Unohana no sakutowaNashi ni naruhito ni koiyaWataran kataomoinishiteComo las flores unohana
que disimulan su floración
Así haces tú...
Y, si no me correspondes, yo...
¿Podré seguir enamorada?La agonía del éxtasis supremo los encumbró a la cima del cielo del placer, en suaves oleadas de calor puro e intenso, como llamas en el Infierno.
El aliento entrecortado del hombre se transformó en nube de agua y los suspiros de la mujer en gota de lluvia, unidas ambas en dulce y violenta tormenta de invierno...
Los cuerpos tendidos juntos, unidos al compás en movimiento único y ascendente, latido de corazones al unísono sumidos en un volcán de emociones sin tregua. La humedad de las manos convertida en un río de caricias; la de los labios, en cruce de caminos; la de las miradas, en encuentro de fronteras...
Y todo empezó, precisamente y en un instante, con una mirada...
La luz de la habitación iba menguando junto con la del sol, dando paso a las sombras anunciadoras del atardecer, creciendo en las paredes de arroz de la tibia estancia.
Se sentía inquieta y se despojó de su brillante obi con la ayuda de su inseparable maiko, dejando al descubierto su preciosa ropa interior blanca, con el cuello ribeteado en rojo.
La ceremonia del Erikae había terminado, y con ella, creció la inquietud de la noche que se reflejó en sus oscuras pupilas, ardientes, deseosas de ver de nuevo la imagen del hombre clavada en su retina.
Suspiró hondamente y decidió salir al jardín.
Su aroma a sándalo, romero y jazmín, alborotó aún más sus encendidos sentidos, haciendo que sus nervios estallaran a flor de piel.
Entrecerró los párpados y volvió a sentir la furia y la ansiedad en la mirada de aquel hombre. Aquella mirada que pocas horas antes sostuvo con firmeza mientras ambos se enzarzaban en una discusión dialéctica sobre la vida y el deseo de vivir, apasionadamente, en una batalla de intelectos en la que hombre y mujer se sentían iguales, poderosos y combativos.
Asustada, percibió un movimiento tras ella y giró revolviéndose en su frágil ropa interior, se apartó el mechón de cabello negro que caía sobre su frente y se enfrentó a lo desconocido.
Y allí estaba él, su pecado y su razón de ser, su más firme enemigo por su condición, y su más eterno compañero, según su corazón.
Y sintió...
Sintió una atracción poderosa hacia sus labios... dejando un camino húmedo en los suyos suave como la miel.
Sintió una atracción poderosa hacia sus manos... dejando infinitas caricias sobre su piel.
Sintió una atracción poderosa hacia sus ojos profundos... indicando un laberinto hacia el amanecer...
Sintió una atracción profunda hacia su cuerpo, sin límites, perdidos en ese atardecer...
Su corazón sintió el fuego del deseo, latidos profundos en un mar de promesas.
No pudo evitarlo.
No quiso evitarlo.
Él sostuvo su mirada durante largo tiempo, el mismo en que sus manos temblaron y suspiraron por tocarla, acariciarla...
Tomó aire e, incansable, permitió a su mirada vagar por los suaves pliegues de su kimono, la tela que ocultaba un mar de curvas sinuosas, y perdió la razón en ellas.
Ella lo tomó de las manos y él la siguió hasta su intimidad más profunda. Acarició el cuello rojo de su ropa interior y suspiró por conseguir un milímetro más de su blanca piel.
Y ella se rindió por completo. Dejó que su kimono cayera junto con su inocencia. Cerró los ojos y sintió sobre su piel el tacto de sus caricias, adorándola, saboreándola, como jamás nadie había osado hacerlo.
Sintió sus labios sobre su cuello dejando un surco abrasador, rojo como el símbolo de su madurez, estrechando un vínculo de deseo y posesión.
Desnudos, cayeron uno sobre el otro, devorándose el cuerpo y el alma, destruyendo los obstáculos a su paso arrollador de pasión.
Se amaron con intensidad y plenitud, se dieron el uno al otro y el mañana...
Llegaría un nuevo sol incierto.
Pero ellos ya eran uno solo...
ETSURAKU : Placer
OBI : Cinturón del kimono
MAIKO : Aprendiz de Geisha
ERIKAE : "Doblarse el cuello", ceremonia que marca el paso de Maiko a Geisha.Este relato es propiedad de su autora y está protegido.