O-KAERI NASAI

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lunes, 24 de mayo de 2010

RAN. Capítulo XIX. "NAKIGOE" 泣き声. El Lamento del Samurái


Tsuyu chiru ya
Musai kono no yi
Yô nashi to

Muere el rocío:
En este sucio mundo
¿Qué puedo hacer?

Flor de tristeza
Que se abre cuando el llanto
Del cielo empieza







Los dos amigos se miraron el uno al otro sin acabar de creerse que todo terminara así, sin un rastro, ni una miserable pista del destino de Hanako y Kasumi. Takeshi bajó la cabeza abatido y lloró desesperado. Taro le agarró del hombro transmitiéndole su afecto y Takeshi respiró hondo, muy hondo,  para terminar expulsando el aire en un grito de furia incontrolada. Las hojas muertas que aún descansaban en las ramas de los árboles empezaron a caer despacio, producto de la vibración del sonido y se deslizaron suavemente, meciéndose en la brisa, para cubrir las cabezas de los allí presentes.

En el momento del ataque Kazahaya supo que debía huir de inmediato, pues se encontraba tan borracho por culpa del sake que no hubiera podido defenderse, ni tan solo hubiera podido desenfundar la espada y mucho menos luchar y detener los golpes del rival; a decir verdad, hubiera huído de igual modo estando sobrio, su cobardía era ilimitada. Dejó a algunos de sus hombres en el campamento para que hicieran frente a los atacantes, conociendo que muchos se hallaban en pésimas condiciones debido al alcohol. Pero ese detalle para él, el genial estratega, no tenía la mayor importancia y abandonó a los miserables soldados en un último acto de traición.
Se detuvo frente a la tienda de las mujeres para alertar a Kasumi, era su superior y a él sí debía dar cuenta de los acontecimientos, pero no por lealtad, ya que no conocía el significado de esa palabra, sino por el temor a ser obligado a cometer seppuku si las cosas se torcían para su comandante en jefe. La escena que presenció le dejó atónito: ¡la mujer acababa de propinarle una durísima patada en la mandíbula a Kasumi, la muy perra!. Corrió hacia ella y logró sujetar su cuerpo, a punto de abalanzarse sobre el hombre estirado en el suelo. Ató sus manos y la condujo al exterior, donde uno de los soldados que lo acompañaban la obligó a subir a su caballo; consiguó despertar de la semiinconsciencia a Kasumi y le relató lo sucedido en el campamento. El Hijo de la Niebla se despejó de inmediato y se frotó la cara dolorida, ordenando la partida sin entretenerse ni un sólo minuto.
Kasumi y Kazahaya, portando como rehén a Hanako, abandonaron el lugar con una escolta de cinco hombres más.

Todos, absolutamente todos los hombres  Yanama y Hosokawa estaban desolados...la concubina había desaparecido y nada encontraron que delatara dónde la habían llevado, pese a que peinaron todo el perímetro del campamento minuciosamente. Únicamente hallaron un menuki, una réplica exacta de aquellos que Hanako regalara un día a Takeshi para que adornaran a Jigoku como amuleto portador de una valiente existencia como soldado. Takeshi apretó con fuerza el pequeño metal símbolo de las flores, perteneciente al emblema familiar de Hanako, y tanto apretó, que de su mano comenzaron a brotar hilos de sangre samurái.

La Flor estaba en estado de alerta, buscando la oportunidad de escapar como fuera de sus captores. Miraba a un lado y a otro buscando una salida a su situación, dado que no deseaba conocer el terrible destino que imaginaba para ella en compañía de aquellos demonios del Infierno. Le dolía terriblemente la cabeza debido al golpe sufrido durante su forcejeo con Kasumi...si hubiera tenido en sus manos la wakizashi que le regalara Ashikaga, ahora el Hijo de la Niebla estaría perdido en la Morada de las Almas Castigadas, el lugar a donde iban a pasar la Eternidad las almas infames, merecedoras de una vida de sufrimiento.
Casi al despuntar el alba, Hanako percibió más que vió debido al cansancio, que por la senda que transitaban apuntaban pequeños caminos espesos de follaje pero que conducían hacia alguna parte; decicidió que podría animar al caballo a adentrarse por alguno de esos caminos inhóspitos. Era un riesgo, sí, pero peor sería continuar hacia el cruel destino que suponía en manos de aquellos hombres.




Taro consoló a Takeshi como solo un hermano de armas podía hacerlo.
-Takeshi-san, la encontraremos.
-Creo que los dioses nos han abandonado hace tiempo.
-No es cierto y lo sabes. El clan Yanama ha ganado una gran batalla, la primera, porque bien intuímos que habrán más, esto no ha terminado. Pero Hanako no tiene nada que ver con esta guerra.
-Tú lo has dicho, Taro, nada tiene que ver, pero está en el centro de ella.
Y una vez dichas las palabras que eran tan ciertas como el sol que ilumina los cielos de su Tierra, Takeshi sintió una convulsión dentro, muy dentro de su corazón.  Y por primera vez en su vida, no supo qué debía hacer.

En el recodo que giraba hacia la izquierda del sinuoso camino, Hanako intuyó que ésa era su oportunidad. Acicateó al caballo clavándole los talones en los flancos y éste, sorprendido tras horas de caminata en calma, alzó los cuartos delanteros y se encabritó malhumorado por perturbar su tranquila andadura. Pero no corrió como Hanako esperaba, sino que la lanzó hacia atrás haciéndola perder el equilibrio. Sus manos atadas a la espalda la impedían agarrarse a la montura, a las riendas, a las crines del enfadado animal. La joven se sintió caer golpeándose contra las piedras del camino, enredándose en zarzas y arbustos, cayendo por la ladera del monte, como en una rueda sin fin, desapareciendo en la garganta del desfiladero próximo al mar...

Kasumi maldijo por todo lo alto, escupiendo rabia e indignación.
-¡Maldita perra!. Por todos los dioses de mi familia, espero que se haya roto el cuello, de lo contrario, le haré pagar esta treta con mi látigo y después le cubriré con sal las heridas.
-No te inquietes, Kasumi,-rió el general Kazahaya.-De seguro que no podrá sobrevivir a la caída.
-¿No entiendes, imbécil, que podemos perder el instrumento más preciado para negociar con el Shogún?. Creo que después de todo no eres tan buen estratega y tu suerte en el Go es regalo de los dioses. Si la perdemos, nuestra posición ante Hosokawa será débil y no tendremos un buen futuro, recuerda que se la ofrecí para que pudiera intercambiarla por los territorios más prósperos del shogunato. Si no conseguimos nuestro objetivo, ya conoces la ira del Señor Hosokawa...seremos hombres muertos y nuestros espíritus jamás alcanzarán la paz.
-Y, ¿qué hacemos ahora?
-¡Envía a tus hombres tras ella, estúpido!, si no deseas que tus tripas acaben rodando por el suelo como lo está haciendo la mujer.
Kazahaya temblaba por las palabras de Kasumi, pero ordenó a sus hombres que descendieran por el camino en el que la concubina había desaparecido.

Hoshi estaba desolada. Taro la observaba desde la distancia. La mujer se arrodilló para rezar a sus dioses y sintió deseos de consolarla, al igual que lo hizo con Takeshi poco antes. Se decidió, tomó aire y fue a su encuentro. Hoshi estaba tan concentrada en sus rezos que no escuchó los pasos que se acercaban tras ella, pero sí sintió su aroma, su presencia..."Taro, mi dulce general", pensó llena de una inmensa emoción que la traspasaba de la cabeza a los pies. Las manos de Taro acariciaron su nuca y Hoshi creyó morir de placer.
No rechazó la caricia y Taro se sintió audaz, tomándola por la cintura y alzándola del duro suelo. Besó su pelo fragante de humedad del bosque, frío como las estrellas portadoras de su nombre; se hundió en su cuello mientras sus manos acariciaban su piel bajo el kimono. La obligó a darse la vuelta para enfrentar sus ojos y la vida se abrió ante él...los labios de Hoshi se mostraron tímidamente, suspirando una caricia que tardaba en llegar. Taro avanzó con sus manos hasta hallar un calor desconocido. Todo el Universo se alió con ellos y la luna quiso cubrir de noche su primer encuentro. Se despojaron de sus ropas sin dejar de acariciarse y el general rindió homenaje a aquellos labios que le reclamaban.
-Hoshi, te amo, mi estrella, te deseo como jamás he deseado a nadie y te necesito en mi vida.-susurró Taro junto a su oído.
Hoshi, respondió plena de pasión:
-Soy tu horizonte y tu luz, tu estrella polar. Sígueme mi noble Taro, sígueme hasta que el amanecer del sol del Imperio apague mi estrella.
Taro se unió a ella y la obedeció como un ciego sigue a su guía en la oscuridad.


NAKIGOE 泣き声 : Llanto
SEPPUKU: Hara-kiri para los occidentales, ceremonia en la que una persona se quita la vida..
TARO : Primogénito varón.
HOSHI : Estrella.

Haikus:
Kobayashi Issa (1763-1827). Traducción de José María Bermejo.
"Paraguas". Alfredo Boni de la Vega -México- (1914-1965).

Este relato es propiedad de su autora y está protegido

12 Hablan los Danna:

Nieves Hidalgo dijo...

Oye, oye, oye, ¿no te parece que estás rizando el rizo? ¿Y si se mata al caerse¿ Eso sí,me encanta que el c... de Kasumi se quede sin su presa.

Qué bonito lo de Taro y Hoshi. Ay, qué bonito.

Besos preocupados y enternecidos.

Sidel dijo...

Que bien!!! si es que Hanako es muy lista, lástima que el caballo se alzará y ella cayera, pero por lo menos intenta huir, puede que salga dañada pero es mejor que estar en compañía del perverso Kasumi.
La nueva historia de amor es preciosa, que ternura y complicidad se procesan Taro y Hoshi. Quiero seguir leyendo, pobre Takeshi esta deseperado.
Que emocionante!!! lametones de lobo.

Xibeliuss dijo...

Sí, es muy bonita la historia de Taro y Hoshi... como la vida: sus más fieles amigos pasan por malos momentos, pero ellos no pueden evitar ser gobernados por sus sentimientos.
Un abrazo, Carolina

Anabel Botella dijo...

Qué bonito el encuentro entre ellos dos. Es de una delicadeza impresionante.

Carolina dijo...

Nieves, ya sabes lo de "el autor propone y los personajes disponen"...pues eso, que no lo tenía pensado pero como estoy improvisando y escribo sobre la marcha, las cosas salen como salen! no me pareció mala idea, aunque a ver cómo la saco de ésta y Kasumi...que se j.
Y lo de Taro y Hoshi también se me ocurrió de repente ¿por qué no una segunda historia de amor para aliviar tanto sufrimiento?
Hasta yo he sentido la complicidad de esta nueva pareja, ay!
Besos tiernos para tí.

Carolina dijo...

Sidel, mi querido Lobo, tienes toda la razón, es preferible arriesgarse a quedar en manos de esos cabr. (hoy me da por las palabrotas). Te digo lo mismo que a Nieves, que a veces los personajes parece que tienen vida propia: casi ni me doy cuenta que Taro y Hoshi estaban enamorados!
Tengo que hacer algo con respecto a Takeshi, si no, me va a pillar una depresión de caballo (y si se junta con la de Kamikaze...ay, Dios!).
Besos de geisha de la Maiko.

Carolina dijo...

Xibeliuss, tienes razón, la vida sigue y a veces debemos ser (somos) un poquito egoístas y también pensar en nuestros propios sentimientos y en vivirlos. No es malo, forma parte de nuestra naturaleza. Besos y abrazos, samurái de Sanabria!!

Carolina dijo...

Mi querida Anabel, qué piropo tan bonito acabas de regalarme viniendo de una artistaza como tú.
Gracias compañera, bendigo el día en que nos "encontramos".
Abrazos.

Arena dijo...

Nos has dado una de cal y otra de arena....me ha gustado mucho esta entrega Carolina, mucho.
Hòyò, chi o i na

Carolina dijo...

Arena-san, pues continuemos así, una de cal y otra de tí (de Arena).
Hôyô, ai shiteru!

Belén dijo...

¡¡coño!! ¿Qué ha pasao con mi comentario? Tan de c** voy que he pensado que lo he puesto y no lo he hecho??? ¡¡uff que despiste...!!!

Carolina dijo...

Belén, céntrate, que tienes muchas cosas en ese tarro tan genial que Dios te ha dado (espero, que por la Genética, con mayúsculas como diría mi buen Lyodrán, se me haya pegado algo).