpiente, el ave fénix que guía mis pasos, debe ser destruída por su propio fuego primigenio, desde el orígen de su nacimiento, para renacer a una nueva vida, brillante y única.

Es mi única culpa, mi error y mi sistema de gobierno, nada ni nadie influyó en mis decisiones, en mis pensamientos. No me arrepiento de nada. El bien y el mal que hice en este mundo fueron consecuencia directa de mis actos. No me arrepiento de nada, mucho menos de ser yo misma, y soy libre.
Soy y seré hasta el Final de los Tiempos, la Serpiente de Fuego...

HEBI : Serpiente

Este relato es propiedad de su autora y está protegido

viernes, 22 de mayo de 2009

SAMURÁI






I ken isatsu
I ken i shin

Una espada, una muerte
Un puño, una vida









Los acontecimientos se precipitaban a un ritmo vertiginoso. A falta de la última y definitiva batalla, todo indicaba que el período de Momoyama tocaba a su fin y que los daimyo serían por fin sometidos.

Estaba abatido y se sentía derrotado aún antes de que comenzara el combate, exhausto y al límite de sus fuerzas, pero sabía que debía sobreponerse, alzarse en su cansado espíritu y volver a vestir por última vez su o-yoroi, siguiendo el ritual del guerrero, para después cabalgar en su caballo negro hacia los confines del horizonte, hasta alcanzar las Montañas del Olvido, único lugar donde podría enarbolar la bandera del triunfo y donde su nombre sería recordado por siempre.

Con un esfuerzo inmenso se puso en pie, los músculos de sus poderosos brazos en tensión, surcados en su longitud por la vida que todavía latía en su sangre.
Miró el cofre donde descansaba la armadura, herencia de un linaje que la vistió durante décadas, honor y familia, orgullo y servidumbre a los Señores del Imperio, enlazando año tras año, batalla tras batalla, al servicio de una misma causa idéntica en el tiempo.

Cubrió su desnudez con la blanca ropa interior que se interpondría entre su curtida piel y la asperez y dureza de su externa vestidura. La tela, suave como manos de mujer, inmaculada como luna llena, futura portadora de sangre y mortaja necesaria para el fin de sus días, se amoldó a su pecho como un abrazo sincero.

Abrió el cofre, deslizó sus dedos sobre el conocido emblema familiar grabado en él y suspiró al sentir la fuerza que emanaba de su interior. Extrajo la vieja armadura y comenzó el ritual de investidura...

Tomó la primera pieza, la acarició y pronunció su nombre: "sendan-no ita", la alzó hasta su frente y se inclinó ante ella como si de un dios se tratara, inmortal y protector, rogándole que lo cuidara y guardara en la misión a la que estaba predestinado, defendiendo su vida y su causa, tuviera sentido o no.
Tras cubrir las zonas vitales cercanas al corazón, alcanzó otra pieza, una coraza para sus brazos. "Sode", dijo en voz alta, y sus miembros quedaron cubiertos por la fuerte barrera, envolvente y rígida.
Prosiguió con el viejo ritual, y de su boca surgió una nueva palabra: "kusazuri", y la magia de la protección familiar alcanzó el resto de su cuerpo, cubriendo caderas y muslos, convirtiéndole en el guerrero más poderoso y temible que jamás existió en ese tiempo y lugar.

Se acercó al altar de los dioses, allá donde descansaban el honor y el orgullo, y lo dispuso en forma de ofrenda de vida. En el caso de no morir en el campo de batalla, debía utilizarlo como ceremonia del seppuku, el fin del honor alternativo para un soldado vencido.

Por último, momentos antes del amanecer, tomó su wakizashi y la colgó de su cintura, dejando espacio para su fiel compañera, la segadora de almas, la indestructible, la más bella y mortífera katana jamás forjada por manos humanas... Besó la empuñadura y la colocó frente a su rostro, le juró lealtad y le aseguró que emprenderían juntos el último viaje, y quedaron unidos en un vínculo mortal y eterno.
Salió a la luz y fue en busca de Kamikaze, su fiel corcel negro. Le susurró palabras de aliento, palabras íntimas que sólo conocen hombre y caballo y le acarició los flancos, suavemente. Se acomodó en la silla y se colocó el gomai-kabuto, protegiéndose la cabeza, adquiriendo un aspecto fiero, de tigre escondido en la oscuridad, permitiéndole ver sin ser visto, majestuoso y cruel.

Alzó la mirada, las nubes se movían rápidas en el cielo, el viento empezó a soplar con furia y el sol indicaba el rumbo en el horizonte. Animó con un grito al animal para que se pusiera en marcha y ambos, como si fueran uno, emprendieron el último viaje hacia las Montañas del Olvido...

SAMURÁI : Guerrero al servicio de un señor feudal
MOMOYAMA : Período en la historia de Japón (1573-1600)
DAIMYO : Alta nobleza
O-YOROI : Armadura de la aristocracia japonesa (s. XI-XIII)
SENDAN-NO ITA : Protector de clavículas y axilas
SODE : Grandes paneles que cubrían el brazo hasta el codo.
KUSAZURI : Protector de caderas y muslos para el combate a caballo
SEPPUKU : Ceremonia del suicidio. En occidente se la llama Harakkiri
WAKIZASHI : Espada corta
KATANA : Sable largo
KAMIKAZE : Viento divino
GOMAI-KABUTO : Casco protector con alerones

Este relato es propiedad de su autora y está protegido



martes, 19 de mayo de 2009

DANNA. El Protector



La profesión de Geisha es incompatible con el matrimonio. Las mujeres dedicadas al mundo del Karyûkai tienen absolutamente prohibido establecer un vínculo afectivo "oficial" con un hombre. Lo cual no impide que se casen, pueden hacerlo, pero antes deben abandonar su vida como geisha.

Lo que sí les está permitido es aceptar la ayuda y protección de un cliente habitual al que se le conoce como Danna y que asume los gastos de la geisha correspondientes a vestuario, casa, manutención, e incluso salda las deudas pendientes que tenga con la okiya que se ocupó hasta ese momento de sus necesidades y educación.
La geisha pasa a ser una esposa no oficial, y debe prestar especial atención a su protector frente a los demás clientes. Pueden existir relaciones sexuales entre ellos dependiendo del acuerdo al que hayan llegado. Esto no significa en absoluto que las geishas sean prostitutas, pues existen acuerdos en que no se contempla este aspecto. La misión de la geisha es únicamente ofrecer servicios relacionados con las artes.

En sus encuentros con el danna, la geisha deberá respetar y guardar silencio sobre todo lo que le cuente y no podrá revelar ninguna información recibida.

El aspirante a danna debe ponerse en contacto con la dueña de la okiya, la cual supervisará que el candidato disponga de una buena posición económica para asumir la protección de la geisha. Después se lo comunicará a ésta, la cual decidirá si acepta la propuesta o no. Nunca se produce un acuerdo directo entre danna y geisha, ni siquiera hablarán sobre ello, sino que será a través de la okasan como se cerrará el trato.

El acuerdo no es irreversible sino que puede romperse por decisión de cualquiera de las partes.

miércoles, 13 de mayo de 2009

EL DON DE LOS DESEOS





Nana korobi
Ya oki
Si caes siete veces
levántate ocho





Se levantó al anochecer, con las últimas luces del día, y se preguntó por enésima vez cuándo cesaría el dolor. Nunca, respondió su consciencia, despejadas ya las brumas del sueño. Nunca, repitió en voz alta para que el sufrimiento se anclara aún más en su cuerpo, destruído por el odio sin conocer la causa de su orígen.
Forzó a sus piernas a moverse, un pie, luego el otro, acarició sus heridas y cicatrices con suavidad, y el dolor volvió, como un vendaval en pleno invierno, y con él regresó a la barbarie y al sentimiento de haber perdido todo cuanto amaba, dolor compartido por todo un pueblo que no imaginó cuan grande sería el punto de ruptura trágico con su propia historia.

Pero si su mente le otorgara la dicha del olvido y su corazón perdonara, si pudiera dejar de recordar y saber qué fue lo que hicieron mal y en qué se equivocaron. No supo la respuesta, no podía encontrarla y no sabía nada salvo que era la propietaria de aquel horror que invadió su vida un maldito día de agosto.

Inició sus oraciones y quiso pedir a sus dioses que le concedieran un don, un regalo sobrenatural en el que apoyar sus piernas y también, quizás, su propia existencia. Un privilegio extraordinario que nadie más pudiera poseer, hechizo o brujería, qué importaba ya, pero lo necesitaba tanto...
Invocó a sus antepasados para traerlos de vuelta una vez más, para honrarlos y suplicarles, con las piernas maltrechas apoyadas en el duro suelo y con la frente en tierra, símbolo de sumisión y respeto, para rogarles por un poder que la hiciera especial, mendigar por esa fortuna que a bien tuvieran en concederle. Quiso, deseó con fervor que fuera suyo, completamente suyo... el Don de los Deseos.

Encendió una vela perfumada y la estancia se impregnó de un intenso olor a melocotón, suave y aterciopelado, que fue mezclándose con el humo del incienso a medio consumir del altar de oración. La noche cerrada se iluminó muy tenuemente con la recién encendida luz y el sol se ocultó, intentando dar relevo a la luna llena.
De las paredes de piedra de la pequeña habitación brotaron sombras en movimiento, haciéndola intuir que en esos momentos no estaba sola y tenía compañía.
Observó el baile incesante en la fría pared y se atrevió a formular su petición en voz alta mientras sentía un nudo en el corazón. Cerró los ojos para mantener alejadas las visiones perturbadoras e imaginó que una de ellas era su okaasan, a quien tanto echaba de menos.

- Mama, eres tú, mama?

No esperó respuesta, ésta vendría en cualquier instante, sin previo aviso, así era siempre, con lo que continuó con su plegaria:

- Mama, dáme un motivo para continuar, dáme la paz que tanto necesito.

Una de las sombras proyectadas en el muro osciló al ritmo de la llama y pareció adquirir la forma de un dragón fiero y altivo. Revolviéndose en la media luz, la sombra abrió su boca y su aliento habló directo a su alma, atravesándola como una llama incombustible:

- Has invocado a los tuyos y has sido escuchada. El Don te será concedido con el nuevo día, pero deberás utilizarlo con juicio y discreción, pues es un arma peligrosa si no se utiliza con razón y justicia. A la vez es hermoso usado con generosidad y tiento. Que la luz del sol ilumine tus decisiones, pues en el ocaso de tu vida habrás de rendir cuentas. Musume, cuida tus pasos...

Sobrecogida por las palabras que en la noche le fueron susurradas, cruzó sus manos sobre su pecho y reclinó la cabeza, para impedir así que huyera el nuevo don otorgado. Se juró a sí misma hacer buen uso de él con la llegada del amanecer, apagó la vela y esperó.

Con el despunte del primer rayo del sol, arrastró sus tullidas piernas hasta la ventana más próxima y la abrió, se dejó llenar del aire de la mañana y formuló un único, desesperado y anhelado deseo, para que se extendiera a todos los rincones del mundo, a todos los hogares y corazones, a todas las sombras y luces, a todas las almas latentes y vivientes, así como se extienden los vientos y el polvo de la tierra con ellos...
Por un instante sintió algo romperse en su interior, como si el tiempo se hubiera detenido. La brisa suave dejó de soplar y ya no escuchaba el fluir del río. Hasta la cigarra detuvo su canto como si el mundo entero se hubiera sumido en un profundo silencio. Dejó de sentir dolor como si nunca lo hubiera sentido.
Un hermoso y cálido amanecer se divisaba en el horizonte, con un nuevo día y un nuevo comienzo.
Su deseo se hizo realidad y traspasó las fronteras del mundo conocido, ahogando todos sus sentidos, llenándola por entero. La Paz se instaló, por fin, en lo más hondo de su corazón...

OKAASAN : Madre
MAMA : Mamá
MUSUME : Hija mía


Este relato es propiedad de su autora y está protegido

sábado, 9 de mayo de 2009

GUERRERA DEL ALBA




El Viento, La Espada
El Sol, La Mañana
La Noche no existe
Soy Guerrera del Alba


Carolina


Apuntaló la espada fuertemente en el suelo y secó el sudor de su frente que caía a borbotones debido al esfuerzo extenuador.
Miró el campo de batalla abarcando con su vista los cientos de cadáveres y se lamentó de que hubieran tantas bajas entre los suyos y sintió dolor por ellos y también por sus enemigos.
El terreno estaba teñido en rojo sangre cuyo olor le invadió las fosas nasales, un olor acre, duro y oscuro, a hierro corrupto.
Inclinó la cabeza y murmuró una oración por los caídos y por ella misma, pues era muy posible que sucumbiera en la próxima batalla.

Con furia creciente alzó la mirada y gritó al cielo, de su garganta surgió un grito desgarrador. Lágrimas brotaron de sus ojos en cascada mezclándose con el barro y la suciedad que cubrían su rostro. Los fuertes sollozos provocaron en ella latidos entrecortados del corazón, llenos de ansiedad. La soledad se hizo patente y real. Su existencia como samurái, la única mujer guerrero en un mundo de hombres la había convertido en un ser silencioso y apagado, falto de compañía y calor.

A su oído llegó el crujido de ramas quebrándose y una sombra se deslizó furtivamente tras su espalda, fugaz como el viento.
Desenterró la katana de la fría y oscura tierra y con un rápido movimiento giratorio la acercó a su cara, protegiéndose, en guardia esperando el ataque. Cerró los ojos un segundo, el necesario para percibir la procedencia del enemigo, y volvió a abrirlos.
Escuchó el zumbido del sable cortando el aire y alzó los brazos para detener el golpe, que fue brutal. Logró interceptarlo, pero un dolor intenso se adueñó de sus miembros por la fuerza del impacto. Sus ojos se llenaron de la luz surgida de las diminutas chispas provenientes de los filos de las espadas entrechocando con furia.
El sonido era demoledor y perdió el equilibrio, hincó la rodilla en el suelo y se concentró en volver a levantarse, giró el sable hacia atrás, hacia delante, y descargó su poder letal profiriendo un grito de guerra.
El enemigo detuvo su golpe y contraatacó a su vez, sin piedad, mientras ella ejecutaba un perfecto círculo sobre sí misma volviendo a levantar el arma. Sin mirarlo, volvió a girar y protegió su espalda, adelantó su mano izquierda al frente, con la palma en posición vertical en señal de espera, y con la derecha en posesión de la empuñadura apuntó hacia su objetivo. Recibió como respuesta un cuerpo en movimiento dirigiéndose rápido hacia su espacio. Se agachó y rodó sobre las duras piedras sintiendo cómo arañaban su cuerpo, lacerando su fina piel. Nuevamente se alzó del suelo deprisa, protegiendo su cara con la longitud del arma pegada a su nariz y las dos manos asiendo firmemente la brillante hoja afilada.

El soldado la miró largamente, en suspenso, caminando frente a ella, encerrándola en un círculo sin final, hechizado por su coraje y su técnica. Limpió la tsuba de la sangre acumulada, bajó la espada y la enfundó, para después alzar las dos manos indicando una tregua. Le hizo saber a través de un mudo lenguaje que detuvieran la lucha y se sentaran en silencio.

Indecisa, accedió a su propuesta pero sin abandonar a su compañera, a la que abrazó a su pecho. No apartó la mirada de él, temiendo un ataque a traición y respiró lento y profundo, esperando...

Uno junto al otro se sentaron en el húmedo suelo, sin atrever a mirarse, él primero, ella después, y tras un largo y eterno tiempo de silencio, el hombre habló:

- Llevo tiempo buscándote. Quiero vivir y morir contigo...

No podía respirar, no podía creer que había escuchado palabras tan insólitas de un desconocido, enemigo y rival. Tomó aire para decir algo, pero no supo encontrar las palabras y calló nerviosa, cerró la boca completamente azorada.
Más allá de las palabras que no lograban surgir, encontró fuerzas para aproximar su mano a las suyas, que descansaban en sus rodillas. Las cubrió y acarició, entrelazando los dedos que empezaban a conocerse, las tomó para sí, aproximándolas al corazón, y arrastró su cuerpo, obligándolo a ponerse en pie. Buscó su caballo, lo llevó hasta el animal, preparó y acondicionó su montura, puso su pie en el estribo y se alzó en el aire para dejarse caer en la silla.

Lo miró, le tendió la mano y lo invitó a acompañarle en su próximo viaje. Él aceptó y subió tras ella, las espadas, juntas, descansaban en las alforjas. La abrazó con delicadeza y apretó la frente contra su nuca, aspirando su olor. La guerrera del alba miró al horizonte en calma, espoleó a su caballo, y con la luz del nuevo sol, inició el camino...

KATANA : Espada japonesa
SAMURÁI : Guerrero
TSUBA : Guardamanos de la espada

Relato dedicado a Naoko Hatake

Este relato es propiedad de su autora y está protegido

lunes, 4 de mayo de 2009

GOKAN




Toca y sentirás
Escucha y oirás
Mira y verás


Carolina



      En el silencio de la noche del Nanoka, sus dedos se resintieron al fin por las muchas horas que llevaba escribiendo sin tregua.
      La vela se consumía poco a poco dejando sin luz sus maltrechos ojos, doloridos por la falta de sueño y descanso.

      Dejó la pluma a un lado y se frotó la cara con ambas manos intentando alejar el cansancio que la tenía exhausta y que se apoderaba de su mente a cada minuto transcurrido en duermevela.
      Su sentido del tacto se hallaba adormecido, como ella. Movió los dedos de las manos, los abrió, los encogió y los estiró, hasta que un hormigueo de sensibilidad retornó a sus entumecidas compañeras. Tocó el papel sobre el que escribía y éste se movió en un giro extraño pareciendo cobrar vida...

      Sobresaltada, se levantó del frío y áspero suelo, dió un paso hacia atrás y derramó sin querer la tinta en la dura superficie, oscureciendo la madera. La mancha tomó una forma antinatural e inundó rápidamente la fina hoja amarilla en la que trabajaba, y de pronto, sus ojos empezaron a ver cosas que no debían ver...

      La media luz de la vela, tramposa y enemiga, empezó a hacer bailar los Kanji, formando pensamientos reveladores, únicos e indescifrables. La antigua escritura de los sensei se hacía visible ante sus ojos, y los secretos guardados durante siglos dejaban de ocultarse, en un parto prematuro de letras y conceptos enigmáticos, viejos como el mundo, que ascendían desde la oscuridad remota de los tiempos. Los Kanji formaron una idea desconocida hasta entonces y el miedo se adueñó de su cuerpo, manifestándose en un temblor incontrolable.

      Cerró los ojos ante lo que no debía ver, y con la privación del sentido, otro ocupó su lugar con más fuerza, y escuchó con su fino oído una letanía lejana venida a través del tiempo:

Debes ver lo que ves, pues lo que no ves
no ha de existir
Debes ser el reflejo de lo que ha de venir
Y detener en el tiempo lo que nunca debió ocurrir


      Abrió los ojos, aturdida, sus manos apenas despertando, sus ojos viendo cosas prohibidas, sus oídos apremiándola a escuchar... Se asustó tanto que quiso hablar, preguntar en voz alta qué era lo que estaba sucediendo, por qué ahora y por qué ella, pero sus labios empezaron a entonar una extraña canción que escuchó a través del viento:

Presente ves y sientes
Pasado viste y sentiste
Futuro verás y sentirás
Qué nos aguarda
La muerte quizás


      Su boca se tornó amarga ante el cántico, e intentó detenerlo pero no pudo. La revelación de los sentidos la dejó fluir como agua muerta y percibió un profundo olor viejo y penetrante, el olor de los siglos pasados y futuros.
      Su mente estaba abriéndose al mundo, los cinco sentidos en alerta, y despertó en su interior el poder del Dairokkan, escondido en las brumas de la memoria, agazapado en las sombras de su consciencia para iluminar el instante crucial de su vida, sintiéndolo llegar en la distancia en un auténtico y despiadado ataque frontal.

      Se entregó a él sin reservas y a través de ese magnífico poder se abrió el paso a una nueva dimensión y sintió la atracción del círculo de la vida, eterno e infinito, quedando atrapada en su rueda de existencia.
Descubrió todo lo que le era desconocido, lo incomprensible cobró sentido. Se hizo fuerte como el roble, liviana como las nubes, rápida como el viento. El águila se adueñó de sus ojos, el oso de sus manos, el lobo aspiró el aire que la rodeaba, escuchó el latido de la Tierra y su boca sintió el sabor de Mares y Océanos... se fundió en cuerpo y alma con el Universo, formó parte del Todo y de la Nada, de la Vida y de la Muerte y percibió, en lo más profundo de su Dairokkan, el fin de los tiempos...

GOKAN : Los cinco sentidos
NANOKA : Día 7
KANJI : Caracteres de la escritura japonesa
SENSEI : Maestro
DAIROKKAN : Sexto sentido

Relato dedicado a Belén

Este relato es propiedad de su autora y está protegido