tag:blogger.com,1999:blog-28935194591446627372024-03-05T18:07:35.135+01:00KARYÛKAI 花柳界Relatos desde el Lejano OrienteCarolinahttp://www.blogger.com/profile/03161395215900720617noreply@blogger.comBlogger86125tag:blogger.com,1999:blog-2893519459144662737.post-88594442835713033452013-07-31T21:19:00.000+02:002013-08-01T04:26:18.892+02:00ROKUROKUBI<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://2.bp.blogspot.com/-OWPlIX5EhFk/UflddVmfV-I/AAAAAAAAE-A/O-Q7tGCn1uo/s1600/rokurokubi_by_jaemii-d331c8h.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" src="http://2.bp.blogspot.com/-OWPlIX5EhFk/UflddVmfV-I/AAAAAAAAE-A/O-Q7tGCn1uo/s400/rokurokubi_by_jaemii-d331c8h.jpg" width="271" /></a></div>
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Nunca entendí por qué yo debía saber cuándo y cómo debía morir. Me dijo una anciana adivina que todo se debía al año de mi nacimiento: el de la serpiente según el calendario chino, pero yo nunca he creído en adivinos, ni en horóscopos, mucho menos en el destino ni en que las cosas están escritas de antemano. Siempre me asaltaron dudas sobre mi futuro, pero nunca imaginé que llegaría a convertirme en yôkai, un ser de otro mundo sin alma ni esperanza, avanzando sola entre tinieblas, siendo temida por todos los humanos en las frías y oscuras noches de invierno.<br />
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Mi nombre es Roku y esta es mi historia…<br />
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La vida me sonreía de forma magnífica. Me casé con el amor de mi vida y tuve dos hijos maravillosos con él. Conocí a mi esposo a los catorce años y me enamoré por su forma de hablar, sus detalles y su profundo interés hacia mis cosas. Yo era profesora en la escuela de primaria de Iburi, perteneciente a la prefectura de Hokkaidô y mis días transcurrían felices, un tanto monótonos a veces, pero resultaba ser una rutina cómoda y agradable. Todos los días, al salir de la escuela, me dirigía al mercado con el objetivo de comprar las cosas necesarias para el sustento de mi familia. Otra rutina más que satisfacía mis ansias de llevar una vida plena y feliz al lado de los míos. Siempre me he sentido muy insegura con respecto al amor que los demás pudieran sentir por mí: dudaba de ese cariño que las personas más queridas me ofrecían a manos llenas, y a veces incluso pensaba que no era más que caridad o mucha generosidad por su parte el hecho de que me quisieran tanto. Por ello creo que la conversación que escuché sin querer en el mercado aquella fría tarde de noviembre, fue el desencadenante de todas mis desgracias futuras.<br />
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Recuerdo que las clases duraron un poco más de lo habitual, debido a las insistentes e interesantes preguntas de los alumnos que yo ni me atrevía ni deseaba interrumpir. Me resultaba estimulante comprobar hasta qué punto mis palabras eran escuchadas y ver cómo despertaban curiosidad por saber más cosas. Cuando los ánimos se fueron templando y las curiosidades iban obteniendo respuestas, saqué fuerzas para dar por terminada la clase, recoger mis cosas y dirigirme al mercado. Todas las paradas y puestos se hallaban como siempre: llenos de género vivo y multicolor, llamando la atención de los compradores y destilando en mí una sensación de cercanía y familiaridad. Saludé a todos los tenderos a los que siempre adquiría productos mientras observaba el ir y venir de gente negociando y a veces hasta regateando los precios de aquello que deseaban, con el objeto de conseguir una buena oferta que no mermara mucho sus bolsillos. La tarde estaba resultando espléndida, y cuánto más relajada me hallaba observando y escuchando, más pronto llegó a mis oídos una conversación que jamás debería haberme sido revelada. <br />
<br />
−Pues sí, el día siete es su cumpleaños. Deberíamos comprarle un regalo, sabes que va a desvivirse por complacer a todos sus amigos.<br />
−Esa tonta, si ella supiera…<br />
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Mis oídos se abrieron aún más, si es posible que los oídos se abran de alguna forma. Yo cumplía años ese día, faltaban tan solo unas pocas horas y precisamente me encontraba buscando los ingredientes necesarios para realizar los pasteles tradicionales que mi abuela elaboraba en todos mis cumpleaños. Conocía a las dos mujeres que mantenían aquella inquietante conversación y las había invitado a mi casa. ¿De quién estaban hablando? Mi interés creció y mi mente intentó concentrarse para captar hasta el más mínimo detalle del diálogo que se desarrollaba a poca distancia.<br />
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−Pero no lo sabe, y así debe continuar. Ella es feliz de este modo, ignorando la verdad.<br />
−Oh, vamos. Debería saberlo. Todas las mujeres tienen que conocer cuándo sus maridos las engañan. <br />
<br />
Mis manos se helaron en ese instante y la cartera que llevaba se deslizó rozando suavemente mis dedos. Cayó con rapidez y emitió un ruido sordo al chocar contra el suelo, pero a mí me pareció la caída de una pluma que se alargaba en el tiempo, hasta el infinito. No podía creer lo que estaba escuchando, pero al mismo tiempo sabía que era cierto. Nadie me había amado nunca, ni siquiera mis padres al nacer, estaba convencida de ello. Todos los momentos amorosos de mi pasado desfilaron por delante de mis ojos y me parecieron falsos y absolutamente repugnantes. Creo que mi cordura sufrió un serio revés en ese instante y ya no pude ver nada más que la locura rigiendo el futuro hasta que dejara de existir. Aunque me esforzaba por razonar, no podía hacerlo. Amaba profundamente a mi marido y sin embargo él me había traicionado. La sinrazón se apoderó de mí y supe que muy pronto moriría y cómo debía hacerlo: la decisión estaba tomada. El fantasma de los celos se adueñaba de mi corazón herido y, aunque el mismo diablo me ofreciera el cielo para hacerme cambiar de opinión, no hubiera podido convencerme, pues ya me encontraba viviendo en el infierno por toda la eternidad.<br />
<br />
Anduve por las calles sin decidirme a llegar a casa. Los ojos anegados en lágrimas no me permitían ver los desniveles del suelo e iba tropezando con todos los adoquines que sobresalían del resto. Mi mente febril no dejaba de dar vueltas sobre la conversación escuchada unas horas antes y no entiendo por qué no me daba a mí misma motivos para dudar de que aquello que escuché fuera cierto en realidad. La seguridad con la que sabía que mi marido me engañaba era más fuerte que las dudas y excusas que indicaran lo contrario y, por mucho que me esforzara, no lograba encontrar ninguna de las dos cosas.<br />
<br />
Ahora entendía lo que antes me resultaba incomprensible y empezaba a verlo todo claro: las noches en que llegaba tarde a casa sin justificación alguna y oliendo a algo extraño que no podía identificar. No era perfume, era un olor de culpabilidad amargo y siniestro que invadía mis fosas nasales y no lograba apartar de mí durante esa noche en la que no podía conciliar el sueño. Sentí deseos de ahogar a mi marido con mis propias manos, pero soy una mujer delgada y mis fuerzas apenas alcanzan a abrir una simple botella de agua.<br />
<br />
Me encontré sin saber cómo frente a la puerta de la casa donde vivía, un refugio para mi soledad en el que creí sentirme acompañada, o al menos eso había pensado hasta ahora. Fui hasta la cocina y tomé el cuchillo más grande que pude encontrar. Subí hasta mi habitación y me estiré en la cama que compartía con mi esposo esperando el sueño que no tardó en alcanzarme, un sueño profundo que me permitiría reflexionar o atarme aún más a la locura que ya había nacido en mí.<br />
<br />
Soñé que mi cuerpo levitaba y pronto me vi en un desierto helado atrapado entre montañas. Mama Aiko, mi abuela, me esperaba sentada sobre la nieve sin sentir el frío que penetraba en las entrañas. Supongo que el motivo de la falta de sensibilidad era que ella nunca fue como las demás mujeres de la tribu ainu que habitaban aquellas tierras. Me miró y pude sentir cómo acariciaba mi cara aunque estuviese lejos y me susurraba al oído: «la tortura terminará cuando abandones el mundo de los vivos y acudas al poder de las tinieblas». Su mano continuó acariciándome suavemente y se deslizó por mi cuello hasta introducirse dentro de mis ropas. Mi piel se erizó al contacto y un escalofrío se propagó desde el cuero cabelludo hasta los dedos de mis pies. «Mama Aiko, ¿qué debo hacer?». Las palabras resonaron en mi cerebro sin que llegaran a salir por la boca, buscando respuestas a mi desconsuelo. Aiko no tardó en responder: «abandona este mundo y vuelve desde el infierno para poner las cosas en su lugar. No puedes permitir la traición ni dejar que te humillen frente a los demás. Tu dignidad está por encima de todo… de todo». Me alejé de ella aún más, no soportaba su voz ni su aliento tan cerca de mi rostro a pesar de la distancia, afrutado y amargo, como si hubiera estado bebiendo vino. Sentí una embriaguez que anulaba todos mis otros sentidos y deseé huir y volver a casa.<br />
<br />
Desperté sobresaltada y aturdida, con el sabor amargo del aliento de mi abuela en la boca. Supe lo que debía hacer, así que me incorporé y fui a buscar un cordel de los que utilizaba para atar los paquetes que enviaba por correo. Me até los pies con un doble nudo muy fuerte para que en el momento de la agonía no se separasen mis piernas dejando mi cuerpo en una postura indecorosa. Recé a los dioses de mi familia y les supliqué que protegieran a mis hijos, lo único que yo amaba en esos instantes, soportando la pena de tener que abandonarlos por unas ansias de venganza infinitas. Me arrodillé en el suelo y miré el cuchillo de cocina que permanecía enredado entre las sábanas, reluciente, afilado: sería el último amante que besaría mi cuello. Hice un último esfuerzo y estiré la mano para tomarlo. No me temblaba el pulso. Lo agarré con fuerza y aproximé el filo cortante a la yugular.<br />
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La hoja se deslizó por la piel produciendo un suave siseo que a mí me pareció el susurro de la muerte llamándome por mi nombre. «Voy a tu encuentro, ya voy, amiga», pensé, sabiendo que podía escuchar mis pensamientos. La sangre empezó a brotar en un intermitente chorro, salpicando las paredes e inundando el suelo, y mi cuerpo comenzó a convulsionarse. Los pies atados impidieron el descontrol de mis extremidades y caí hacia adelante, ahogándome en los borbotones del manantial de fluido que escapaba por el corte de mi garganta.<br />
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Imágenes de mi esposo amándome en nuestro lecho fueron lo último que vi antes de morir.<br />
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Desperté de pronto. La luz del sol golpeaba mi cara con fuerza, el sudor bañaba todo mi cuerpo y mi esposo se hallaba a mi lado. Todo había sido un sueño… un estúpido y muy real sueño, desde el principio hasta el final: el mercado, la conversación, el encuentro con mi abuela… mi muerte. Sonreí y deslicé mi mano bajo la sábana para tocar el cuerpo que yacía a mi lado. Estaba frío, muy frío, y no se movió cuando lo zarandeé y grité su nombre. Me asusté y aparté las sábanas dejando al descubierto el rostro amoratado de mi esposo, esa cara que tanto había amado y los labios azules que tantas veces besé. Lloré por él, pero sobre todo por mí porque ya no volvería a tenerle entre mis brazos, suspirando, jadeando contra mi boca. Por otra parte, una extraña sensación de alivio y bienestar se apoderó de mí provocándome una nueva sonrisa y, con el alma llena de satisfacción por el deber cumplido, empecé a recordar lo que sucedió la noche anterior.<br />
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Mientras me ahogaba en mi propia sangre, la muerte se aproximó a mí portando en sus manos las llaves del inframundo. Lo supe porque ella me dijo que le habían encomendado la misión de acompañar a mi alma hacia ese lugar. No merecía el cielo, pues mi muerte era indigna, ya que no trataba de reparar mi honor sino de vengar el sentimiento de pérdida que la infidelidad de mi esposo había provocado. Yo deseaba esa venganza y sólo el infierno podía ayudarme.<br />
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Traspasé las puertas junto a mi compañera y fui recibida con honores. Un ejército de demonios espeluznantes besaba mis pies dejándolos llenos de una sustancia viscosa que permitía deslizarme de forma suave y ligera sobre la superficie de fuego que cubría el suelo. Ya era una de ellos. El Señor de las Tinieblas me otorgó su protección e hizo de mí un ser maligno con poder para destruir lo que más amaba.<br />
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Me bautizaron con el nombre de Rokurokubi y me enviaron de vuelta al mundo de los vivos, con apariencia mortal para culminar mi venganza. Esa misma noche abracé a mi esposo y provoqué su deseo, lo hice cabalgar sobre mí y yo lo monté a él. En el momento del clímax mi cuello comenzó a alargarse adoptando la forma de una serpiente, larga y sinuosa, alzándose sobre los dos. Pobre idiota, cómo me miraba aterrorizado mientras mi cuello rodeaba, abrazaba y apretaba su cuerpo sudoroso. El color abandonó su rostro, los ojos salían de sus órbitas, y yo reía como hacía tiempo, cuando nuestro amor no había sido aún mancillado por la traición. Poco a poco dejó de respirar y reclinó su cabeza contra mi pecho. La alegría de verlo muerto suscitó una reacción en mi cuerpo difícil de olvidar: tuve el mejor orgasmo de mi vida y temblé de pies a cabeza mientras mi cuello se retraía volviendo a darme una apariencia normal. Me deshice de su abrazo, lo estiré en el lecho y me acurruqué a su lado buscando el cuello para beber su sangre. Creí que al amanecer me sentiría plenamente satisfecha, e incluso pensé que podría comerme su cadáver.<br />
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Ahora, a la luz del sol, me doy cuenta de que he elegido un destino incierto. No sé si deseo vivir por toda la eternidad y buscar hombres o mujeres para amarlos y saciar mi sed. Deberé vagar entre este mundo y el más allá sin descanso, matando, ahogando y mutilando a quien encuentre en mi camino.<br />
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Bien pensado, no resultará una vida aburrida: tendré todo el tiempo del mundo para encontrar a alguien que me ame de verdad.<br />
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<span style="color: red;">Carolina Márquez</span><br />
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Relato que forma parte de la antología 666 para Halloween 2012 de Paraíso4.com<br />
(Podéis descargar la antología aquí: <a href="http://www.paraiso4.com/index.php?option=com_content&view=article&id=348:ii-especial-halloween-paraiso4-666&catid=15:noticias">II Especial Halloween 666</a>)Carolinahttp://www.blogger.com/profile/03161395215900720617noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-2893519459144662737.post-90345683041341736832012-03-07T21:46:00.000+01:002012-03-07T21:46:20.979+01:00Lai Kwan o la libertad de decidir<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://4.bp.blogspot.com/-byCXxWbqP3M/T1fHQL4DIfI/AAAAAAAAEuU/n5MCJqTooWw/s1600/lai+kwan.bmp" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="http://4.bp.blogspot.com/-byCXxWbqP3M/T1fHQL4DIfI/AAAAAAAAEuU/n5MCJqTooWw/s320/lai+kwan.bmp" width="238" /></a></div><br />
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Los ojos oscuros y rasgados de Lai Kwan se cerraron al sentir la suave caricia del hombre que yacía sobre ella.<br />
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Su piel vibraba emocionada, brillante, receptiva y sensible a su tacto, a su mano resbalando por sus caderas, más suave que el tacto de la seda de sus qipao acariciando su cuerpo día tras día, siempre que no trataba de adaptarse a la moda occidental.<br />
Hong Kong sería libre algún día, al igual que ella lo sería también de la tiranía de aquel que ahora la retenía entre sus brazos, deseando huir, deseando permanecer en ellos. Sintió una mano audaz abriéndose camino a través de su cuerpo y sus sentimientos se cerraron al igual que sus ojos. La seda del vestido se rasgó en un murmullo lleno de sensualidad y calor extremo, extendiéndose sobre las sábanas del lecho compartido.<br />
<br />
Amaba a aquel hombre, no podía evitarlo, a pesar de su traición. Lo amaba...y ese amor la estaba consumiendo, la hacía morir cada vez que uno de sus dedos invadía su intimidad, cada vez que desgarraba la seda que la cubría hasta la garganta, dejando al descubierto no sólo sus pechos, sino también su corazón.<br />
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Lai Kwan se enamoró, como miles de mujeres se enamoran todos los días, todas las horas y todos los minutos. Pero el hombre escogido fue el hombre equivocado. Desde el primer minuto en que fue consciente de sus sentimientos, sabía que ese amor no arribaría a puerto seguro, no al menos a Heung Kong, el nombre que los chinos daban al puerto de Aberdeen, y que los occidentales llamaban "El Puerto de las Fragancias".<br />
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Lai recordó el altar que confeccionó en memoria de Tin-Hau, la diosa del mar, y a ella dirigió sus pensamientos:<br />
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"Si yo permanezco, dame la capacidad de aceptar. Si yo muero, mueran sus sentimientos conmigo."<br />
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Su petición a la diosa le pareció cargada de egoísmo, y quiso rectificar, quizás para hacer aún más daño, quién sabe, ni ella misma sabía lo que quería.<br />
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"Madre Tin-Hau, madre...no permitas que vuelva a desear a ninguna otra mujer, no lo consientas, salvo que su corazón cambie, salvo que ofrezca la ternura que a mí no me supo entregar. Yo, he decidido poner mi vida a tu servicio y alejarme de la esclavitud a la que su amor me condena. Voy a ser libre, por fin..."<br />
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El hombre levantó la cabeza de la almohada y percibió en la penumbra el rostro de Lai Kwan. Besó su boca con ansiedad y le prometió amor eterno, un amor en el que ni siquiera los dioses creían. Pero Lai sonreía, le habló y le invitó a compartir una fiesta de despedida en el Puerto de Las Fragancias.<br />
<br />
-¿Despedida?, ¿a dónde vas, querida?<br />
-Vuelvo a mi hogar, xiansheng.<br />
-Llévame contigo...<br />
-No, xiansheng, no es posible.<br />
-No quiero separarme de tí.<br />
-Yo sí, mi señor. Quiero verme libre de tí y lucir mis vestidos sin que sean después rasgados ni mancillados. Quiero ser respetada por mis pensamientos y mis ideas, y quiero comprobar que puedo bailar como el mar lo hace alrededor de los miles de juncos anclados en este puerto, deseando volver a recorrer las costas, hasta arribar a casa, a puerto seguro.<br />
-Lai, tú eres mía.<br />
-No soy de nadie, ni tan solo de la Madre Tin-Hau. Ella me permite escoger, tú no lo haces.<br />
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La mirada de Lai se clavó en la del hombre mientras deslizaba sobre su cuerpo un inmaculado qipao blanco bordado con flores de otoño y lo acordonaba hasta el cuello mao que aprisionaba su alma hasta dejarla sin respiración.<br />
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Un alma que hasta ese mismo instante no se sintió en libertad...<br />
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<span style="color: #a64d79;">Qipao: Vestido tradicional chino.</span><br />
<span style="color: #a64d79;">Xiansheng: Tratamiento formal chino equivalente a "señor".</span>Carolinahttp://www.blogger.com/profile/03161395215900720617noreply@blogger.com8tag:blogger.com,1999:blog-2893519459144662737.post-45663496962550724252011-10-28T03:37:00.003+02:002011-10-28T06:13:12.426+02:00RAN. Capítulo XLIV "KIBÔ" 希望. La Noche de la Esperanza<strong></strong><br />
<div style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><div style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://1.bp.blogspot.com/-f9Kbr2pdWl0/Tqm0Z8DIBII/AAAAAAAAEow/DYi8mRD75pM/s1600/samurais15.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; cssfloat: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="256px" ida="true" src="http://1.bp.blogspot.com/-f9Kbr2pdWl0/Tqm0Z8DIBII/AAAAAAAAEow/DYi8mRD75pM/s320/samurais15.jpg" width="320px" /></a></div><div style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><div style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><div style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><div style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><div style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><div style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><strong>Shi o mae ni</strong></div><div style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><strong>Suzushi kaze</strong></div><br />
<span style="font-size: x-small;">Ante la muerte</span><br />
<span style="font-size: x-small;">El frescor del viento</span><br />
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No podían esperar más. <br />
El tiempo apremiaba y debían dejar zanjado el asunto antes del amanecer. El prisionero estaba preparado para asumir su destino con todas las consecuencias y todos lo sabían, absolutamente todos. Únicamente bastaba la decisión del filo cortante de un tantô y la sentencia de una katana para poner fin al sufrimiento del soldado y concederle una salida digna y honorable. Una entrada al Kami no Michi, el Camino de los Dioses que le conduciría a la paz eterna y a la restauración del honor perdido en la guerra. Ônin se estaba cobrando ya demasiadas vidas y aun vendrían muchas más. Pero esto era por completo necesario. Jamás ningún soldado permitiría ser ejecutado sin antes cometer el último acto de valentía que le ofrecía el código del samurái: morir empuñando su arma. Si ésto no se producía durante la batalla, debía producirse cometiendo el honorable seppuku, el suicidio ritual.<br />
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El hombre al que se le llamó Kasumi desde que vio la luz del sol hacía veintitrés años anduvo despacio en dirección al jardín que rodeaba el templo de la Eterna Soledad. Los troncos del bambú que apagaban la luz creciente de la luna y no permitían el acceso a los primeros rayos del alba, parecían ofrecer su eterna protección a las miradas extrañas. Una especie de intimidad se apoderó del recinto, dejando un espacio confortable para un acto tan solemne como es abandonar este mundo por voluntad propia.<br />
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Gaman lo observaba con ojos cansados empuñando con fuerza a Fuyu, su katana, la cual empezaba a arder bajo su mano como la nieve arde con su frío absoluto en pleno invierno. Fuyu conocía la intención de su dueño. El arma afilada vibraba sabiendo que iba a servir al respetuoso encargo de un kaushaku:, un verdugo que separaría la cabeza del cuerpo antes de que la agonía fuera insoportable. Cortar una vida para evitar su sufrimiento y alcanzar rápidamente el camino a la gloria. La espada estaba impaciente por cumplir con su cometido y dar descanso eterno a quien lo había solicitado con humildad. La mano de Gaman conectó con la tsuba de Fuyu, el guardamanos decorado con hojas de cerezo y no con flores, pues éstas eran demasiado respetadas por su familia como para grabarlas en ninguna parte de sus sables. Se conformaban con acompañarse de las hojas del árbol tradicional del Imperio. Gaman y Fuyu se sentían unidos: un solo ser que debía cumplir la misión de abrir las puertas del cielo a un guerrero.<br />
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La noche que terminaría dentro de pocos minutos daba paso a una nueva esperanza. No todo podía darse por perdido si cada uno de los soldados del Imperio podía conservar intacto su honor a través de una tradición respetada y aceptada por todo un pueblo. Ese honor que impulsaba a un hombre a dar su vida para reparar las injusticias cometidas, podía ser la clave de la solución del conflicto entre hermanos. Ashikaga y sus hombres reflexionaban sobre ello mientras sus miradas acompañaban al guerrero hacia su tránsito a una nueva vida. La angustia se reflejaba en todos y cada uno de los rostros de los allí presentes. El gobernador Ashikaga sentía una mezcla de repugnancia y admiración que lo llevó a inclinar la cabeza y respirar hondo. La muerte nunca resulta agradable, por muy curtido que se esté en la batalla y él no lo estaba, no hasta entonces, cuando desde hacía mucho tiempo estaba protegido en la seguridad de su palacio en Kyoto. Hacía años que no empuñaba su sable y ahora sentía un ahogo que amenazaba con sofocar su corazón. La muerte, de nuevo, volvía a su entendimiento, y siempre le pareció una señora que le cortejaría en la distancia, con sus inquietos abanicos envolviéndolo y elevándolo hasta alcanzar los rayos del sol. Pero no como la percibía ahora: una cortesana seduciendo a un simple soldado. De todas formas podía alcanzar a vislumbrar el acto de amor que suponía para el traidor abrazar a la gran dama<br />
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La inminente luz del sol amenazaba con invadir la intimidad creada por las sombras.<br />
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Taro, el general de confianza de Ashikaga, también se dejaba llevar por oscuros pensamientos. No sentía simpatía por el Hijo de la Niebla, pero sí se hallaba confuso y no deseaba el final que estaba a punto de presenciar. El seppuku era el acto más honorable que pudiera cometer un soldado, sin embargo no deseaba presenciarlo. No, ese acto era inconcebible para él, aunque formara parte de sus tradiciones. Cerró los ojos y tomó aire, soportando la presión en sus pulmones hasta que todo terminara. Quizás, con un poco de suerte, hubiera dejado de respirar junto con el soldado que iba a morir. Eso lo decidirían los Kami....<br />
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Los primeros rayos del alba golpearon a Nakamura como una piedra impacta con otra lanzada desde cierta distancia, con fuerza y velocidad, desgarrando materia y desprendiendo partículas de calor. No deseaba presenciar la ceremonia que se desarrollaba ante sus ojos. ¡Diablos!, no, no lo deseaba. Aunque era partidario de esa tradición reparadora del honor, tenía el estómago revuelto y suplicaba a los dioses no hallarse en ese lugar, ni en ese momento. Deseaba sumirse en un profundo sueño en el que la realidad se transformara en un paraíso delicioso, junto a la mujer que amaba. Pero el ruído de unos pasos húmedos, sobre el suelo embarrado de los jardines del templo, le obligaron a a abrir los ojos y volver a la realidad que no deseaba vivir.<br />
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Siempre que la luna dejaba paso al sol ardiente del amanecer, Takeshi volvía a sentir el vínculo que le unía a su padre: Tetsuya...y la voz que un día le impulsó a luchar: <br />
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<em> "Musuko, el viento se está haciendo cada vez más fuerte, imparable, convirtiéndose en un ciclón que arrasará todo cuanto encuentre a su paso. Tu fuerza está en tu nombre y en tu corazón. Si hay algo que el viento no puede arrastrar es la piedra, si hay algo que no puede doblar es la espada. Haz honor a tu nombre y al de tu familia. Sé la piedra y la espada, nada ni nadie podrá vencerte, y, tomes la decisión que tomes, estaré a tu lado".</em><br />
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Takeshi dobló su cuerpo sobre su montura, intentando encontrar el aire puro que le faltaba en esos instantes.<br />
El soldado se aferró a Kamikaze intentando con ese movimiento que su corcel le arrastrara de ese momento que no deseaba vivir.<br />
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Kasumi se aproximó al lugar indicado, alzó los ojos al cielo y susurró una oración.<br />
Gaman desenfundó a Fuyu, preparado para recibir la señal.<br />
El camino de los dioses comenzaba a abrir sus puertas.<br />
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<span style="color: #a64d79;">KIBÔ 希望 : Esperanza.</span><br />
<span style="color: #a64d79;">FUYU 冬 : Invierno.</span><br />
<span style="color: #a64d79;"><span style="color: #a64d79;">KAISHAKU (KAISHAKUNIN) 介錯人. : Es la persona encargada de hacer de segundo durante el seppuku, su deber es la decapitación del suicida durante su agonía. Solía recurrirse a grandes maestros en el arte de la espada.</span></span> <br />
<span style="color: #a64d79;"></span><br />
<span style="color: #a64d79;"><span style="color: black;"></span>Aparte del propósito, evitar una angustia prolongada hasta la muerte, se evita tanto al muerto como a quienes lo observan el espectáculo de los retorcimientos y agonía que siguen.</span> <br />
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<strong>Haiku:</strong><br />
<strong>Taneda Santôka (1882-1940). Traducción de Vicente Haya y Hiroko Tsuji.</strong><br />
<br />
<strong><span style="font-size: xx-small;">Este relato es propiedad de su autora y está protegido</span></strong><br />
<div class="separator" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none; clear: both; text-align: center;"></div>Carolinahttp://www.blogger.com/profile/03161395215900720617noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2893519459144662737.post-18849746726504043062011-08-07T19:01:00.001+02:002011-08-07T20:57:01.124+02:00RAN. Capítulo XLIII "YUIGON" 遺言. La Última Voluntad.<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://1.bp.blogspot.com/-xZYWGT2hWs4/TdQALcIORpI/AAAAAAAAEh0/wG37QapdYKM/s1600/seppuku12.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; cssfloat: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320px" j8="true" src="http://1.bp.blogspot.com/-xZYWGT2hWs4/TdQALcIORpI/AAAAAAAAEh0/wG37QapdYKM/s320/seppuku12.jpg" width="288px" /></a></div><blockquote> </blockquote><br />
<strong>Chiri wa mina</strong><br />
<strong>Sakura narikeri</strong><br />
<strong>Tera no kure</strong><br />
<br />
<span style="font-size: x-small;">Hoy la basura</span><br />
<span style="font-size: x-small;">Son flores del cerezo</span><br />
<span style="font-size: x-small;">Tarde en un templo</span><br />
<br />
<br />
<br />
<br />
<br />
<br />
<br />
<br />
<br />
El bambú vertía su sombra sobre el pequeño ventanuco de la celda donde Kasumi se hallaba recluído. La mano que sintió sobre su hombro era reconfortante, al igual que la sombra de la planta que parecía amenazar con aplastar el templo de La Eterna Soledad. Y precisamente esa soledad era la que en esos instantes atravesaba los huesos del Hijo de la Niebla, como cuchillos afilados desgarrando músculos y carne, cebándose en él y en su conciencia. El general Kazahaya posiblemente habría recibido ya la justicia de manos del señor Hosokawa, nunca lo sabría. A él únicamente le quedaba la posibilidad de pedir clemencia y jurar nueva lealtad al clan para tener una muerte digna. Eso lo conocería en pocos minutos.<br />
<br />
El sacerdote apretó la mano que descansaba sobre el hombro de Kasumi. No deseaba que sufriera más preguntándose cuál sería su destino final, aunque ya debía intuir algo a esas alturas. Gaman se colocó frente al soldado de forma que sus ojos quedaran a la altura de su mirada. Las sombras del bambú se cernían sobre las dos figuras y la noche cerrada era un símbolo para compartir confidencias y arrepentimientos.<br />
<br />
-Kasumi... tu Señor, Yamana, está aquí. Ha venido para reclamar tu alma.<br />
-Viejo diablo, lo intuía... este día debía llegar y me alegra que por fin lo haya hecho.<br />
-Sabes qué destino te aguarda.<br />
-Espero que sea el más honorable.<br />
Gaman extrajo de las mangas de su hábito tres folios polvorientos y amarillos. Se los ofreció a Kasumi junto a una pluma para que escribiera su yuigon... su testamento y sus últimas palabras como hombre y como samurái.<br />
<br />
-¿Sabes una cosa, viejo sacerdote? Prefiero la muerte mil veces a vivir como un ronin, un paria despojado de su Señor y de su honor.<br />
-No es malo ser un hombre ola, un vagabundo errante... muchos ronin lo son porque han perdido a su Señor, pero conservan su honor intacto. <br />
Kasumi alzó la mirada al cielo y suspiró con tristeza.<br />
-Pero yo sí he perdido mi honor y quiero recuperarlo. En mi yuigon juraré de nuevo lealtad al clan y partiré con el alma en paz. Sólo deseo pedirte una cosa.<br />
-Habla, hijo mío. Tu deseo será concedido.<br />
-Quiero que seas mi kaishaku y separes mi cabeza de mi cuerpo en el momento en que sufra la agonía más insoportable que pueda sentir un ser humano. Prométeme que estarás conmigo y que actuarás según mis deseos.<br />
-Lo prometo, Kasumi. Para mí será un honor complacerte y acompañarte en tu viaje hacia la morada de los dioses.<br />
<br />
Dichas estas palabras los dos hombres se miraron y la visión de Gaman se tornó vidriosa. No podía creer que Kasumi, el guerrero deshonrado, le pidiera ser parte de los últimos instantes de su vida. Para cualquier persona honorable constituía un grandísimo honor ser el kaishaku de un guerrero, su asistente en el seppuku, el suicidio ritual que reparaba el honor perdido y la dignidad con la que alguna vez actuó el condenado en su vida. Un ritual que le devolvía la paz y lo inmolaba en el altar dedicado a los dioses del país, reconciliándose con su familia y su clan a pesar del dolor innombrable que suponía el tránsito hacia esa nueva vida.<br />
Gaman suspiró profundamente aspirando el aroma de los cerezos que rodeaban el templo y apreciando la inmensidad y grandeza del bosque de bambú que cobijaba y ofrecía frescura a la par que protección al Templo de la Soledad. Cerró los ojos y se inclinó ante el hombre que tenía ante él en señal de profundo respeto y admiración.<br />
<br />
-¡Hai!, -dijo el sacerdote con firmeza y determinación-. Seré tu kaishaku... el mayor honor que se me ha concedido en esta vida. Esta tarde en el templo un nuevo cerezo florecerá de entre la miseria y la indignidad, para convertirse en el árbol más hermoso de la morada de los Kami. No te defraudaré, Kasumi,- el anciano suspiró-. Seré tu vínculo con el Más Allá y juro por mi propia vida que tu muerte será rápida y pronto alcanzarás la paz que tanto deseas.<br />
Kasumi lo miró de frente con un brillo en sus ojos que reflejaban tanto su calma como la ansiedad de alcanzar ese nuevo estatus de divinidad que solo un sacrificio personal unido al arrepentimiento más profundo podrían ayudarle a conseguir. Necesitaba el perdón como un sediento necesita agua para saciar la sed. Eso era algo que conocía desde que se llevó a la concubina para negociar con ella. Sabía que llegaría el día en que se arrepentiría. Ese conocimiento le condujo a la conclusión de que, después de todo, seguía conservando su lealtad y su alma intacta. Pero había llegado el momento de demostrarlo y estaba dispuesto a ello. Alargó su mano hasta dejarla descansar sobre el hombro de Gaman e inclinó la cabeza posando sus ojos en las manos deformadas por la edad que descansaban lánguidas en el regazo del viejo sacerdote.<br />
<br />
-Amigo... sé que tu mano, a pesar de la edad, no temblará en el instante final. Ahora me siento tranquilo y por ello te pido unos minutos de soledad para redactar mi yuigon, hecho lo cual, mi destino se habrá cumplido y yo estaré dispuesto para encontrarme con los dioses.<br />
-Sea del modo en que deseas, Kasumi. -El viejo sacerdote se sentía contento a pesar de las circunstancias.- Has cambiado mucho. La proximidad de la Señora nos cambia a todos. La Muerte hace que nuestros caminos se tornen rectos y que nuestros espíritus sigan la senda marcada por el honor y el respeto a nuestro clan y las tradiciones de un pueblo milenario. Deseo que los dioses iluminen tus últimas palabras y que te reciban en su Paraíso. El arrepentimiento que demuestras es digno de ser tenido en cuenta por los protectores de nuestras creencias. Ve en paz Kasumi, Hijo de la Niebla, y que tengas un buen viaje. Te juro por mi alma que no dejaré que sufras demasiado tiempo.<br />
<br />
El anciano guardián del templo de la Eterna Soledad giró en sentido a la puerta de la celda decidido a abandonarla. Su cuerpo parecía más encorvado que unos minutos antes, pues el peso de lo que debía hacer y su compromiso con Kasumi lo entristecían hasta el infinito. Ser un kaishaku, un asistente al suicidio era un honor, pero también un lastre para su cansado corazón. Cruzó las puertas de la mísera celda, se detuvo unos segundos eternos y no volvió la vista atrás.<br />
<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://2.bp.blogspot.com/-Q7KAoHsoEcU/Tj6kGsccQTI/AAAAAAAAEjw/2WWNXj8O0o8/s1600/01seppuku.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320px" src="http://2.bp.blogspot.com/-Q7KAoHsoEcU/Tj6kGsccQTI/AAAAAAAAEjw/2WWNXj8O0o8/s320/01seppuku.jpg" t$="true" width="229px" /></a></div><br />
<br />
Al abandonar Gaman la pequeña celda, Kasumi se sumió en un profundo abatimiento. Alzó la cabeza y miró hacia el techo de la estancia queriendo atravesarlo, deseando llegar cuanto antes al cielo que se le prometía después de cometer el último y único acto honorable de su vida confusa y miserable. Ahora debía redactar su yuigón, su última voluntad y testamento.<br />
Tomó las amarillentas hojas que le proporcionó el sacerdote y la pluma. Descubrió que el viejo monje también le había proporcionado la tinta que le ayudaría a redactar sus últimas palabras. Se sentó en el suelo con gran esfuerzo y, apoyando el papel en sus rodillas, comenzó a escribir.<br />
<br />
"Japón, el día no lo recuerdo, del año 1467 en el glorioso Imperio que ve nacer el sol.<br />
Este es el día en que mi vida llega a su final. <br />
Pertenezco al clan Yamana, de mi Señor Yamana Sôzen y soy un traidor.<br />
Me arrepiento de haber sido hijo de la Niebla y de dejar que sus brumas confundieran mi mente, mis pensamientos y mis hechos. He cometido actos que me avergüenzan profundamente. He sido desleal a mi clan y debo entregarle mi vida, esperando que mi alma inmortal alcance el Cielo que como soldado no supe ganar.<br />
He aquí mi último deseo y voluntad.<br />
Juro de nuevo lealtad a Yamana y a su glorioso clan. El destino quiso que yo sirviera a la familia más honorable de este imperio. No sé cómo pedir perdón y no sé cómo hacer para ser de nuevo admitido en su seno salvo morir por mi propia mano. Ese es mi destino y lo cumpliré fielmente. He pedido a Gaman, sacerdote del templo Kodoku, que me acompañe en los últimos instantes de mi vida en este mundo.<br />
Quiero volver a ser un soldado, empuñar mi katana al servicio de mi familia. <br />
Quiero sentir de nuevo el calor de los míos y dar mi vida por ellos.<br />
Eso es lo que voy a hacer en unos instantes.<br />
Deseo que mis pocas propiedades sean devueltas a mi Señor, para que les dé un destino digno y sean cuidadas y protegidas para el mayor bien de mi pueblo.<br />
Los dioses y mi Señor me han dado la oportunidad de rectificar y a solo a ellos debo mi respeto y mi vida, la cual ofrezco gustosamente y con alegría. Abandono este mundo con felicidad y con el respeto que siento hacia mi Señor.<br />
Kami... hacia vosotros dirijo mi última plegaria.<br />
Vosotros, dioses de mi pueblo, tened la gracia de acogerme en vuestro cielo.<br />
Proteged al Imperio y dejadme participar en ese empeño.<br />
Que el sol naciente ilumine por siempre nuestras vidas, y que la paz alcance cada corazón que existe, vive y respira.<br />
Que así sea por siempre y que cada alma busque el entendimiento entre hermanos.<br />
Velaré desde la Eternidad para que se cumpla.<br />
<br />
Kasumi, hijo del clan Yamana, al servicio del Imperio."<br />
<br />
Las sombras proyectadas por el bambú arroparon las últimas palabras de Kasumi y el cielo volvió a descargar su furia en forma de lluvia torrencial. Quien pudiera haberlo visto y sentido, diría que los dioses lloraban y reían a la vez, esperando al Hijo de la Niebla, el soldado que pudo recuperar su honor y que pronto ocuparía su lugar junto a los guerreros caídos en una guerra sin sentido.<br />
Eso sucedería pronto, muy pronto...<br />
<br />
<br />
<span style="color: #a64d79;">YUIGON : Última voluntad, testamento que redacta una persona que va a cometer seppuku (suicidio ritual).<br />
KAISHAKU : Ayudante en el suicidio. </span><br />
<span style="color: #a64d79;">HAI : "Sí", afirmación.</span><br />
<span style="color: #a64d79;">KAMI : Dioses sintoístas de japón.</span><br />
<br />
<br />
<strong>Haiku:</strong><br />
<strong>Tan Taigi (1709-1771). Traducción de Antonio Cabezas.</strong><br />
<br />
<span style="font-size: xx-small;"><strong>Este relato es propiedad de su autora y está protegido.</strong></span>Carolinahttp://www.blogger.com/profile/03161395215900720617noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-2893519459144662737.post-54010495084936177722011-03-09T22:01:00.000+01:002011-03-09T22:01:47.580+01:00RAN. Capítulo XLII "UNMEI" 運命. El Destino de un Traidor<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://lh4.googleusercontent.com/-RpHqdHJ9xNk/TW00Bbb14-I/AAAAAAAAEeM/-thZfWAgsnU/s1600/a_el_fantasma.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; cssfloat: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="320" l6="true" src="https://lh4.googleusercontent.com/-RpHqdHJ9xNk/TW00Bbb14-I/AAAAAAAAEeM/-thZfWAgsnU/s320/a_el_fantasma.jpg" width="250" /></a></div><br />
<br />
<strong>Hô-sange</strong><br />
<strong>Sunawashi shirenu</strong><br />
<strong>Yukue kana</strong><br />
<br />
<span style="font-size: x-small;">Magnolia caída</span><br />
<span style="font-size: x-small;">Nadie sabe</span><br />
<span style="font-size: x-small;">Tu destino</span><br />
<strong></strong><br />
<br />
<strong>Doblan su tallo</strong><br />
<strong>Los capullos marchitos</strong><br />
<strong>Bajo la nieve</strong><br />
<br />
<br />
<br />
<br />
<br />
<br />
Los nuevos visitantes atravesaron las puertas del templo Kodoku con paso solemne, provocando un sonido peculiar a medida que sus sables golpeaban suavemente las armaduras que cubrían sus cuerpos. El sacerdote continuaba manteniendo la sonrisa con la que los había recibido: el destino del traidor iba a cumplirse en poco tiempo y ello le producía una gran satisfacción. La Justicia siempre reclamaba su parte, tarde o temprano y aquella vez no sería diferente. También el gran señor sonreía. Hacía mucho tiempo que esperaba con ansiedad este momento, el que Gaman le profetizó que muy pronto habría de llegar.<br />
<br />
-<em>Ohayou gozaimasu</em>, viejo amigo. Hoy es un gran día. <br />
-Efectivamente, gran señor, lo es. Os dije que este día no tardaría en llegar, tal y como vislumbré en mis sueños. El Hijo de la Niebla es vuestro, pero os rogaría que antes de entregároslo me permitiérais hablar con él y explicarle lo que el destino le tiene reservado.<br />
-Sea como dices, pero no podemos perder mucho tiempo. Existen nuevos clanes que se han alzado contra nosotros y debemos hacer planes para combatirlos.<br />
-Me llevará poco tiempo, mi señor Yamana Sôzen. Muy poco tiempo...<br />
<br />
***<br />
<br />
En uno de los rincones de la amplia estancia del palacio Uesugi donde aun permanecían las mujeres, Hoshi luchaba contra la rígida tela de la ropa interior que escogió para vestirse, empeñada en hacer pasar sus caderas por un estrecho agujero de seda dos veces menor que aquéllas. Hanako la miraba de reojo y suspiró ruidosamente. Hoshi arqueó una ceja en forma de interrogación como si la retara a hacer un comentario. Al no obtener ningún resultado, decidió seguir peleando contra la tela como si fuera el enemigo a derrotar. Bara intentaba también enfundarse un kimono y estaba poniéndose muy nerviosa. Dirigió sus pasos hacia Hoshi y le arrancó la ropa de las manos, provocando que la antigua sirvienta cayera al suelo y arrastrara consigo toda la decoración que encontró al paso de su cuerpo, siguiendo los dictados de la ley de la gravedad y causando un terrible estruendo cuyos ecos hubieran podido llegar al otro extremo del país. Hoshi se levantó rápidamente intentando sostener entre sus pequeñas manos una figura de jade y plata que había quedado enredada entre las ropas y que amenazaba con causar mucho ruido si llegaba a tocar el suelo. Hanako lanzó a las dos mujeres una mirada cargada de reproches, exigiéndoles silencio y compostura. Estaba más que segura de que corrían un serio peligro si continuaban con la actitud despreocupada con la que hasta ahora se habían comportado en el palacio, y la Flor de Oriente apreciaba mucho su cabeza como para arriesgarse a perderla en un lugar como aquél.<br />
<br />
-Amigas, por vuestros antepasados que estarán sin duda revolviéndose en sus tumbas... ¿queréis dejar de hacer el idiota de una vez? Estáis formando un gran alboroto y no me extrañaría que quisieran perdernos de vista muy pronto si seguimos desafiando las normas de Tsubame y no estamos listas para la presentación.<br />
-Ay, -suspiró Hoshi exageradamente comenzando a dar vueltas por la estancia sujetando el obi de un kimono como si danzara con él- si mi general contemplara lo hermosa que estoy con estas ropas tan lujosas os aseguro que perdería del todo su cabeza por mí.<br />
-Tu querido general lo que haría seguramente es darte unos buenos azotes en tu hermoso trasero cubierto de seda, y si continúas así lo más probable es que seas tú quien pierda la cabeza por obra de alguna espada ansiosa de hacerte callar la boca. -Hanako respiró hondo antes de proseguir con su regañina- Mira Hoshi, vamos a terminar de vestirnos y comparezcamos ante Uesugi. Lo importante es saber qué planes tiene con respecto a nosotras y mientras tanto, debemos observar y memorizar todos los detalles sobre el palacio. Hemos de encontrar la forma de escapar y avisar a nuestros soldados, pues algo me hace intuir que este clan piensa iniciar una ofensiva contra el señor Yamana muy pronto.<br />
-¿Cómo estás tan segura? -intervino Bara, quien las miraba asomando la cabeza tras un enorme byôbu de dos paneles en el que se hallaban representadas enormes magnolias lacadas que reflejaban la luz de un sol imaginario-. Hanako, cuéntanos cuáles son tus sospechas.<br />
-Es algo inexplicable, Bara. Es una desagradable opresión que siento en el pecho y en el estómago, como una premonición de que algo grave sucederá que nos complicará la existencia a todos.<br />
-Eso es que te sentó mal la comida que nos dieron antes, querida, -replicó Hoshi mientras intentaba desenredar sus ropas del nudo que ella misma había formado- no olvides que el pescado no suele sentarte bien.<br />
-Ah, mi Hoshi, hermana... a veces yo misma te daría esos azotes que mereces, pero entonces dejaría de ser una delicada flor sin más para convertirme en una rosa con espinas. Como Bara.<br />
<br />
Las tres mujeres se miraron fijamente y estallaron en sonoras carcajadas sin importarles ya el ruido que pudieran hacer, deseando en el fondo de sus corazones aliviar con aquellas risas la tensión y el nerviosismo en los que habían estado viviendo los últimos días. Los soldados que se encontraban al otro lado de las puertas y que custodiaban la estancia donde se hallaban recluidas las mujeres, no pudieron evitar reir también ante el alboroto desarrollado por aquellas hermosas pero ingenuas prisioneras.<br />
<br />
***<br />
<br />
Algo no iba bien, nada bien. Para Kasumi, El Hijo de la Niebla, las cosas empezaban a torcerse y a tomar un rumbo desconocido que no presagiaba nada bueno. Llevaba muchas horas esperando, demasiadas para suponer que Ashikaga y sus soldados aún permanecían en el templo. Tenían prisa por rescatar a sus mujeres y debían haber partido hacia teritorio Uesugi. Pero lo extraño era que lo hubiesen abandonado en el templo Kudoku en compañía de un viejo y loco sacerdote y de unos pocos monjes novicios así, sin más. Si lo que pretendían era encerrarlo en ese antro de por vida, no iban a lograrlo, encontraría la forma de escapar. Pero no, no se trataba de eso, seguro. Algo estaba ocurriendo, lo intuía y comenzó a sentirse mareado al comprender instintivamente que aquello era el final, su final, y que muy pronto su destino le sería dado a conocer y que no habría forma alguna de evitar que se cumpliera.<br />
Ensimismado en sus angustiosos pensamientos no advirtió que alguien había entrado en la pequeña celda y que ahora se hallaba a pocos pasos de distancia. Cuando advirtió la presencia de otra persona junto a él, supo al instante que se trataba de Gaman, ese viejo y loco sacerdote que sería su guía espiritual en las próximas horas, las últimas de su vida.<br />
<br />
<br />
<span style="color: #a64d79;">UNMEI 運命 : Destino. </span><br />
<span style="color: #a64d79;">"OHAYOU GOZAIMASU" おはよう ございます : "Buenos días".</span><br />
<span style="color: #a64d79;">OBI : Faja ancha para sujetar el kimono.</span><br />
<span style="color: #a64d79;">BYÔBU <span class="t_nihongo_kanji" lang="ja" xml:lang="ja">屏風 : Biombo ( Byō “protección”+ bu“viento”). El término significa, en sentido figurado, la "pantallas de protección contra el viento" que se refiere a que el propósito original del biombo evitaba que el viento soplara dentro de las habitaciones.</span></span><br />
<br />
<strong>Haikus:</strong><br />
<strong>Kawabata Bôsha (1900-1941). Traducción Ricardo de la Fuente, Yutaka Kawamoto.</strong><br />
<strong>"Doblan su tallo". Mercedes Pérez -Kotori-. El reflejo de Uzume.</strong><br />
<br />
<span style="font-size: xx-small;">Este relato es propiedad de su autora y está protegido.</span>Carolinahttp://www.blogger.com/profile/03161395215900720617noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-2893519459144662737.post-63349511380241290302011-02-20T02:40:00.003+01:002011-02-20T21:39:43.074+01:00RAN. Capítulo XLI "TSUBAME" 燕. El Nido de la Golondrina<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://3.bp.blogspot.com/-0g9i7sgJIes/TWBZ_eIhgnI/AAAAAAAAEdw/dIQeVS60F8s/s1600/foto-a-vista-de-pajaro.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; cssfloat: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" j6="true" src="http://3.bp.blogspot.com/-0g9i7sgJIes/TWBZ_eIhgnI/AAAAAAAAEdw/dIQeVS60F8s/s1600/foto-a-vista-de-pajaro.jpg" /></a></div><strong>Mizu ni tsurete</strong><br />
<strong>Nagaruru yô na</strong><br />
<strong>Tsubame kana</strong><br />
<br />
<span style="font-size: x-small;">Siguiendo el agua</span><br />
<span style="font-size: x-small;">Se va, fluyendo acaso,</span><br />
<span style="font-size: x-small;">La golondrina</span><br />
<br />
<br />
Tan pronto despuntó el alba los hombres emprendieron el camino y abandonaron el templo dejando al traidor Kasumi al cuidado del viejo sacerdote. Takeshi no era partidario de cargar con esa responsabilidad a Gaman, pero Taro lo convenció después de asegurarle enigmáticamente que "todo estaría bien y que el destino del Hijo de la Niebla se había cumplido". No quiso preguntar ni saber a qué se refería el general, pero comprendió de alguna forma que no volvería a ver a aquel soldado jamás. Miró hacia atrás y vislumbró los cerezos que pronto florecerían y que parecían dormir junto a los muros del templo. Lo que sucediera tras esas paredes de piedra a partir de ese instante, ya nada tendría que ver con ellos. Suspiró profundamente y desvió la mirada hacia el cielo gris y lluvioso susurrando una oración a los dioses. Lo único que deseaba era que por fin se hiciera justicia.<br />
<br />
Minutos después de que el último jinete se perdiera de vista, Gaman abrió de nuevo las puertas del templo. Esperaba a sus nuevos visitantes, pues ya hacía días que envió un mensajero para dar cuenta sobre el suceso que aún no se había producido pero que el sacerdote previó en sus sueños sobre el futuro. Las puertas giraron sobre sus goznes provocando un sonido parecido a un lamento. Los primeros rayos del sol iluminaron el rostro de Gaman, quien sonreía abiertamente a los hombres que acababan de abandonar a sus monturas, permitiéndolas pastar libremente. El sacerdote se hizo a un lado para franquearles la entrada y se inclinó en un ángulo casi imposible para su viejo cuerpo.<br />
<br />
-Bienvenido seáis, mi Señor. Os estaba esperando...<br />
<br />
***<br />
<br />
En el palacio Uesugi las mujeres mataban el tiempo relatando viejas historias oídas de boca de sus madres, de sus abuelas, como si aquellos pequeños cuentos que todas conocían tan bien las ayudaran a regresar a la seguridad del hogar aunque fuera solo a través de la imaginación. A veces se animaban a ponerse en pie y bailaban al compás de la música que escapaba de una de las estancias adyacentes a aquella donde ahora se encontraban, aisladas de todo cuanto sucedía en el exterior. Hanako calculaba que debían llevar casi una semana confinadas en el palacio y aún no sabían cuáles eran las intenciones de sus captores. En el mismo instante en que estos pensamientos discurrían por su mente, las puertas de la sala se abrieron de par en par dando paso a un pequeño ejército de eunucos que portaban fardos de ropa muy lujosa, kimonos, joyas, todo tipo de flores: crisantemos, rosas, buganvillias, sakuras...; otros portaban perfumes y surippas para ser calzadas por delicados pies. Todas se maravillaron ante tanta riqueza, si bien Hanako era la que más acostumbrada había estado a aquello por su vida anterior como concubina del hombre más poderoso de Japón. Bara miraba aquella ostentación con ojos entrecerrados; era una mujer desconfiada por naturaleza y se preguntaba qué sentido tendría lo que a una ingenua mujer pudiera parecerle el regalo más halagador que le hicieran nunca. Hoshi tenía la boca abierta, tan abierta, que podría haberse tragado un tigre sin la menor molestia. La Flor le dió un codazo en el costado para que la cerrara y Hoshi soltó un gemido de consternación.<br />
<br />
Los eunucos fueron depositando los presentes encima de los cojines de seda que cubrían gran parte del suelo de la estancia, delicadamente, como si estuvieran dejando caer las nuevas semillas de una futura cosecha en los fértiles campos de arroz. La magia del momento fue interrumpida en el instante en que hizo acto de presencia una mujer entrada en años pero que aún conservaba un porte elegante y altivo y una mirada penetrante en sus pequeños ojos rasgados, finos como la línea del horizonte, una línea que indicaba que no debía traspasarse bajo ningún concepto. La mujer desprendía carisma y poder a través de su forma de caminar y del movimiento de sus manos. Hoshi volvía a tener la boca abierta y en esta ocasión podría haberse tragado un caballo. Bara la obligó a cerrarla con un firme pisotón que la hizo fruncir el ceño y lanzar un quejido. La noble señora, porque debía ser noble según razonaban las mujeres, se aproximó hacia ellas con deliberada lentitud.<br />
<br />
-Me llamo Uesugi Tsubame y soy la matriarca del clan Uesugi.<br />
<br />
Bara y Hanako se miraron preguntándose qué demonios significaba toda aquella parafernalia y ceremonia mientras Hoshi susurraba por lo bajo clamando al cielo.<br />
<br />
-Si si, golondrina.. con esa cara avinagrada parece un grajo, ¡caramba!<br />
-Shhhsssss, calla, que te van a oir... -le dijo Bara al oído, propinándole un puntapié en la espinilla que provocó que Hoshi viera a sus tocayas, las estrellas.<br />
-Hoshi, por los Kami, cállate la boca,-susurró Hanako-. ¿Es que quieres que nos corten la cabeza?<br />
-Tranquila, que esa señora no podría levantar una espada ni con la ayuda de todos los dioses del sintoísmo.<br />
-Te olvidas de los soldados que la acompañan...-volvió a susurrar Hanako.<br />
-Ah, esos,- replicó Hoshi-. Mejor me callo entonces.<br />
-Es lo mejor que puedes hacer en este momento.<br />
<br />
Tsubame carraspeó para llamar la atención de aquellas insignificantes mujeres que habían osado interrumpirla y prosiguió con su discurso.<br />
<br />
-Os hago entrega de estos presentes en nombre de mi hijo. Debéis vestiros con estas ropas y presentaros ante él en la Gran Sala de los Espejos. Es mi decisión y mi orden y a ella debéis someteros.<br />
Un nuevo susurro se percibió en la estancia.<br />
<br />
-Será bruja, la muy grajo, malos espíritus la...<br />
-Calla, Hoshi, calla, por lo que más quieras, o te parto en dos....- Hanako ya no sabía cómo detener la lengua de Hoshi, así que volvió a darle un codazo, esta vez entre las costillas.- O te callas o haré de tí comida para el amigo kitsune, mejor aliado que tú seguro que sería en estos momentos.<br />
<br />
La matriarca retó a las mujeres a desobedecerla a través de su mirada oscura, cortada por la línea que semejaba a un horizonte de contornos indefinidos y desconocidos. Con un movimiento de cabeza indicó a los eunucos que se retirasen y volvió a mirar a las muchachas.<br />
<br />
-Vestíos,- ordenó con voz poderosa y salió de la estancia como el diablo que desea volver a sus aposentos en el confortable calor del infierno.<br />
Hoshi volvió a susurrar.<br />
<br />
-¿Y ahora qué hacemos? ¿Nos vestimos?<br />
-Por los Kami, Hoshi, cállate ya de una vez,- susurró también Hanako.<br />
<br />
<br />
<br />
<span style="color: #a64d79;">TSUBAME 燕 : Golondrina, también paloma.</span><br />
<span style="color: #a64d79;">SURIPPA スリッパ : Sandalia, zapatilla.</span><br />
<span style="color: #a64d79;">KITSUNE 狐 : Zorro.</span><br />
<br />
<strong>Haiku:</strong><br />
<strong>Shînomoto Saimaro (1656-1737). Traducción de Fernando Rodríguez-Izquierdo.</strong><br />
<br />
<strong><span style="font-size: xx-small;">Este relato es propiedad de su autora y está protegido.</span></strong>Carolinahttp://www.blogger.com/profile/03161395215900720617noreply@blogger.com13tag:blogger.com,1999:blog-2893519459144662737.post-74827031016551762292011-01-28T16:55:00.002+01:002011-02-16T13:26:19.139+01:00RAN. Capítulo XL "GAMAN" 我慢. La Paciencia Perseverante<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://1.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TT9KqXkQBII/AAAAAAAAEa8/hNTW9rGSxSE/s1600/bamb%25C3%25BA.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; cssfloat: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" s5="true" src="http://1.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TT9KqXkQBII/AAAAAAAAEa8/hNTW9rGSxSE/s1600/bamb%25C3%25BA.jpg" /></a></div><br />
<br />
<br />
<strong>Hototogisu</strong><br />
<strong>Ôtakeyabu o</strong><br />
<strong>Moru tsukiyo</strong><br />
<br />
<span style="font-size: x-small;">Canta el cuclillo:</span><br />
<span style="font-size: x-small;">Un bosque de bambú</span><br />
<span style="font-size: x-small;">Filtra la luna</span><br />
<br />
<br />
<br />
<br />
<br />
<br />
El viejo sacerdote sonreía y juntaba sus manos como si fuera a recitar una oración. Miró profundamente a los ojos a todos los allí reunidos, uno a uno, transmitiendo una paz y serenidad que los hombres estaban muy lejos de sentir. La lluvia empezó a golpear el viejo tejado del templo, una construcción de mediados del período Muromachi, fuerte y resistente y el sonido se disolvió por los muros buscando un lugar para quedarse, como si fuera un invitado más. La niebla se aproximó a las grandes puertas oliendo al traidor, buscando la forma de protegerlo y darle su amor, intentando ser la madre que nunca fue y que descuidó a su niño permitiendo que lo absorviera la oscuridad. Los lobos aullaron en la distancia presintiendo que una gran verdad iba a ser revelada.<br />
Gaman se acercó a los soldados y susurró unas palabras.<br />
<br />
-Perdonad, Sensei, No os hemos oído, -contestó Ashikaga mientras los demás asentían con la cabeza.<br />
El maestro volvió a susurrar.<br />
-Bambú...<br />
Takeshi intervino sorprendido, apenas disimulando una sonrisa.<br />
-¿Podéis repetir, Maestro?<br />
-Bambú... la paciencia, la perseverancia.<br />
Nakamura se mostraba nervioso e irritable. Hacía días que no sabían nada de sus mujeres. Golpeó la mesa con el puño y se levantó ansioso para replicar al viejo.<br />
-Gaman, ¡por todos los Kami! Creíamos que tú nos darías respuestas y nos hablas de... una planta. Por lo que más...<br />
-Nakamura, siéntate, -intervino Taro-. Siéntate y deja que el Maestro se explique.<br />
-Pero es que esto es inaudito. No necesitamos una lección de jardinería.<br />
-¡Que te sientes he dicho!.-Taro conocía desde hacía mucho tiempo al sacerdote como para intuir que precisamente intentaba darles las respuestas que buscaban.-Continúa, Sensei. Te lo suplico.<br />
<br />
La lluvia arreciaba en el exterior del templo con un ruido ensordecedor. El trueno decidió acompañarla enviando más sonidos aterradores mientras un calor extraño se expandía en el interior del templo. Gaman se arrodilló en el suelo junto a sus invitados y prosiguió con el relato interrumpido.<br />
<br />
-El bambú es una gran planta, sí. No voy a daros lecciones de jardinería aunque podría hacerlo, claro que sí.-Sonrió.-La impaciencia es la que os está volviendo locos y tristes, amigos míos. Me gustaría contaros un cuento.<br />
Los hombres se relajaron y se dispusieron a escuchar lo que el anciano quería transmitirles. Incluso Nakamura se mostró interesado después de las palabras de Taro llamándole la atención.<br />
El sacerdote suspiró profundamente y empezó su relato.<br />
<br />
- Los hombres trabajamos las tierras desde tiempos inmemoriales. Utilizamos las semillas para hacer crecer los cultivos y obtener una buena cosecha con la que sobrevivir al hambre, para alimentarnos a nosotros y a nuestros hijos. Podríamos sentarnos y esperar a ver cómo crece la nueva planta, ya lo creo, sí. Existen algunos cultivos que dan fruto enseguida y ello nos llena de satisfacción. ¿Pero y si no es así? No podemos sentarnos y esperar a ver crecer lo que tardará en hacerlo. Debemos tener paciencia como la planta.<br />
"Eso es lo que le ocurre al bambú. Desde que siembras su semilla hasta que empieza a brotar la planta transcurren siete años, con lo cual crees que has perdido el tiempo y que tu trabajo ha sido en vano. Perseverancia... la planta es tan fuerte y resistente que necesita ese tiempo para elaborar las raíces que la harán crecer y sostenerse. Y no tiene prisa en nacer, no, claro que no, pero cuando lo haga crecerá de una forma extraordinaria.<br />
"Después de siete años el bambú nacerá y a lo largo de seis semanas alcanzará una altura de treinta metros, suficientes para superar a cualquier otro árbol que pretenda hacerle sombra.<br />
"Vuestra impaciencia es vuestro fracaso. Deseáis resultados a corto plazo y no comprendéis que debéis esperar a que los acontecimientos se produzcan y desarrollen. Mirad hacia el futuro y observad: las decisiones que toméis dependerán de ello. Y no intentéis forzar los acontecimientos, pues éstos se volverán contra vosotros.<br />
"Preveo un conflicto muy largo. La guerra no terminará pronto. Ninguno de nosotros veremos su final. Únicamente podéis conseguir que las cosas mejoren y luchar para que la Paz llegue pronto. Vuestra lucha será sólo un grano de arena en el Tiempo. Pero lo que hagáis a partir de este momento contribuirá a hacer crecer las raíces de un entendimiento entre hermanos que pondrá fin a esta disputa.<br />
"Sed, pues, como el bambú, pacientes y perseverantes. No busquéis el triunfo tan pronto, aún no es posible. Buscad a vuestras mujeres y dadle sosiego a vuestro pueblo. Lo demás vendrá por sí solo, es cuestión de saber esperar..."<br />
<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://3.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TULe_volPCI/AAAAAAAAEbQ/A4upGmHF-RA/s1600/bamboo_wuchen_lg.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="249" s5="true" src="http://3.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TULe_volPCI/AAAAAAAAEbQ/A4upGmHF-RA/s320/bamboo_wuchen_lg.jpg" width="320" /></a></div><br />
<br />
El anciano sacerdote suspiró y una sonrisa de satisfacción asomó a sus labios. El mensaje transmitido había calado muy hondo en la mente de los guerreros, lo supo por sus caras de asombro y sus ojos fijos en puntos distantes, sin ver nada, sólo permitiendo que las palabras pronunciadas fueran creciendo en sus corazones como las raíces del bambú. El triunfo, el final, aún tardaría cien años en llegar, pero sólo el sabio Gaman lo sabía. Aquellos hombres necesitaban ayuda porque jamás contemplarían el resultado de la guerra. Sin embargo, su intervención resultaba necesaria. El pesimismo debía ser erradicado con fuerza para que continuaran luchando por un nuevo mundo en paz.<br />
<br />
<br />
<span style="color: #a64d79;">GAMAN 我慢 : Paciencia, resistencia perseverante.</span><br />
<span style="color: #a64d79;">SENSEI 先生 : Maestro, profesor.</span><br />
<br />
<span style="font-size: x-small;"><strong><span style="color: red;">Nota de la autora</span></strong>: el cuento del bambú existe en realidad y no es invención mía, únicamente me he tomado la licencia de adaptarlo a la novela. Buscando documentación encontré este relato en una página de "cuentoterapia" administrada desde Chile por Pauly López. Dejo aquí el enlace: </span><a href="http://www.facebook.com/topic.php?uid=187547074074&topic=12317#!/group.php?gid=187547074074"><span style="font-size: x-small;">"Cuentoterapia... un cuento para el alma</span></a><span style="font-size: x-small;">". Gracias, Pauly.</span><br />
<br />
<strong>Haiku:</strong><br />
<strong>Yosa Buson (1715-1783). Traducción de José María Bermejo.</strong><br />
<br />
<strong><span style="font-size: xx-small;">Este relato es propiedad de su autora y está protegido.</span></strong>Carolinahttp://www.blogger.com/profile/03161395215900720617noreply@blogger.com8tag:blogger.com,1999:blog-2893519459144662737.post-34379564183894208432011-01-24T00:00:00.001+01:002011-01-24T00:10:05.052+01:00RAN. Capítulo XXXIX. "KODOKU" : 孤独. La Eterna Soledad<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://3.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TTyQSdjjKXI/AAAAAAAAEas/xonWNZsfCIE/s1600/thump_2293933kunoichi2.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; cssfloat: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" s5="true" src="http://3.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TTyQSdjjKXI/AAAAAAAAEas/xonWNZsfCIE/s1600/thump_2293933kunoichi2.jpg" /></a></div><br />
<br />
<strong>Nomi domo mo</strong><br />
<strong>Yo-naga darô zo</strong><br />
<strong>Sabishikaro</strong><br />
<br />
<span style="font-size: x-small;">Pulgas, tendréis</span><br />
<span style="font-size: x-small;">También larga la noche</span><br />
<span style="font-size: x-small;">¡Y soledad!</span><br />
<br />
<br />
<br />
<br />
La diversión crecía por momentos en el pequeño lago. Las risas se desparramaban por los rincones, entre las flores y los arbustos, haciendo vibrar las pequeñas hojas brillantes por el sol de un día caluroso que prometía serlo aún más. Las mujeres estaban siendo observadas por los soldados de Uesugi, los cuales parecían tigres dispuestos a saltar sobre sus indefensas presas. Bara sintió sobre su espalda una mirada penetrante y su instinto la advirtió de una amenaza inminente. En el mismo instante en que Hoshi lanzaba un grito de espanto, Bara interceptó el brazo del soldado que pretendía tomarla por el cuello, giró sobre sí misma y lo derribó a pesar de ser mucho más alto que ella. Todas se reagruparon en un intento de defensa común mientras La Rosa de Kyoto adoptaba una posición de ataque. La antigua guerrera ocupaba ahora su mente mientras recordaba las técnicas de la lucha cuerpo a cuerpo que le fueron enseñadas desde niña. Hanako se interpuso entre Hoshi y los soldados y cerró los ojos dispuesta a defender también a las mujeres. Las concubinas del shogún eran adiestradas como soldados, con el cuerpo y la espada. No tenían nada que temer y ansiaban la lucha como leonas, preparadas para defender sus vidas, su territorio y su señor. Los soldadados esbozaron una mueca de satisfacción previendo la excitación de aquel enfrentamiento, sin contar con la furia encendida en los ojos de las mujeres.<br />
Los hombres cargaron con un grito de guerra y atacaron queriendo tomar por la fuerza lo que las mujeres les hubieran negado de haberlas preguntado. Bara detuvo el golpe dirigido a su cara y respondió con una patada en el estómago del samurái que lo hizo doblarse en dos. Hanako rechazó al hombre que intentó cogerla por la cintura, tirándose al suelo y provocando la caída de aquel gigante con una certera patada en sus partes más débiles. Se puso en pie rápidamente para iniciar una nueva estrategia de defensa cuando una potente voz hizo que todos detuvieran sus movimientos.<br />
<br />
-Alto!, Basta ya, insensatos.- El señor Uesugi Akisada irrumpió en el lago e hizo bajar a sus hombres la mirada con el sonido de su voz. -¿Qué significa todo esto? Estas mujeres son nuestras invitadas y debéis respetarlas. me averguenzo de vosotros, insensatos. -El señor del clan los miraba con una furia incontrolada-. Váis a respetar el honor de esta familia, y el que quiera una mujer que solicite los servicios de alguna abazure.<br />
Los soldados se miraron los unos a los otros, avergonzados hasta el límite. Lo que menos deseaban era fallarle a su señor.<br />
-Marcháos y dejad en paz a las mujeres, o probaréis en vuestros cuerpos la ira de Uesugi. ¡Fuera de aquí!,- bramó el guerrero.<br />
Los soldados se apresuraron a abandonar el recinto cabizbajos y abatidos. Desobedecer las órdenes de Uesugi Akisada podía significar la muerte inmediata. Hanako miró con intensidad al señor. Toda la culpa la tenía él, por secuestrarlas, por separarlas de aquellos a quienes amaban. Akisada interpretó la mirada de la Flor de Oriente como un desafío, y sonrió. La fierecilla le gustaba mucho y pretendía domarla hasta lograr su total y completa rendición. La saludó con una inclinación de cabeza y desapareció tan rápidamente como había llegado.<br />
<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://1.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TTyi_Ys6iWI/AAAAAAAAEa0/ccbZx4beul4/s1600/2495357885_23a2d749c1.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" s5="true" src="http://1.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TTyi_Ys6iWI/AAAAAAAAEa0/ccbZx4beul4/s320/2495357885_23a2d749c1.jpg" width="310" /></a></div><br />
<br />
La desdicha ocupaba los corazones de Takeshi y los demás. El camino se les hacía más difícil a cada paso que daban, llenos sus pensamientos de malos presagios y de preocupación por las mujeres. Aunque sabían de su capacidad para defenderse, ello no les servía para encontrar la calma que necesitaban. <br />
Decidieron hacer un alto en el camino y descansar. Sus pasos les condujeron al Templo Kodoku, el de la Eterna Soledad, donde un viejo sacerdote, Gaman, cuidaba del sagrado recinto. Taro se aproximó al anciano que salió a recibirlos y le hizo una profunda reverencia. Gaman asintió con la cabeza e invitó al grupo a pasar hacia el interior de la estancia. Lo siguieron deseando descansar y compartir sus preocupaciones con él. Era un hombre sabio y querían respuestas que sólo un hombre como Gaman podría darles. <br />
<br />
Gaman tomó al gobernador del brazo y lo invitó a sentarse en uno de los grandes cojines que rodeaban una larga mesa. Los demás se sentaron alrededor. El anciano se dirigió al altar para encender varitas delgadas de incienso que agradaran a los dioses. Se inclinó ante las figuras que rodeaban la parte más sagrada del templo y se volvió hacia los hombres que aguardaban expectantes.<br />
<br />
<span style="color: #a64d79;">KODOKU 孤独 : Soledad.</span><br />
<span style="color: #a64d79;">ABAZURE 阿婆擦れ : Perra, zorra, puta.</span><br />
<span style="color: #a64d79;">GAMAN 我慢 : Resistencia perseverante, paciencia.</span><br />
<br />
<strong>Haiku:</strong><br />
<strong>Kobayashi Issa (1763-1827). Traducción de Fernando Rodríguez-Izquierdo.</strong><br />
<br />
<span style="font-size: xx-small;">Este relato es propiedad de su autora y está protegido.</span>Carolinahttp://www.blogger.com/profile/03161395215900720617noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-2893519459144662737.post-4424058555186900852011-01-12T21:17:00.001+01:002011-01-12T21:21:23.089+01:00RAN. Capítulo XXXVIII "DAMARU" 黙る. El Sonido del Silencio<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://2.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TQeyapHlMoI/AAAAAAAAEYI/AwWm_-2_pQw/s1600/SamuraiWarriors2Wallpaper1024x768-19.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="240" n4="true" src="http://2.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TQeyapHlMoI/AAAAAAAAEYI/AwWm_-2_pQw/s320/SamuraiWarriors2Wallpaper1024x768-19.jpg" width="320" /></a></div><br />
<br />
<strong>Sando naite</strong><br />
<strong>Kikoezo narinu</strong><br />
<strong>Shika no koe</strong><br />
<br />
<span style="font-size: x-small;">El ciervo brama</span><br />
<span style="font-size: x-small;">Tres veces, en la lluvia</span><br />
<span style="font-size: x-small;">Después, silencio</span><br />
<br />
Las horas transcurrían lentas y el sol estaba a punto de asomarse en el horizonte. Los hombres no podían dar crédito a lo sucedido. Liberaron a los soldados que permanecían maniatados y Haruki, el comandante, explicó con voz atropellada lo que había sucedido. Takeshi estaba desolado...recordaba los últimos besos de Hanako, su aroma, la última vez que se entregó a él como un huracán que invadió y arrasó su corazón. Las últimas caricias las llevaba clavadas en su pensamiento, porque aún sentía el tacto de seda de su piel. Si no pudiera volver a verla moriría de pena, anclado en su perfume, sin poder despertar del sueño que representaban sus miradas tan prometedoras.<br />
No entendía cómo un nuevo revés le arrebataba a su flor...el señor Uesugi Akisada pagaría por el atrevimiento de quitarle lo que más amaba.<br />
Taro no dejaba de lamentarse. Su preciosa estrella no estaba, no podía ver su brillo y se encontraba perdido sin su luz. Mirase hacia donde mirase todo se hallaba a oscuras, todo... <br />
Nakamura no levantaba la cabeza del suelo. La Rosa de Kyoto, su mujer, se había ido y no podía pensar en la posibilidad de haberla perdido por segunda vez. Ni tan siquiera recordaba si alguna vez le dijo lo mucho que la quería. Su corazón le decía que nunca lo hizo y la tristeza no solo lo hizo prisionero de la angustia, sino también del temor.<br />
Un silencio intenso se apoderó del campamento, dejando a todos los hombres sumidos en oscuros pensamientos, analizado emociones y sentimientos, pensando deprisa una nueva estrategia para combatir a un nuevo enemigo.<br />
<br />
Kasumi sonreía. Este nuevo revés para sus adversarios podía ser aprovechado para escapar. Pero debía hacerlo solo. El general Kazahaya se había convertido en un lastre difícil de arrastrar y debía abandonarlo a su suerte. El típico comportamiento de un cobarde, pero ya todo le daba igual; debía salvar su pellejo fuera como fuera, pues apreciaba mucho su cabeza como para permitir que la separaran de su cuerpo. Esperaría la mejor oportunidad que se presentara: los hombres se hallaban en un estado confuso y dolidos en lo más profundo de sus corazones.<br />
<br />
A Hanako le dolía todo el cuerpo por la larga cabalgata. Uesugi las condujo a territorio del clan. Vastos campos de arroz se extendían hasta donde la vista podía alcanzar, surcados de pequeñas figuras afanándose en su labor de recolectación antes de que la oscuridad hiciera acto de presencia. <br />
Las mujeres fueron obligadas a descabalgar y conducidas al palacio Uesugi, una estancia maravillosa que sobrecogió a las prisioneras por su grandeza y luminosidad. Las sirvientas aparecieron como si hubieran sido convocadas silenciosamente y les ofrecieron con suaves gestos que las siguieran a través de un gran pasillo adornado con infinidad de figuras que representaban a los Kami, los dioses sintoístas. Las mujeres así lo hicieron y pronto llegaron a una amplia estancia con un jardín interior hermoso, plagado de sakuras en flor y buganvilias, con un pequeño lago en uno de sus rincones donde se bañaban y jugueteaban las mujeres del clan.<br />
<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjIkoaciz_kVW7JE50EeIx0ObNRK7HIGm6TtwvkRJwiBHG6iNlyR4VLEmOmC1uXS-PwPxE3lXcL1DMaa6zSPCkuzBIaANtpp5jLifvF9ubJ4j_EBq8VEV99f0aRsRZ7UVUCeRAC8f5Hf0Hh/s1600/onsen2.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="187" n4="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjIkoaciz_kVW7JE50EeIx0ObNRK7HIGm6TtwvkRJwiBHG6iNlyR4VLEmOmC1uXS-PwPxE3lXcL1DMaa6zSPCkuzBIaANtpp5jLifvF9ubJ4j_EBq8VEV99f0aRsRZ7UVUCeRAC8f5Hf0Hh/s320/onsen2.jpg" width="320" /></a></div><br />
Las mujeres se miraron las unas a las otras compartiendo un mismo deseo: poder relajarse en esas aguas tranquilas y asearse debidamente hasta arrancarse el polvo del camino que llevaban acumulado en sus cuerpos. Como si las sirvientas adivinaran sus pensamientos, las invitaron a desnudarse tirando de los obi de sus kimonos, arrastrándolas entre risas a participar en los juegos que se desarrollaban en el lago. Hanako recordó durante unos pocos segundos la pasión compartida con Takeshi en el lago Mizûmi, el tsunami que provocaron sus cuerpos amándose, y se ruborizó al pensar en lo atrevida que había sido; pero no pudo reprimir una sonrisa de satisfacción al pensar en el placer que se dieron el uno al otro, y el amor que se entregaron. Sus pensamientos fueron interrumpidos por la voz de Hoshi y por un repentino salpicón de agua fría que la hizo dejar su ensoñación.<br />
<br />
-Vamos, Hanako, ¡el agua está deliciosa!<br />
-Venga, ven ya de una vez,- replicó Bara.<br />
-Ya voy, ya voy, sois una pesadilla, amigas mías. -Hanako se sumergió en el agua y abrió sus manos para enviarles a empujones cascadas de agua que las hicieron cerrar los ojos y apartar las caras.<br />
Las risas se contagiaron entre todas las mujeres y los juegos continuaron durante mucho tiempo.<br />
Hanako se retiró hacia uno de los rincones del lago. No podía dejar de pensar en las horas de amor con Takeshi. Y se sintió tremendamente abatida.<br />
<br />
<br />
<span style="color: #a64d79;">DAMARU 黙る : Quedarse en silencio, callarse.</span><br />
<span style="color: #a64d79;">SAKURA : Cerezo.</span><br />
<span style="color: #a64d79;">OBI : Cinturón del kimono.</span><br />
<br />
<strong>Haiku:</strong><br />
<strong>Takahama Kyoshi (1874-1959). Traducción de José María Bermejo.</strong>Carolinahttp://www.blogger.com/profile/03161395215900720617noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-2893519459144662737.post-14233198297265096912010-11-30T20:15:00.000+01:002010-11-30T20:15:38.288+01:00RAN. Capítulo XXXVII "HÔGAKU" 法学 La Ley de los Hombres<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://4.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TPUp_tHqNyI/AAAAAAAAEWY/qk3f_CqQ9Jo/s1600/samurais.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; cssfloat: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="302" ox="true" src="http://4.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TPUp_tHqNyI/AAAAAAAAEWY/qk3f_CqQ9Jo/s320/samurais.jpg" width="320" /></a></div><br />
<strong>Inu o utsu</strong><br />
<strong>Ishi no sate nashi</strong><br />
<strong>Fuyu no tsuki</strong><br />
<br />
<span style="font-size: x-small;">Ni una mala piedra</span><br />
<span style="font-size: x-small;">Que tirarle al perro</span><br />
<span style="font-size: x-small;">Luna de invierno</span><br />
<br />
<br />
<strong>Hasta los árboles</strong><br />
<strong>Sienten vergüenza</strong><br />
<strong>En Nagasaki</strong><br />
<br />
<br />
<br />
Los hombres miraron a Hosokawa asombrados y después se miraron los unos a los otros. Realmente no esperaban que las cosas resultaran tan fáciles, muy al contrario. Todos estaban convencidos de que serían necesarias largas conversaciones para llegar a un acuerdo, y sin embargo, el traidor les era entregado sin mas. Mudas preguntas se adivinaban en los ojos de los hombres de Ashikaga. El traidor había servido al señor Hosokawa y esperaban una resistencia a la entrega, así que no podían dar crédito a las palabras del guerrero. Hosokawa percibió la inquietud y el asombro y se dirigió al gobernador del país.<br />
-Señor, el traidor es vuestro -empezó a explicar con una inclinación de cabeza en señal de respeto-. No os asombréis de mi decisión, no es producto del instante, sino que ha sido largamente meditada. No deseo tener más tratos con Kasumi, mi sentido del honor me lo impide y la deslealtad a un clan debe ser castigada.<br />
Raion, Taro, Nakamura y Takeshi aguardaban impacientes la respuesta del shogún.<br />
-Hosokawa, no dudo de que tu sentido del honor es muy elevado y así lo siento pese a haberte enfrentado a mí, a Yanama, y a todos los clanes importantes del país -ambos hombres sostuvieron firmemente sus miradas, desafiándose-. No tengo más remedio, y es mi obligación, que llevarme al Hijo de la Niebla y someterlo a la Ley de los hombres en un juicio justo. Después, que comparezca ante la Ley de los dioses.<br />
-Sea, es su destino. Marchaos y cumplid con la justicia. Tenemos una guerra que continuar.<br />
Ashikaga respondió con otra inclinación de cabeza en señal de respeto como la que Hosokawa le había regalado anteriormente. <br />
-Espero que no por mucho tiempo.<br />
Salió de la habitación encaminando sus pasos hacia el exterior de la Casa de la Paz Eterna seguido de sus hombres.<br />
<br />
En el campamento las mujeres acabaron de celebrar la ceremonia shintoísta con gran alegría. Sus muertos descansarían en paz, alumbrados por el camino a Eien, la Eternidad, que ellas les habían construído con sus oraciones. La vida continuaba, un poco más triste por los que se fueron y esa tristeza era también por ellas mismas, que jamás volverían a ver los rostros de los amigos queridos; el viejo general Kazuo, los valientes Hiroshi y Tetsu, caídos en la primera batalla...todos serían recordados y venerados como nuevos dioses en el olimpo de los Kami. Tan abstraídas estaban en sus pensamientos que fueron tomadas por sorpresa por una avanzada del clan Uesugi, un clan independiente a los demás pero contrario al shogún. Akisada, su líder, reconoció al instante a La Flor de Oriente, la concubina del gobernador, y una ligera e irónica sonrisa asomó a su rostro. Quizás, si la llevaba consigo podría adquirir alguna ventaja en su posición frente a los demás clanes. El shogún daría su vida por ella, estaba convencido. Los hombres del clan rodearon en un instante a las mujeres y a los hombres que las protegían, en un círculo cerrado que les impedía toda escapatoria. Hanako estaba asustada y se aproximó en un abrazo protector a Bara y Hoshi. Parecía que la mala fortuna las acompañaría siempre, no dejándolas ni un respiro. Los soldados fueron maniatados y dejados a su suerte, mientras que las mujeres fueron obligadas a montar a los caballos, cada una con un soldado del clan, para tenerlas bajo control. Akisada se enfrentó a la mirada retadora de Hanako y se acercó a la mujer. Levantó su mano y acarició su cara..."hermosa", pensó, mientras la Flor se apartaba de su mano con un movimiento brusco de cabeza. El señor Uesugi lanzó una sonora carcajada...sería muy interesante compartir viaje con aquella brava muchacha.<br />
<br />
<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://4.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/SztlB9L1GZI/AAAAAAAADGY/Pifa_ohw6e0/s1600/samurais.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="256" ox="true" src="http://4.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/SztlB9L1GZI/AAAAAAAADGY/Pifa_ohw6e0/s320/samurais.jpg" width="320" /></a></div><br />
<br />
<br />
Takeshi observaba a Kasumi a lomos de su montura. El hombre no levantaba la mirada del cuello del animal. Sufría por su destino, estaba seguro de ello. Su general, Kazahaya, no dejaba de gimotear. Menudos hombres ruines con quienes debían cargar y a quienes debían juzgar. Sintió la mirada de Taro y giró la cabeza para saber lo que le quería transmitir. Los ojos rasgados del general eran dos oscuras líneas que apenas se dejaban asomar por debajo del kabuto, pero Takeshi comprendió y asintió con la cabeza. Aquello era necesario, no podían permitir que esos hombres desleales camparan a sus anchas sin recibir un justo castigo a su traición. Lo único que podían hacer era juzgarlos y darles la oportunidad de arrepentirse, aunque fueran condenados a muerte. La reconciliación con el clan les estaría permitida, pero no así seguir viviendo. La decisión estaba tomada, aunque no por ello Takeshi se sentía a gusto.<br />
Sus pensamientos le hicieron olvidar que ya estaban próximos al campamento donde dejaron a las mujeres, cuando un extraño presentimiento asaltó su mente. La Flor...no se encontraba allí, no podía percibir su aroma. Taro y Nakamura lo miraron con un brillo de alerta en sus ojos, algo no encajaba en el campamento. Ashikaga dio la vuelta a su caballo y se enfrentó a sus hombres...<br />
-Las mujeres han desaparecido...por todos los Kami...<br />
<br />
<br />
<br />
<span style="color: #a64d79;">HÔGAKU 法学 : Ley.</span><br />
<span style="color: #a64d79;">EIEN : Eternidad.</span><br />
<span style="color: #a64d79;">KAMI : Dioses shintoístas.</span><br />
<span style="color: #a64d79;">UESUGI : <span style="font-weight: normal;">(<span class="t_nihongo_kanji" lang="ja" xml:lang="ja">上杉氏</span><span class="t_nihongo_comma" style="display: none;">,</span> <span class="t_nihongo_romaji"><i>Uesugi-shi</i></span>)</span> fue un clan samurai japonés descendiente del clan Fujiwara y especialmente destacado por el poder que tuvieron sus miembros durante los períodos Muromachi y Sengoku (aproximadamadamente durante los siglos XIV al XVII).</span><br />
<span style="color: #a64d79;">KABUTO : Casco protector.</span><br />
<br />
<br />
<strong>Haikus:</strong><br />
<strong>Tan Taigi (1709-1771). Traducción de Vicente Haya.</strong><br />
<strong>Carma Carpentero. Haikus para Maiko III.</strong><br />
<br />
<span style="font-size: xx-small;">Este relato es propiedad de su autora y está protegido.</span>Carolinahttp://www.blogger.com/profile/03161395215900720617noreply@blogger.com9tag:blogger.com,1999:blog-2893519459144662737.post-26227542247328232672010-11-18T20:23:00.000+01:002010-11-18T20:23:08.415+01:00RAN. Capítulo XXXVI. "TAIFÛ" 台風 El Ojo del Tifón.<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://2.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TOGv9T-VfjI/AAAAAAAAEUU/m6nQwN-5mzw/s1600/tifon---water-sprout-angel-ortiz.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; cssfloat: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" px="true" src="http://2.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TOGv9T-VfjI/AAAAAAAAEUU/m6nQwN-5mzw/s320/tifon---water-sprout-angel-ortiz.jpg" width="233" /></a></div><br />
<br />
<br />
<strong>Mikazuki no</strong><br />
<strong>Hikari o chirasu</strong><br />
<strong>Nowaki kana</strong><br />
<br />
<span style="font-size: x-small;">Barre la luz</span><br />
<span style="font-size: x-small;">De la luna creciente</span><br />
<span style="font-size: x-small;">El vendaval</span><br />
<br />
<br />
<strong>Doblan su tallo</strong><br />
<strong>Los capullos marchitos</strong><br />
<strong>Bajo la nieve</strong><br />
<br />
<br />
<br />
<br />
<br />
<br />
Las noches transcurrían silenciosas, al igual que los días. Los hombres de Ashikaga decidieron atravesar los territorios de Hosokawa, junto a Raion Kenji, el cual deseaba poner fin a la lucha que destrozaba a su pueblo buscando al traidor, buscando un final digno, cansado de esperar a que los acontecimientos decidieran por él y por su pueblo. Las cosas se ponían difíciles. Atravesar territorio hostil les enfrentaría a un reto sobrehumano: no podían prever qué pensaba el enemigo, ni cómo actuaría, pero era necesario llegar hasta él. Al esfuerzo mental se añadía el esfuerzo por superar al tifón que empezaba a asolar al país; nadie esperaba un nuevo enemigo proveniente de la Naturaleza, un inesperado adversario que rugía con fuerza, arrasando todo cuanto se hallaba en su camino, dificultando el tránsito por el bosque. Una tormenta salvaje que amenazaba con destruir hasta sus más firmes convicciones atrapaba a todo ser viviente hasta aniquilar su esencia, arrastrando todo a su paso.<br />
Los hombres soportaban la furia del viento, temblando bajo sus armaduras, entrecerrando los ojos bajo el azote del violento temporal<br />
El León observaba con ojos entrecerrados por el frío a sus hombres. Sentía admiración por ellos y por los hombres del gobernador. Juntos podrían terminar con aquella salvaje guerra civil que estaba diezmando a la población y dejaba que el caos y la miseria se instalaran en cada corazón del pueblo japonés. Sólo una cosa tenía en mente: dar caza al traidor Kasumi y restablecer el orden, deseando justicia y buscando un entendimiento entre los diferentes clanes...si ello fuera posible. Los deseos de poder de Yanama y Hosokawa dificultarían esa tarea, pero todo es posible si dos corazones buscan llegar a un acuerdo. Se subió aún más el cuello de su ropa interior para resguardarse del frío viento y dejó que su mente le guiara hacia tiempos más cálidos.<br />
<br />
Una flecha furtiva que sobrepasó las cabezas clavándose en un árbol cercano, provocó que la comitiva se detuviera en segundos. Todos miraban asustados en la dirección desde donde provenía el arma, los caballos alterados se movían en círculos, relichando y resoplando. Kamikaze, el caballo de Takeshi, se alzó sobre sus cuartos traseros pateando con furia el aire, deseando destrozar al atrevido que ponía en peligro sus vidas. Del espeso follaje del bosque aparecieron diez soldados con el emblema del clan Hosokawa.<br />
El que parecía el líder del grupo se adelantó a los demás, la mano enfrentada en un saludo improvisado, intuyendo las intenciones de los recién llegados, esperándolos como si supieran que se acercarían a territorio enemigo.<br />
-Saludos, gobernador, esperábamos vuestra llegada...<br />
Ashikaga intercambió miradas de suspicacia con sus hombres, asombrado por el recibimiento.<br />
-Saludos...¿cómo sabíais de nuestra llegada?<br />
-Mi señor Hosokawa no es indiferente a los acontecimientos y...sabe qué andáis buscando.<br />
-Pues llevádnos cuanto antes ante vuestro señor.<br />
El líder inclinó la cabeza a modo de reconocimiento y con una sola mirada invitó al grupo a seguirlo. Pronto estuvieron ante la Casa de la La Paz Eterna, grande y resplandeciente, como el señor que la gobernaba. Un innumerable grupo de servidores salieron a recibir a los recien llegados, con amabilidad y respeto. Takeshi indicó a Taro que no dejara que le desprendieran de su katana, no fuera que la traición se escondiera tras aquellos muros. "Seguimos estando en territorio enemigo", le transmitió apoyando su mano en Jigoku, su fiel espada.<br />
Kenji asintió también con la cabeza, advirtiendo que debían permanecer en alerta. Sus ojos absorvían ávidos todo cuanto acontecía en la fortaleza, y más allá de ella. Los soldados vigilantes, las armas de que disponían, el número de hombres y mujeres que vivían y se relacionaban...todo era asimilado como información, hasta el más mínimo detalle.<br />
Los hombres fueron conducidos hasta la entrada principal, donde se les indicó que abandonaran sus monturas. Kamikaze protestó y su dueño le susurró silencio, y que aguardara sus órdenes. El animal piafó y asintió con la cabeza. Desde luego que esperaría, Takeshi estaba seguro de ello.<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://1.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TORVQAQ88HI/AAAAAAAAEUc/MnoFySFhV2Y/s1600/samurai%252520leonRAIONKENJI.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" px="true" src="http://1.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TORVQAQ88HI/AAAAAAAAEUc/MnoFySFhV2Y/s1600/samurai%252520leonRAIONKENJI.jpg" /></a></div><br />
<br />
Ashikaga y los demás hombres esperaban nerviosos en el gran salón de la casa Hosokawa. Raion, El León, era el más escéptico de ellos...no esperaba tanta cordialidad, a no ser que realmente Hosokawa tuviera un objetivo respetable, como entregar al traidor Kasumi. Lo que no suponían era que, a pocos metros del salón, se desarrollaba otra conversación de la que no tenían ningún conocimiento pero de la que formaban parte indispensable.<br />
<br />
Hosokawa se hallaba en estado de trance...en su corazón hervía una furia tan intensa como la del tifón que azotaba las costas del país. Su rostro sin embargo, era una máscara de calma, como la que reina en el ojo del gran ciclón. El traidor se encontraba a dos pasos de él y sentía ganas de extraer su sable, borrar la estúpida sonrisa que se reflejaba en su boca y librar al mundo de una alimaña como aquella. Lo miró fijamente a los ojos, en silencio, esperando que hablara primero, reservándose el poder que se adueña de quien calla, creando un clima de intranquilidad en el contrincante que no sabe por donde empezar ni cómo convencer. Kasumi empezaba a sentirse incómodo, intranquilo; a pesar de su sonrisa planificada para demostrar que no sentía miedo, sí lo tenía, mucho miedo. Buscó al general Kazahaya para tranquilizarse y recuperar fuerzas, pero su compañero demostraba sentir pánico, reflejado en el temblor incontrolado de sus labios. No resultaba ser buena idea haber ido al encuentro del gran señor, ahora se daba cuenta pero era ya tarde para arrepentirse. Aspiró profundamente y decidió hablar.<br />
-Mi señor, gran Hosokawa, acudo a tí para poner de nuevo mi espada a tu servicio -el daimyo lo observaba sin mover un solo músculo.- Señor, ya sé que en el pasado cometí muchos errores pero os he servido bien y deseo volver a hacerlo. Mi lucha es la vuestra.<br />
El responsable de uno de los clanes más poderosos del Imperio continuaba imperturbable. El traidor pensaba deprisa, nervioso por el estado de tranquilidad en el que se hallaba el guerrero. Deseaba encontrar el argumento que convenciera al señor, pero las dudas empezaron a surgir de nuevo.<br />
-Señor, por los dioses que rigen nuestro país, os soy totalmente sincero y sobre todo leal a...<br />
-¡Basta! -estalló Hosokawa-, no tienes ni idea de lo que significa el término "lealtad" -Kazahaya temblaba incontroladamente, deseando tener en sus manos una buena garrafa de sake-. No solo eres un traidor a tu clan, sino que además tienes la desfachatez de volver a presentarte ante mí. Es cierto que me serviste en una ocasión, y una vez comprobado hasta dónde eres capaz de llegar, no quiero volver a tenerte entre mis hombres. Si fuiste capaz de vender a los tuyos, con más razón me venderás a mí también algún día.<br />
Kasumi bajó la mirada aterrado...se había metido en la boca del lobo y ahora no encontraba la forma de salir de esa maldita situación. Intentó convencer al daimyo una vez más.<br />
-Señor, os lo suplico, juraré lealtad por lo más sagrado, haré lo que me pidáis, dadme un período de prueba.<br />
-No tientes más a la suerte, la diosa Un hace tiempo que te abandonó y yo voy a hacer lo mismo, entregándote a tu clan.<br />
Kazahaya cayó al suelo de rodillas, incapaz de detener las lágrimas que resbalaban por sus mejillas. Sabía que aquello significaba la muerte y no la deseaba, de ninguna forma. El Hijo de la Niebla se arrodilló también y continuó suplicando. Pero Hosokawa ya no le escuchaba. Con paso firme se dirigió hacia la gran puerta que separaba la habitación del gran salón y dijo a los hombres que allí esperaban:<br />
-Señores...el traidor es vuestro.<br />
<br />
<br />
<br />
<span style="color: #741b47;">TAIFÛ 台風 : Tifón.</span><br />
<span style="color: #741b47;">UN : Suerte (buena o mala fortuna).</span><br />
<br />
<strong>Haikus:</strong><br />
<strong>Natsume Seibi (1748-1826). Traducción de José María Bermejo.</strong><br />
<strong>"Doblan su tallo". Mercedes Pérez -Kotori-. El reflejo de Uzume.</strong><br />
<br />
<span style="font-size: xx-small;">Este relato es propiedad de su autora y está protegido.</span>Carolinahttp://www.blogger.com/profile/03161395215900720617noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-2893519459144662737.post-90248755286383453692010-10-17T20:35:00.001+02:002010-10-18T01:10:08.752+02:00RAN. Capítulo XXXV. "SHINTÔ" 神道. Kami no Michi, El Camino de los Dioses.<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://3.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TK3nlTQcFpI/AAAAAAAAEPI/L3TFDYoJ-HA/s1600/swa-akechi_mitsuhide.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; cssfloat: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" ex="true" height="320" src="http://3.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TK3nlTQcFpI/AAAAAAAAEPI/L3TFDYoJ-HA/s320/swa-akechi_mitsuhide.jpg" width="216" /></a></div><br />
<br />
<br />
<strong>Tombô ya</strong><br />
<strong>Toritsuki kaneshi</strong><br />
<strong>Kusa no ue</strong><br />
<br />
<span style="font-size: x-small;">La libélula</span><br />
<span style="font-size: x-small;">Intenta en vano posarse</span><br />
<span style="font-size: x-small;">Sobre una brizna de hierba</span><br />
<br />
<br />
<br />
<strong>Sobre la tumba </strong><br />
<strong>Germinan crisantemos<br />
Lluvia de vida</strong><br />
<br />
<br />
<br />
<br />
<br />
<br />
Takeshi ajustó su kabuto dejando un espacio para mirar al horizonte. El casco protector le producía un dolor en las sienes y un aturdimiento semejante al zumbido de mil abejas en su cerebro. Todos parecían sentirse igual. Ashikaga se apoyó en la cabeza de su montura, mientras buscaba la mirada de Nakamura para sentirse fuerte, invencible. Taro se acercó a los jinetes intentando transmitir paciencia y tranquilidad. El grupo avanzaba silencioso, ganando terreno y aproximándose a los dominios de Raion, el León. <br />
<br />
Pronto fueron interceptados por una patrulla de vigilancia...la misma que detuvo a Kasumi y Kazahaya días antes. La bienvenida no fue cordial pero sí pacífica. Los hombres de Raion sabían qué buscaba la comitiva del shogún y decidieron dejarles libertad de movimientos. Kenji, El León, sabía que aquellos soldados enemigos, aunque para él no lo fueran, buscaban al traidor Kasumi. Pues bien, él les daría lo que estaban buscando. <br />
-Caballeros, sed bienvenidos a mi territorio. Creo que sé lo que os trae por aquí. <br />
-Pues complácenos y entrega al traidor -Ashikaga se mostró nervioso. -No quiero poner a prueba tu lealtad, no me importa a quién sirves, sólo quiero tu colaboración. Me parece que tú también deseas que Kasumi pague por su atrevimiento.<br />
Raion Kenji miró fijamente al shogún. Sus ojos revelaban la lealtad que sentía hacia el gobernador del Japón, pero a su vez demostraban abiertamente su desaprobación hacia su forma de conducir el Imperio, y sobre todo, hacia la conducta disipada que había llevado hasta el límite la paciencia de sus súbditos; el hombre a quien dirigía sus ojos oscuros era el orígen de todos los males que asolaban al país, y tenía el valor suficiente para transmitírselo con una mirada cargada de emociones y reproches. Ashikaga reconoció el valor del ji-samurái y comprendió sus sentimientos. Su posición ante aquel hombre era débil, aunque su rango en la jerarquía de poder fuera superior, muy superior. Se sintió tremendamente pequeño ante aquella muestra de valor y sinceridad, y su honor e intuición de guerrero le mostraron el camino a seguir.<br />
-Siento mucho las circunstancias en que nos conocemos, Raion-san.-El shogún bajó la cabeza en señal de respeto y habló en voz grave y baja.- Mis respetos por vuestra decisión, sea la que debáis tomar.<br />
-Mi señor, mis decisiones las tomaré teniendo en cuenta el bienestar de mis hombres y del país, eso por encima de mis propios intereses, que son más bien pocos, salvo recuperar mis tierras, mi vida y las de mi pueblo.<br />
-No tengo la menor duda sobre ello, yo también deseo que este conflicto termine pronto y que todos recuperemos nuestras vidas. Y si debo renunciar a mi cargo en favor de mi hijo o de mi hermano, lo haré gustoso,-Ashikaga miró al cielo-, todo antes que esta ola de destrucción acabe con el Imperio, con el sentimiento y la tradición de un pueblo que ya ha sido esquilmado y vapuleado durante mucho tiempo.<br />
-Sea pues,-respondió Kenji-, os diré dónde podréis encontrar al Hijo de la Niebla.<br />
<br />
Kasumi decidió abandonar el campamento de Raion Kenji hacía dos días. Junto al general Kazahaya resolvieron volver a territorio Hosokawa y pedir clemencia al ilustre señor, a pesar de conocer los hostiles sentimientos del gran daimyo. Pero decidieron arriesgarse...nada tenían que perder y sí mucho que ganar, ¿o no?. Nada era seguro pero su situación resultaba muy precaria a esas alturas. Podrían negociar, aunque sin rehenes o algo valioso que aportar, la cosa resultaba harto difícil. Pero Kasumi tenía fe en sí mismo; nada resultaba más temible que un paria sin señor, con ambiciones y crueldad en su corazón para salirse con la suya y tener éxito en su empresa. Espoleando a sus caballos con fuerza, el traidor Kasumi acicateaba a su montura dispuesto a llegar cuanto antes a los dominios de Hosokawa. Kazahaya, su general, le seguía manteniendo apenas las fuerzas, y echando de menos un par de garrafas de buen licor de sake.<br />
<br />
Las primeras luces del alba iluminaron la figura de los dos jinetes que se aproximaban a la Casa de La Paz Eterna, la mansión-fortaleza del poderoso clan Hosokawa. Los arqueros samurái, los conocidos como "Yabusame", expertos en el tiro al arco a caballo, esperaban tras las puertas que aseguraban a la familia Hosokawa, prestos para defender al clan, en sus rostros la furia aletargada se correspondía con los gritos de guerra que aullaban hombres y animales, valientes los primeros y temerosos los segundos, no pudiendo comprender lo que ocurría tras los muros que los encerraban. Esa furia se silenció en cuanto asomó su figura Hosokawa Katsumoto, el líder, el señor supremo del territorio y uno de aquellos que osaron desafiar al shogún.<br />
Katsumoto miró con ojos fieros a todo cuanto lo rodeaba, mujeres, niños, animales y plantas. Todo era objeto de su análisis y todo se memorizaba en su cerebro. Su mente funcionaba rápido y diseñaba nuevas estrategias y nuevos órdenes jerárquicos que acataran sus órdenes sin dudarlo y le condujeran al triunfo sobre Yanama y Ashikaga. Quería imponer un nuevo orden pero no lo tenía nada fácil, nada, más teniendo en cuenta que apoyaba al hermano del shogún para sucederle a éste, frente a los deseos de su suegro Yanama, más partidario del hijo del gobernador.<br />
Pero sus sentimientos iban más allá. El sentido social de pertenencia a un colectivo del pueblo japonés le impedía saborear su hipotético triunfo. En lo más profundo de su alma percibía que era desleal a Yanama y al shogún, aunque "las cosas suceden por sí solas", sin intervención de la voluntad de los implicados. Así siente Japón, y así se le debe comprender, como un todo único y una sola forma de pensamiento. La guerra no acontece porque así se declara por una de las partes, sino que sucede por sí sola, por pura necesidad, y crece y se suceden los acontecimientos, marcados por la historia, su fuerza, tiempo y lugar. Por ello Hosokawa se sentía triste pero liberado...él no era responsable de la guerra civil que se desarrollaba en el seno del Imperio, ni su rival Yanama, si siquiera el shogún. Este razonamiento en el que todos se sienten implicados y, al mismo tiempo, liberados, es uno de los rasgos más identificativos de la cultura japonesa.<br />
Por ello, sintió una amargura excesiva, que convulsionó su viejo corazón, al recibir la noticia de que Kasumi, El Hijo de la Niebla, se hallaba de vuelta en sus dominios. El traidor no conocía ese sentimiento de pertenencia a una colectividad y había demostrado ser una veleta que dirige su mirada hacia la senda que el viento marque en un determinado instante. Todo buen guerrero debe ser fiel a su clan, y asumir su condición de "hombre errante" como las olas del mar acuden a toda aquella playa que les da la bienvenida cuando dicho soldado pierde a su señor. <br />
Kasumi lo tenía todo perdido. Hosokawa lo repudiaba, lo despreciaba profundamente. Las ambiciones de tan nefasto sujeto no se acordaban a las expectativas de ningún clan existente, todos sabios, todos honorables a pesar de las diferencias políticas. La traición a los miembros del grupo se paga muy cara, con la vida, y con la vida pagaría el innombrable, el desleal a su familia. Hosokawa ni siquiera contemplaba la posibilidad de que Kasumi siguiera viviendo bajo la condición de "ronin", el hombre ola que sirve solo a la justicia y vaga libre por el mundo. ¿A qué justicia serviría si desconoce el significado de la misma palabra?.<br />
<br />
Las mujeres en el campamento pasaban ociosas las horas esperando el regreso de sus soldados. Hoshi aguardaba expectante el regreso de Taro, su corazón le indicaba que habrían sorpresas cuando volviera..."oh, por los Kami, que vuelva a mí", pensaba a cada segundo. Bara no era tan optimista; su intuición le mostraba un camino oscuro y difícil, no existía luz en su futuro pero confiaba en Nakamura. Pero Hanako era la más pesimista de todas. Pese a la tierna y enamorada despedida, aún vislumbraba nubes negras en el horizonte semejantes a cuervos que oscurecen el cielo azul de primavera.<br />
Las tres mujeres decidieron celebrar una ceremonia sintoísta para recordar el alma de los difuntos en aquella guerra. Una forma de dar homenaje a los que dieron su vida por el Imperio, pertenecientes a un clan o al del rival, todos eran hijos de Japón.<br />
Uno de los samuráis al cargo del campamento se ofreció como "sacerdote" para oficiar la ceremonia de homenaje a los fallecidos. Las mangas de su largo hábito blanco se enredaron momentáneamente con las ramas del sakaki, el árbol sagrado que agitó sobre las cabezas inclinadas de los asistentes a tan simbólica ceremonia. Las tablillas de madera, ordenadas alfabéticamente, con los nombres de los soldados muertos en combate; la primera de ellas, con la inscripción "Kazuo Miyaki no mikoto", el dios llamado Kazuo Miyaki, elevaba a los altares divinos al recordado general. Y así todos fueron llorados, con ramas de sakaki que los presentes ofrecen a los difuntos y que simboliza su alma. Los vivos ofrecían presentes a sus muertos: sake, arroz, sal, agua, marisco, pescado seco, algas y verduras. La ceremonia terminaba con el ritual de juntar las manos y aplaudir tres veces, con lo cual se llama al fallecido a regresar a la unidad del núcleo familiar, a los amigos que lo amaron en vida y penetrar en sus corazones, manteniendo vivo el recuerdo de los momentos vividos.<br />
Una vez finalizada la ceremonia, las mujeres recogieron las tablillas y las enterraron cerca del campamento. Una última oración acompañó a los seres queridos y del suelo fangoso se elevó un humo blanco apenas imperceptible. Hanako sintió una suave y perfumada presencia y algo le susurró al oído: "Ten fe, pequeña Flor...ten fe". Hanako se retiró a su tienda confortada y feliz.<br />
<br />
Hosokawa Katsumoto quiso recibir al deslenguado traidor en ese mismo instante en que le fue comunicada su presencia en su territorio. Quería saber, conocer sus intenciones pero también deseaba adquirir nuevas pruebas de su traición y entregarlo al clan al que pertenecía, para que recibiera un justo castigo.<br />
El daimyo esperaba con impaciencia...<br />
<br />
<br />
<span style="color: #a64d79;">SHINTÔ </span><a href="http://aulex.org/compartido/kanji.php?cosa=%E7%A5%9E"><span style="color: #a64d79;">神</span></a><a href="http://aulex.org/compartido/kanji.php?cosa=%E9%81%93"><span style="color: #a64d79;">道</span></a><span style="color: #a64d79;"> : Sintoísmo, religión japonesa.</span><br />
<br />
<span style="font-size: x-small;"><strong><span style="color: red;">Nota de la autora</span>: </strong> Sintoísmo (del japonés Shinto (神道, shintō), a veces llamado shintoísmo, es el nombre de una religión nativa de Japón. Involucra la adoración de los kami o espíritus de la naturaleza. Algunos kami son muy locales y son conocidos como espíritus o genios de un lugar en particular, pero otros representan objetos naturales mayores y procesos, por ejemplo, Amaterasu, la diosa del Sol.</span><br />
<span style="font-size: x-small;"></span><br />
<span style="font-size: x-small;">Actualmente el Sintoísmo constituye la segunda religión con mayor número de fieles de Japón tras el Budismo japonés.</span><br />
<span style="font-size: x-small;">El término Shinto se refiere a las actividades desarrolladas por los japoneses para venerar a todas las deidades del cielo y la tierra; su origen se remonta a los comienzos de Japón. Es considerada la religión originaria de Japón, un culto popular que puede describirse como una forma sofisticada de animismo naturalista con veneración a los antepasados, profundamente identificada con la cultura japonesa.</span><br />
<span style="font-size: x-small;"></span><br />
<span style="font-size: x-small;">En un principio, esta religión étnica no tenía nombre; tras la introducción del budismo en Japón (durante el siglo VI), uno de las denominaciones que recibió fue Butsudo, que significa "la Vía del Buda". A fin de poder diferenciar el budismo de la religión nativa, ésta pronto llegó a ser conocida por el nombre de shinto. Este nombre, Shin-to, procede de una antigua palabra china que significa El camino de los Dioses. Los japoneses escogieron utilizar un nombre chino para su religión porque en ese tiempo (hace más de un milenio), el chino era la única lengua que tenía escritura en Japón, ya que este último pueblo no había desarrollado aún la escritura en su propio idioma. La frase que significa Shinto en japonés es <em>Kami no michi</em>.</span><br />
<br />
<br />
<br />
<strong>Haikus:</strong> <br />
<strong>Matsuo Bashô (1644-1694). Traducción de Francisco Fernández Villalba.</strong> <br />
<strong>Carma Carpentero: Haikus para Maiko IV.</strong><br />
<br />
<span style="font-size: xx-small;">Este relato es propiedad de su autora y está protegido.</span>Carolinahttp://www.blogger.com/profile/03161395215900720617noreply@blogger.com7tag:blogger.com,1999:blog-2893519459144662737.post-54665031632164502982010-09-18T23:26:00.002+02:002010-09-18T23:38:12.959+02:00RAN. Capítulo XXXIV: "YUKI" 雪. La Nieve Protectora.<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://3.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TJTTiMPMrvI/AAAAAAAAEOc/jtY1TK4x2vg/s1600/29.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; cssfloat: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" qx="true" src="http://3.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TJTTiMPMrvI/AAAAAAAAEOc/jtY1TK4x2vg/s320/29.jpg" /></a></div><br />
<br />
<strong>Higoro nikuni</strong><br />
<strong>Karasu mo yuki no</strong><br />
<strong>Ashita kana</strong><br />
<br />
<span style="font-size: x-small;">El cuervo horrible</span><br />
<span style="font-size: x-small;">¡Qué hermoso esta mañana</span><br />
<span style="font-size: x-small;">sobre la nieve!</span><br />
<br />
<span style="font-size: x-small;"><span style="font-size: small;"><strong>Monte Fuji, </strong></span></span><br />
<span style="font-size: x-small;"><span style="font-size: small;"><strong>yo </strong></span><span style="font-size: small;"><strong>me desposo contigo,</strong></span></span><br />
<span style="font-size: small;"><strong>visto de nieve.</strong></span><br />
<br />
<br />
<br />
<span style="font-size: small;">Hanako y Bara estrenaban su recién nacida amistad entre risas y conversaciones a las que se unió Hoshi entusiasmada, después del recelo inicial que sintió hacia La Rosa. Todas sus preocupaciones se desvanecieron en cuanto los pensamientos y sentimientos de Bara lograron crear un clima de confianza entre las tres mujeres. La guerra provocaba cambios inesperados, alianzas impensables y extraños compañeros de vida. Las risas de las mujeres confortaban los corazones de los soldados en todos los rincones del campamento mientras seguían con sus vidas y planificaban la nueva estrategia a seguir. Los hombres se hallaban reunidos en la tienda principal, el centro de operaciones y toma de decisiones del shogún Ashikaga. Hanako abandonó a las mujeres para ofrecerles té a los combatientes. La ceremonia, el chanoyu, les ayudaría a relajarse y a confiar en sus decisiones. La Flor lo dispuso todo en la tienda para calentar el agua que serviría a las hojas de la planta tradicional para la infusión. Se arrodilló en el suelo con elegancia, como una flor que cae abatida por el viento y luego se irguió con la espalda muy recta, con la dignidad propia de las mujeres educadas en las tradiciones, y se preparó para iniciar la ceremonia...</span> <br />
<span style="font-size: small;"></span> <br />
<span style="font-size: small;">Raion Kenji escuchaba con verdadero interés las palabras de Kasumi. El Hijo de la Niebla era todo un consumado experto en el arte de la oratoria...pero a él no le convencían sus palabras. Dejó de pensar en lo cínico que le sonaban sus argumentos para volver a centrar su atención en lo que decía el traidor:</span> <br />
<span style="font-size: small;"></span> <br />
<span style="font-size: small;">-Amigo, -suspiró Kasumi-, debemos reunir a tus hombres y dirigirnos a territorio Hosokawa. La guerra debe continuar, debemos aplastar a Yanama y al shogún.</span> <br />
<span style="font-size: small;">El León alzó los ojos al cielo, como buscando ayuda para que sus palabras hicieran entrar en razón a aquel zoquete sanguinario, y respondió con furia:</span> <br />
<span style="font-size: small;">-Hosokawa no desea volver a tener tratos contigo, y yo tampoco. No sabes lo que dices y no mides tus palabras. Mi señor desea más poder, eso es cierto, pero yo no. Yo sólo deseo que esta guerra termine cuanto antes, volver con mis hombres a nuestras casas y nuestros trabajos. No cuentes conmigo para iniciar otra batalla.</span> <br />
<span style="font-size: small;">-Tú no tienes coraje, Kenji, no quieres luchar porque le tienes miedo al poder, -respondió Kasumi.</span> <br />
<span style="font-size: small;">-Lo que tú no tienes es honor, Hijo de la Niebla, no tienes decencia. Te vendiste a un clan traicionándo a los tuyos por ese poder. Esa palabra me da miedo, es cierto, porque es una palabra que enfrenta a los hombres y provoca su destrucción. No quiero poder, sólo quiero que mi pueblo viva.</span> <br />
<span style="font-size: small;">-Eres un cobarde...</span> <br />
<span style="font-size: small;">-No, Kasumi, el cobarde eres tú y los que te siguen, -Kazahaya bajó la mirada, asustado-. Quiero que te marches y no vuelvas a mis tierras.</span> <br />
<span style="font-size: small;">-Organizaré un nuevo ejército y acabaré con todos vosotros.</span> <br />
<span style="font-size: small;">-Pues que los dioses te ayuden, porque ni yo ni Hosokawa moveremos un dedo por tí.</span> <br />
<span style="font-size: small;"></span> <br />
<span style="font-size: small;">Bara se retiró hacía ya unas horas, necesitaba un descanso por las emociones experimentadas a lo largo de la semana. Desde que Nakamura la hiciera su prisionera, no había vuelto a encontrarse con él y lo echaba de menos..."Yoshimi...ai shiteru", murmuró suavemente.</span> <br />
<span style="font-size: small;">-Ai shiteru, amada...,-respondió Nakamura Yoshimi entrando en la tienda que cobijaba a Bara.</span> <br />
<span style="font-size: small;">La Rosa sintió un espasmo de placer y vergüenza, de timidez y alegría y su rostro se ruborizó, hasta un límite en que pensó que su piel haría arder la seda de su kimono.</span> <br />
<span style="font-size: small;">-Nakamura-san...has venido, -Bara habló en voz muy baja.</span> <br />
<span style="font-size: small;">-Debía verte, necesitaba verte.</span> <br />
<span style="font-size: small;">-¿Por qué?. No soy más que una prisionera.</span> <br />
<span style="font-size: small;">-Eres más, mucho más, Bara...eres mi vida, y si aún no lo has entendido, vengo a explicártelo.</span> <br />
<span style="font-size: small;">-Lo cierto es que no entiendo nada, hace mucho tiempo que ando perdida y no sé qué explicaciones vas a darme.</span> <br />
<span style="font-size: small;">Nakamura se aproximó a la mujer. Alzó su mano para apartarle un mechón de negro cabello que caía sobre su cara, y Bara tembló al sentir el roce de sus dedos en su piel. Lo miró a los ojos, fieros, rasgados y oscuros del samurai, cubrió con su mano la mano de Nakamura y la llevó a sus labios. Besó cada uno de sus dedos, incitándolo a un nuevo encuentro, y los llevó hacia uno de sus pechos, preparados para la caricia. Nakamura Yoshimi cerró los ojos, para percibir con más fuerza el tacto de seda de la piel de Bara, y tocó lo que se le ofrecía, con ternura y violencia a la vez, mientras Bara se apretaba a su cuerpo, con fiereza y lujuria, caderas contra caderas, en un baile antiguo que no dejaba nada a la imaginación. El soldado la besó con ansia, devorando su esencia, absorviendo su aliento, fundiéndose en ella. La desnudó lentamente, siguiendo el rastro, el perfume a rosas que se desprendía bajo cada centímetro de piel expuesta. Las manos volaban sin posibilidad de retorno, conociendo el valle de los pliegues de sus cuerpos, ahondando en sus intimidades, besando cada marca, cada cicatriz del cuerpo y del alma.</span> <br />
<span style="font-size: small;">Nakamura guió el cuerpo de La Rosa hacia el horizonte cómodo y la besó de nuevo, recogiéndole el cabello en alto, estirándolo entre sus dedos, acariciando su cuello...</span> <br />
<span style="font-size: small;">-Ai shiteru, Bara, mi amor...</span> <br />
<span style="font-size: small;">-Amor, tomodachi, ai shiteru, no me dejes, no ahora.</span> <br />
<span style="font-size: small;">-Jamás, Bara, jamás...</span> <br />
<span style="font-size: small;">El samurái la continuó acariciando, lamiendo su cuerpo, queriendo conocerlo todo, hasta lo desconocido para la mujer. Llevó hasta el límite sus ganas de saber, su deseo, con sus manos, con todo su ser, hasta introducirse en el cuerpo perfumado con rosas que perdía el aliento entre sus brazos. Bara gimió de placer ante la invasión, toda ella estalló como un globo al que se le ha dado demasiado aire, demasiada pasión. Abrazó al samurái con sus brazos y piernas, envolviéndolo con sus suaves caderas, mientras recogía los últimos temblores de placer del soldado...y dió gracias a los dioses por un nuevo momento de felicidad en su solitaria vida.</span> <br />
<span style="font-size: small;"></span> <br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://1.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TJUWeMbhTvI/AAAAAAAAEOo/y49N1G-SZ3Y/s1600/Geisha_02.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; cssfloat: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" qx="true" src="http://1.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TJUWeMbhTvI/AAAAAAAAEOo/y49N1G-SZ3Y/s320/Geisha_02.jpg" /></a></div><span style="font-size: small;"></span> <br />
<br />
Ashikaga miraba con el ceño fruncido a Takeshi. <br />
-¿Dónde se habrá escondido el traidor? <br />
El shogún daba vueltas inquietas sobre el plano de la región, marcado con las posiciones de sus ejércitos. <br />
-Creo que se habrá dirigido hacia los dominios de Hosokawa, -dedujo Takeshi-, es lo lógico, teniendo en cuenta su antigua alianza con el clan. <br />
Mientras los hombres conversaban, Takeshi no podía apartar sus ojos de la concubina, quien continuaba con la ceremonia del té, preparando la bebida tradicional, junto a una botella de sake para animar las almas abatidas...Hanako apartó las mangas de su kimono para dejar al descubierto sus muñecas y comenzó con el ritual. La danza de sus manos invitaba a beber, a saborear el té. El Wabi* comenzaba con espiritualidad, con una emoción que se apoderaba de sus manos y de su mente. De repente, fue consciente de la mirada de Takeshi, de sus ojos sobre sus manos y su cara...y le ofreció un Ichi-go, Ichi-e, un encuentro a través del té que jamás se volvería a repetir. El aire cortado por las manos de Hanako llegó como aire puro a Takeshi y éste reconoció el amor que la concubina le transmitía junto con el aroma del té... Ashikaga, tuvo que interrumpir sus pensamientos y devolverlo al presente. <br />
-Takeshi...¿estás con nosotros? <br />
El samurái volvió a la realidad sin dejar de mirar a Hanako, suspiró y absorvió los aromas del té y del amor prendido en el aire. <br />
-Sí, mi señor, estoy con vosotros y sé dónde puede hallarse el traidor Kasumi. <br />
El shogún aspiró a su vez el olor del té y preguntó: <br />
-¿Dónde crees que está, amigo mío?. Cuéntanos qué es lo que sabes. <br />
-Bien, creo que siendo leal, a su manera, a Hosokawa, habrá pedido ayuda a alguno de sus hombres, a algún proscrito que vive su vida en los montes, un ashigaru sin nada que perder. Podríamos intentar buscarlo en la guarida de Raion Kenji, para empezar. Es uno de los más fieles aliados contrarios al clan Yanama. <br />
-No estoy muy seguro,-respondió Ashikaga con el ceño fruncido-. No estoy nada seguro. <br />
-Pero podemos probar, mi señor, -Taro intervino-. Es muy probable que se encuentre en su campamento. <br />
El gobernador de Japón meditó unos instantes y, mirando a los ojos de los hombres, respondió: <br />
-Bien, estudiemos el campamento de Raíon, y decidamos cómo actuar. <br />
Los soldados se relajaron tomando vasos de té y Takeshi volvió a soñar con el aroma de la hierba y el perfume de Hanako... <br />
<br />
Acababa de recoger todos los preparativos del té y sabía que los hombres preparaban una nueva incursión. Alejarse una vez más de Takeshi le suponía un dolor inmenso. Resolvió reunirse con Bara y Hoshi para compartir su pena, pero Bara estaba en la tienda de Nakamura, resolviendo sus problemas, para bien, deseaba, y Hoshi estaba con Taro, despidiéndose a su manera, bravo por su amiga. <br />
Pero se sentía tan sola...terminó de recoger los instrumentos del chanoyu y se dirigió a las tiendas de las mujeres. A mitad del camino sintió un fuerte brazo agarrándola por la espalda y obligándola a entrar en una de las tiendas de los soldados. <br />
Se encontró cara a cara con Takeshi y su voz se volvió un murmullo: <br />
-Amor, qué... <br />
-Shhh, calla, mi vida, quiero despedirme de tí, y dejar mi aroma en tu cuerpo como tú has dejado el tuyo en mí...esta tarde, con la ceremonia, con la caída de los primeros seppen... <br />
-Takeshi, yo...quiero tu olor, para mí, para que me acompañe en la eternidad. <br />
El samurái la obligó a pegarse a su cuerpo, la doblegó y besó sus labios. Aspiró su aroma deseado y se despidió de su Flor. <br />
La misión encomendada le pareció un juego de niños, tenía el sabor y el olor de su amada en los labios. <br />
<br />
<br />
<span style="color: #741b47;">YUKI 雪 : Nieve. </span><br />
<span style="color: #741b47;"><span class="japo">SEPPEN 切片 : C</span>opo de nieve. </span><br />
<span style="color: #741b47;">"AI SHITERU" : "Te amo". </span><br />
<span style="color: #741b47;">TOMODACHI : Amigo. </span><br />
<span style="color: #741b47;">WABI : Celebración de la ceremonia del té con humildad. </span><br />
<span style="color: #741b47;">ICHI-GO, ICHI-E : Literalmente, "un encuentro", "una oportunidad", algo que se debe atesorar pues no volverá a repetirse jamás. </span><br />
<br />
<br />
<span style="font-size: small;"><strong>Kaikus:</strong></span> <br />
<span style="font-size: small;"><strong>Matsuo Bashô (1644-1694). Traducción de José María Bermejo.</strong></span> <br />
<strong><span style="font-size: small;">Carma Carpentero. "Haikus para Maiko". Gracias Carma, por inspirarte en mí.</span></strong> <br />
<strong><span style="font-size: small;"></span></strong> <br />
<strong><span style="font-size: xx-small;">Este relato es propiedad de su autora y está protegido.</span></strong>Carolinahttp://www.blogger.com/profile/03161395215900720617noreply@blogger.com12tag:blogger.com,1999:blog-2893519459144662737.post-30948604453394032262010-08-20T16:22:00.003+02:002010-08-20T16:50:02.719+02:00RAN. Capítulo XXXIII. "RAION" ライオン. La Ley del León<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://3.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TGVRu6fAYQI/AAAAAAAAEMg/0JE3OSy6Sec/s1600/yuna-raionbloodop4jinn.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; cssfloat: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" ox="true" src="http://3.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TGVRu6fAYQI/AAAAAAAAEMg/0JE3OSy6Sec/s320/yuna-raionbloodop4jinn.jpg" /></a></div><br />
<strong>Hi kuremu to shite</strong><br />
<strong>Mata yuki no</strong><br />
<strong>Furisomuru</strong><br />
<br />
<span style="font-size: x-small;">A punto de oscurecerse el día</span><br />
<span style="font-size: x-small;">Otra vez</span><br />
<span style="font-size: x-small;">Comienza a nevar</span><br />
<br />
<strong>Sobre el musgo</strong> <br />
<strong>Con el color de lo que muere</strong><br />
<strong>Flores de camelia</strong><br />
<br />
<br />
<br />
Raion Kenji preparaba las brasas, el fuego para cocinar el sustento de sus hombres. Le gustaba hacerlo él mismo, cuidar a los suyos, su familia, aquellos que lo acompañaban y luchaban junto a él desde que Ônin, la gran guerra, La Destructora, se adueñó de sus vidas, de sus trabajos, de sus sentimientos y de sus familias. Aquella mañana estaba resultando ser muy tranquila y apacible. Las nubes de tormenta hacía tiempo que se habían disipado para dar lugar a sus hermanas, las nubes de nieve que pronto dejarían escapar su blanco lamento. Kenji removía el fuego sin cesar y pensaba en aquellos tiempos que ahora se le antojaban lejanos, cuando apenas hacía unos meses que la guerra comenzó, tiempos en los que labraba la tierra al servicio de su señor Hosokawa. Él no entendía de disputas sobre una herencia familiar. Por lo que sabía, aquella barbaridad que enfrentaba a hermanos, hijos de un mismo Imperio, no era más que el fruto de la ambición de dos clanes. Por todos los dioses, era absurdo luchar por una cuestión de sucesión al trono del crisantemo. Aunque Kenji no era tonto. Sabía que aquello no era más que una excusa para que los grandes señores adquirieran más fuerza, más poder, más riquezas...mientras el pueblo se moría de hambre y desaparecía en una lucha sin sentido.<br />
Kenji era leal a su señor Hosokawa, pero haría lo que considerara justo, no interferiría entre los dos clanes y le daba igual que ganara uno que otro. Sólo quería salvar a su pueblo del caos y la miseria.<br />
Kenji, El León, era un hombre inteligente, aunque ni él mismo fuera consciente de ello.<br />
-¡Raion!, ¡amigo!, se acerca un jinete, los vigías nos han transmitido su posición.-Keiko, el campesino más leal al León venía inspirando ante la falta de aire.<br />
Kenji detuvo su alocada carrera cogiéndole de un hombro, lo cual lo hizo tropezar y casi caer al suelo.<br />
-¡Dioses!, ¿es que quieres que muramos de un ataque al corazón, aún antes de presentar batalla?<br />
-No, mi señor, de veras, no mi señor, yo solo...<br />
-Cállate, por los dragones que infectan a tu pobre familia, y dime quién es el jinete.<br />
-Los vigías no lo reconocen, Raion, la distancia y su aspecto no dan pistas para averiguar su identidad.<br />
-¿Tan asqueroso está que resulta irreconocible? Por los Kami que esto me empieza a producir dolor de cabeza...<br />
-Señor, conozco un remedio de mi abuela, que fue heredado por su tatarabuela, que a su vez proviene de las ramas antiguas de la familia...<br />
-Calla, Keiko, calla, ¿o deseas saborear el tacto de la katana de mis antepasados? Mi tatarabuelo estaría encantado de presentar sus respetos a tu encantadora tatarabuela y a su receta de elixires mágicos a través de mi espada. Coge tu caballo, ve a buscar al jinete y díles a Shiu y Shigu que te acompañen.<br />
-Ohhh, ¿me tengo que llevar a esos dos?. No soporto a esos tipos.<br />
-Son mis mejores hombres, Keiko, y estoy perdiendo la poca paciencia que tengo.<br />
-Bien, señor, está bien, voy por ellos...malditos sean los...<br />
-¿Decías algo, Keiko?<br />
-No, mi señor, no, que ya voy, que malditos sean los pies que no obedecen rápido a vuestras órdenes.<br />
Raion miró al hombrecillo que corría y sonrió. ¿Quién sería el misterioso jinete que acudía a su campamento, arriesgándose a atravesar el bosque lleno de peligros? La guerra era imprevista, todo quedaba al azar y a las decisiones de los grandes clanes. Bien, pronto averiguaría de quién se trataba y qué intenciones ocultaba tras su inesperada visita.<br />
<br />
Keiko se aproximó al roble más alto del grupo de cuatro que crecían unos junto a otros. Agarrándose a las ramas más bajas trepó con habilidad hasta alcanzar la copa en pocos segundos. Echó un vistazo al horizonte y soltó una maldición.<br />
Shiu percibió que algo no andaba bien.<br />
-¿Qué ves, Keiko?. ¿Ocurre algo malo?<br />
Keiko volvió a maldecir y bajó deprisa de las alturas.<br />
-No se trata de un jinete. Son dos, sobre el mismo caballo. Por eso los vigías creyeron que se trataba de un solo hombre.<br />
-Bien, nosotros somos tres, -intervino Shigu- si se ponen "tontos" podremos reducirlos en un abrir y cerrar de ojos.<br />
-Conmigo no cuentes. -Keiko estaba nervioso- Yo soy un hombre de paz.<br />
-Un cobarde, eso es lo que eres. Vayamos a buscarlos de una vez.<br />
Los campesinos desenfundaron sus espadas y se aproximaron cautelosamente al caballo que renqueaba a causa del esfuerzo de horas de caminata sosteniendo a los dos soldados y sus pesadas armaduras. Shiu hizo una señal a Shigu a fin de rodear el perímetro y lanzarse uno por cada lado del animal. Keiko se armó de valor y decidió aproximarse por detrás, para intentar cortarles la retirada si decidían huir. Shiu bajó la cabeza indicando el inicio de la acción. Los tres se abalanzaron sobre el caballo y éste relinchó de puro miedo alzándose sobre sus cuartos traseros, provocando la caída de los dos soldados al suelo.<br />
-Por todos los dioses... -dejó escapar Kasumi quien se encontró con la afilada punta de la katana de Shiu rozándole el cuello.<br />
-No me matéis, ay, por favor, -suplicaba Kazahaya a quien Shigu tenía contra el suelo.<br />
Keiko sonreía satisfecho. Se acercó envalentonado a los que yacían en tierra y les escupió a la cara.<br />
-¿Quiénes sois y qué buscáis en los dominios del León?<br />
Kasumi intentaba alejar su cuello de la katana, recordando la pesadilla sufrida en La Estancia de las Mil Rosas.<br />
-Soy samurái al servicio del clan Hosokawa. Raion me conoce, somos amigos. Por favor, llevádme ante él.<br />
-Amigos, amigos...¿cómo sé yo que es eso cierto?<br />
-Sólo llévame ante él y lo comprobarás, es así de sencillo.<br />
Keiko accedió, qué remedio le quedaba.<br />
-Bien, "amigos", -lo dijo en tono sarcástico-. Acompañadnos pues a la guarida del León.<br />
<br />
Bara permanecía en la tienda de Nakamura bajo su nuevo estatus de prisionera. Estaba dolida físicamente. Aunque ahora la habían liberado de sus ataduras, le dolía todo el cuerpo. Pero sobre todo le dolía el corazón, incluso el alma. Se sentía ridícula, estúpida y sobre todo...enamorada. Sí, amaba a ese samurái que la había traicionado con sus tiernas palabras de amor, sus caricias, sus besos...¡dioses!, no podía dejar de pensar en él a pesar de todo. "Nakamura, mi vida, ¿por qué me has hecho esto?. Es tu venganza por no darme cuenta antes de este sentimiento que ahora me está matando. Es un castigo a mi desprecio hacia tí. Perdóname, mi amor, yo no sabía que podía llegar a quererte tanto". Sus pensamientos se vieron interrumpidos por la aparición de Hanako en la tienda. Bara se preguntaba qué es lo que quería aquella mujer a quien retuvo también como prisionera. Seguro, burlarse de ella.<br />
La Flor de Oriente se aproximó a La Rosa de Kyoto y se miraron a los ojos durante unos minutos, evaluándose, intentando comprender los sentimientos y pensamientos de cada una.<br />
-¿Qué quieres, Hanako?. Supongo que has venido a ver mi humillación, qué gran satisfacción para tí.<br />
-No, Bara, no vengo a reirme de tí. Vengo a darte argumentos para continuar luchando. Vengo a aliviar tu sufrimiento, pues yo sé lo que sientes.<br />
-¿Ah sí?. ¿Y qué se supone qué siento según tú?. ¿Y cómo sabes que siento algo?. Si en algo me he caracterizado en esta vida es de no sentir nada, salvo el amor que yo creía tener hacia Takeshi, un espejismo al que me aferré para no perder la cordura.<br />
-Sientes amor, Bara. Lo sientes al igual que yo -Hanako tomó las manos de La Rosa entre las suyas-. Somos mujeres. Nuestra intuición natural nos inclina a la visión de cosas invisibles para los hombres. Sé que eres capaz de amar y que quieres a ese soldado de largos y negros cabellos, tan apuesto...-Bara sonreía.<br />
-Aciertas, Hanako, eres muy perceptiva. Pero Nakamura no me ama, mira en qué situación me ha colocado. Aunque algo muy dentro de mí, algo, me dice que existe un motivo, pues si creyera que sus caricias fueron fingidas solo para atraparme, eso significaría que amo a un monstruo sin sentimientos.<br />
-Por eso he venido a verte. Nakamura te ama, tanto, que prefiere tenerte como prisionera bajo su protección a que estés libre y alguien te haga daño por tu relación con Kasumi.<br />
-¿Es eso cierto?. Por todos los dioses, no me consueles con estas palabras si no son verdad.<br />
-Es cierto, Bara, lo es.<br />
-Pero yo debo rendir cuentas por mis tratos con el Hijo de la Niebla, debo pagar por ello.<br />
-Bara, tú no tienes la culpa de cobijar bajo tu techo a un traidor. Tu casa era territorio neutral, allí acudían gentes de todos los bandos, de todos los clanes.<br />
-¿Crees que el shogún será benevolente conmigo por eso?. No lo creo, Hanako.<br />
-Lo conozco y sé que lo será. Yo hablaré en tu favor y Nakamura también lo hará. Ashikaga conoce perfectamente los sentimientos que Nakamura te profesa. Es uno de sus mejores generales y amigos. Creéme, no dejará que Nakamura sufra por tí. <br />
-Gracias Hanako, has aliviado la tortura que sufre mi alma. ¿Por qué haces esto por mí?.<br />
-Porque debemos parar esta guerra. Porque somos hijos de un mismo Imperio que se desmorona. Debemos reconciliarnos todos cuanto antes o seremos destruídos por un odio irracional entre hermanos. Esta guerra civil ya está costando muchas vidas, demasiadas como para que perdamos las nuestras siendo infelices. Nos debemos a nosotros mismos y a nuestra gente. Como concubina del shogún nunca permanecí ociosa y me preocupé por la llamada del pueblo, aunque Ashikaga no la escuchó hasta que fue tarde. Ahora nos matamos entre nosotros, por una cuestión de poderes entre clanes, de ambiciones y ansias de tener más terrenos, más influencia en el gobierno de Japón. Yanama y Hosokawa están condenados a entenderse tarde o temprano, pues saben que la guerra también acabará destruyéndolos a ellos. Este es un primer paso, Bara, una reconciliación entre tú y yo. Luchemos juntas por el bien de nuestro pueblo.<br />
-Hanako, amiga...<br />
Las mujeres se fundieron en un abrazo intenso, vibrante, pleno de una fuerza inusitada y arrolladora. Nakamura y Takeshi fueron testigos de ello. Permanecían ocultos vigilando la escena, pues ninguno de ellos deseaba que las mujeres se entrevistaran a solas. Ambos samuráis se miraron a los ojos y comprendieron que aquella era la solución: la fuerza, la inteligencia y el deseo de las mujeres contribuirían a dar solución a una guerra en la que los hombres sólo comprendían el sonido de las armas. No es que los hombres no fueran lo suficientemente inteligentes como para buscar y encontrar los argumentos necesarios para acabar la contienda. Pero las mujeres podrían aportar su punto de vista y su intuición para alcanzar un acuerdo cuanto antes. De eso estaban completamente seguros.<br />
<br />
Raion Kenji no daba crédito a lo que sus ojos informaban a su cerebro. El maldito Kasumi estaba frente a él junto a su general de confianza. Los hombres más despreciables que había tenido el disgusto de conocer. Si Kasumi creía que El León le daría cobijo por haber servido a su señor Hosokawa, lo llevaba muy mal. Hosokawa también sentía desprecio hacia el traidor, aunque hubiera aceptado sus servicios por la causa que defendían. Pero uno no podía fiarse de ese sujeto. Le permitiría quedarse en sus dominios únicamente para conocer sus intenciones. Después El León decidiría y juzgaría...según su propia ley.<br />
<br />
<span style="color: #741b47;">RAION ライオン : León.</span><br />
<br />
<strong>Haikus:</strong><br />
<strong>Kato Gyôdai (1732-1792). Traducción de Vicente Haya.<br />
"Sobre el musgo". Mercedes Pérez Collado -Kotori-, El Reflejo de Uzume.</strong><br />
<br />
<span style="font-size: xx-small;">Este relato es propiedad de su autora y está protegido.</span>Carolinahttp://www.blogger.com/profile/03161395215900720617noreply@blogger.com9tag:blogger.com,1999:blog-2893519459144662737.post-37121387816946484882010-08-05T21:10:00.001+02:002010-08-06T10:55:12.983+02:00RAN. Capítulo XXXII. "TORA" 虎. El Rugido del Tigre<div class="separator" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none; clear: both; text-align: center;"><a href="http://1.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TFoW8bO7fWI/AAAAAAAAELw/7uPeUxxfyRc/s1600/a_tigre_blanco.jpg" imageanchor="1" style="cssfloat: left; margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" bx="true" src="http://1.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TFoW8bO7fWI/AAAAAAAAELw/7uPeUxxfyRc/s320/a_tigre_blanco.jpg" /></a></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><br />
<br />
<div style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><strong>Tabibito to</strong></div><strong>Waga-na yobaren</strong><br />
<strong>Hatshushigure</strong><br />
<br />
<span style="font-size: x-small;">Me llamarán por el nombre</span><br />
<span style="font-size: x-small;">De caminante</span><br />
<span style="font-size: x-small;">Tempranas lluvias de invierno</span><br />
<br />
<br />
El sol del invierno se asomó tímidamente apartando con sus débiles rayos las pocas nubes de tormenta que aún dominaban el cielo. Kasumi detuvo su marcha para descansar y planificar su nueva estrategia. Pronto empezarían a buscarlo si no lo estaban haciendo ya. Resolvió dirigirse sin dilación al campamento de Raion Kenji, "El León Sano", un hombretón forjado en mil batallas, líder de un grupo rebelde de campesinos ashigaru aliados al clan Hosokawa, bajo cuya influencia creía poder hallar cobijo, o al menos eso era lo que el traidor esperaba, debido a su antigua alianza con dicho clan. Únicamente esperaba que su lugarteniente, Kazahaya, hubiera podido escapar al igual que él, de los hombres de Ashikaga. Necesitaba a ese viejo cobarde, para idear un nuevo plan de ataque y para jugar nuevas partidas de Go, lo único que echaba de menos de la compañía de ese estúpido cabrón. Y pensaría cómo librarse, definitivamente, de ese incordio de soldado llamado Takeshi.<br />
<br />
Nakamura se sentía el hombre más afortunado del mundo. Un, la suerte, estaba de su lado y tenía entre sus brazos a la mujer que amaba. Se tocó la cara, se sintió cansado y pensó en la traición que estaba a punto de cometer. Se le partía el alma únicamente al pensarlo, mirando a Bara que aún continuaba profundamente dormida. La había deseado toda su vida, aunque no fuera consciente de ese sentimiento al jugar con la niña que ahora yacía junto a él, la mujer que ahora pegaba su cuerpo al suyo, que lo había amado como jamás lo hizo nadie. Una lágrima escapó de sus ojos rasgados y pidió perdón en silencio. "Lo siento mi amor, debo hacerlo, debo protegerte. Pero tu corazón entenderá. Sé que lo hará". Tocó su pelo, aspiró su olor a rosas y la acarició transmitiéndole todo su amor. Bara despertó y lo miró a los ojos. Sonrió, sumergiendo sus manos en el cabello del samurái, atrayéndolo hacia ella, besando sus párpados, su frente, su nariz...cuánto amaba a ese hombre y cuánto tiempo había estado tan ciega y obsesionada por Takeshi. Siempre lo había querido, siempre, su mejor amigo, su rival en los juegos de infancia. Y ahora estaba ahí, en ese momento, entre sus brazos. "Oh Kami! Que este momento no termine jamás, os lo suplico", rezó a los dioses. Nakamura la envolvió en un abrazo que le hizo perder el aliento, susurrándole al oído palabras de amor mientras buscaba su placer en el cuerpo de la Rosa de Kyoto. Bara se estremeció, y correspondiendo a su abrazo le susurró a su vez: <br />
-Tomodachi...ai shiteru...<br />
El tigre que habitaba en el interior del samurái rugió como una fiera herida de muerte.<br />
<br />
Ashikaga, Takeshi y Taro se reunieron apresuradamente en la tienda del shogún. Era necesario iniciar prontamente la búsqueda de El Hijo de la Niebla, pues conociendo sus traiciones y deslealtades, era probable que estuviera buscando nuevos aliados para iniciar una nueva batalla. Debían detenerlo cuanto antes.<br />
-Necesitamos a Nakamura, no podemos actuar sin él.-Taro estaba inquieto.<br />
Ashikaga lo miró y palmeó su hombro.<br />
-Tranquilo, amigo mío, Nakamura volverá pronto, en cuanto resuelva sus asuntos.<br />
-Pero debemos empezar cuanto antes...Takeshi, debemos ir tras él.<br />
-Lo sé, Taro, lo sé,-Takeshi inspiró hondo-pero Nakamura vendrá, esperaremos lo que haga falta.<br />
-No esperaréis más.-La voz de Nakamura resonó en el interior de la tienda.-He vuelto y traigo una prisionera.<br />
Los hombres salieron al exterior y el frío les hizo estremecer bajo las armaduras.<br />
-Os presento a Bara, La Rosa de Kyoto...<br />
<br />
Hanako reía ante el relato de Hoshi. Se alegraba tanto que su fiel estrella hubiera encontrado el amor junto a Taro. Quién lo iba a decir, desde aquellos lejanos tiempos en palacio, en los que ella era la concubina de Ashikaga, aunque sólo formalmente, y Hoshi era su sirvienta. Ahora eran dos mujeres unidas por un mismo destino, el que la guerra Ônin había dispuesto para ellas. Las cosas habían cambiado tanto...estaban unidas por el cariño que se profesaban, eran amigas, y ambas amaban a dos tercos samuráis al servicio del shogún.<br />
-Hanako, desearía continuar a tu servicio, pero amo a Taro y quiero terminar mis días con él.<br />
-Hoshi, lo comprendo, te libero de tus obligaciones. No quiero que te consideres mi sirvienta, somos amigas y el presente y la guerra han cambiado las cosas. Quiero que seas feliz y yo seré testigo de ello.<br />
Hoshi abrazó a la concubina con lágrimas de dicha en la cara.<br />
-Siempre estaré a tu lado, Niña Flor, siempre...bueno, Taro y yo.-Hanako rió abiertamente.<br />
-Sí, hermana, y espero que Takeshi esté también presente en mi futuro.<br />
-Lo estará, Hanako. Los dioses así lo han dispuesto, y ni siquiera Ônin, La Destructora, podrá evitar que se cumpla tu destino.<br />
<br />
El bosque resultó ser intransitable, las sendas estaban ocultas por la maleza crecida durante la época de las lluvias. Kasumi no estaba seguro de seguir el camino correcto al campamento de Raion, El León.<br />
El caballo estaba agotado y sus sentidos abotargados por el cansancio y la falta de agua y alimentos. Pero no tenía nada que perder, estaba seguro que pronto, muy pronto, daría con la guarida del León.<br />
A pocos metros de donde se encontraba, la maleza empezó a moverse dando señales de vida en el oscuro y frío bosque. El miedo empezó a subir por su garganta amenazando con asfixiarlo. Desmontó y se agazapó entre las ramas más bajas que se encontraban junto a él y se dispuso a esperar el próximo movimiento de lo que fuera se movía frente a su posición. Durante unos segundos que le parecieron eternos, contuvo la respiración hasta que escuchó una fina tosecilla y un gruñido. ¡Por todos los dioses, maldito fuera el estúpido borrachín!. Se trataba de Kazahaya, no tenía duda alguna. Silbó, de la forma convenida entre él y sus hombres para reconocerse y fue correspondido con el mismo silbido, seguido de otro ataque de tos. Estúpido imbécil...se incorporó y se dirigió al encuentro de su compañero de fortuna.<br />
<br />
Los hombres se quedaron boquiabiertos ante el espectáculo que les ofrecía Nakamura. La mujer que esperaba en el exterior se hallaba atada sobre Masshiroi, el caballo del general. Sus ojos, abiertos de par en par, reflejaban miedo e incomprensión, rabia y...dolor, sobre todo dolor. Pero no era físico sino un dolor en el corazón, intenso, profundo, como si un millar de katanas lo hubieran destrozado sin mostrar piedad ni compasión y se estuviera desangrando sin poder suplicar la ayuda para salvarlo, sabiendo que esa ayuda jamás llegaría. Bara se sujetaba al caballo con las piernas, haciendo un esfuerzo considerable para no caer al suelo. No entendía nada, nada. Después de amarse por segunda vez, Nakamura se transformó en un ser diabólico, en una persona que no conocía en absoluto. Maldita sea, todo fue una trampa, un juego de seducción en el que ella, la mujer de mundo, había caído sin darse cuenta. Todo por creer en su amor, por pensar que su querido amigo, su verdadero corazón, la quería...un engaño únicamente perpetrado para atraparla. Pero aún así, su cerebro, su alma, negaban la evidencia. Las caricias fueron reales, los besos aún le quemaban en los labios, su cuerpo aún temblaba por el deseo compartido y saciado...no, no podía ser cierto, algo pasaba, su amado general debía tener algún plan en mente que ella no conocía y... dejó de pensar para recibir el frío impacto de la mirada de Nakamura.<br />
Ashikaga dirigió una mirada furiosa al soldado.<br />
-¿Qué significa esto, Nakamura?<br />
El general desvió la vista de la mujer y se volvió hacia su señor.<br />
-No significa más que lo que vuestros ojos ven. Es una prisionera, la mujer es aliada del traidor Kasumi.<br />
-Eso ya lo sé, Nakamura, ya lo sé, pero también sé...otras cosas. Vamos a hablar en privado.<br />
Ashikaga ordenó a Taro la custodia de la Rosa mientras se dirigía con paso firme a su tienda, seguido de cerca por el joven soldado. Una vez en el interior, el gobernador se volvió furioso y arremetió contra Nakamura.<br />
-¿Te has vuelto loco?. ¿Qué estás haciendo?.<br />
-Lo único que puedo hacer por ella.<br />
-No te entiendo, Nakamura. Me confesaste hace tiempo que la amabas, que querías encontrarla, que la salvarías de sus errores. Y ahora que la has hallado, la entregas como a una vulgar prisionera.<br />
Nakamura bajó los hombros desolado.<br />
-Mi Señor, es cierto que la amo y jamás dejaré de hacerlo. Pero lo que vuestra excelencia no entiende, ni nadie podrá entender, es que, haciéndola mi prisionera, está bajo mi protección. De esta forma nadie podrá acercarse a ella, ni herirla, mucho menos matarla. He puesto mi vida a su servicio y no dejaré que nadie la toque, y al que se atreva probará la mordedura de Kotetsu, mi espada.<br />
-Ahora lo entiendo, amigo. El estatus de prisionero hace que la Rosa no pueda ser acosada por nuestros soldados...ah, Nakamura, pero te has adentrado en terreno peligroso.<br />
-Mi señor, eso no me importa. Sólo espero que ella lo comprenda...algún día.<br />
<br />
Los hombres salieron de la tienda después de dar por terminada su conversación. Taro sujetaba las riendas de Masshiroi, al que se aferraba Bara, dolorida y maniatada. Nakamura cruzó su mirada con ella y percibió el odio que destilaban sus negras pupilas. De la boca silenciosa de Bara surgieron dos palabras, que Nakamura comprendió por el movimiento de sus labios: "abayo, aho"...<br />
El tigre volvió a rugir de dolor...<br />
<br />
<br />
<span style="color: #741b47;">TORA 虎 : Tigre.</span><br />
<span style="color: #741b47;">RAION : León.</span><br />
<span style="color: #741b47;">ASHIGARU : Soldados de a pie.</span><br />
<span style="color: #741b47;">UN : Suerte (buena o mala fortuna).</span><br />
<span style="color: #741b47;">TOMODACHI : Amigo.</span><br />
<span style="color: #741b47;">AI SHITERU : "Te amo".</span><br />
<span style="color: #741b47;">KOTETSU : Acero.</span><br />
<span style="color: #741b47;">ABAYO : Forma poco cortés de decir adiós.</span><br />
<span style="color: #741b47;">AHO : Estúpido, idiota.</span><br />
<br />
<strong>Haiku:</strong><br />
<strong>Matsuo Bashô (1644-1694). Traducción de Fernando Rodríguez-Izquierdo.</strong><br />
<br />
<span style="font-size: xx-small;">Este relato es propiedad de su autora y está protegido.</span>Carolinahttp://www.blogger.com/profile/03161395215900720617noreply@blogger.com8tag:blogger.com,1999:blog-2893519459144662737.post-59482972644327788362010-07-22T23:46:00.006+02:002010-07-23T02:18:50.040+02:00RAN. Capítulo XXXI. "KAMINARI" 雷. El Sonido del Trueno.<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://4.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TEjVgp07hQI/AAAAAAAAEKE/m0GWzloCX5M/s1600/b_montana_de_fuego.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; cssfloat: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" hw="true" src="http://4.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TEjVgp07hQI/AAAAAAAAEKE/m0GWzloCX5M/s320/b_montana_de_fuego.jpg" /></a></div><br />
<br />
<strong>Hatsukoi ya</strong><br />
<strong>Tôrô ni yosuru</strong><br />
<strong>Kao to kao</strong><br />
<br />
<span style="font-size: x-small;">Primer amor </span><br />
<span style="font-size: x-small;">Se arriman al farol </span><br />
<span style="font-size: x-small;">Cara con cara</span><br />
<br />
<strong>Doblan su tallo</strong><br />
<strong>Los capullos marchitos</strong><br />
<strong>bajo la nieve</strong><br />
<br />
<span style="font-size: x-small;">Kotori</span><br />
<br />
<br />
<br />
<br />
La espada iba y venía sobre su cabeza, bajando cada vez más hasta llegar a pocos centímetros de su cuello. El sudor resbalaba por sus sienes sintiendo la muerte cada vez más cerca, un poco más. Estiró el cuello y se echó hacia atrás para impedir que el filo mortal lo alcanzara en un esfuerzo que sabía inútil de antemano. El samurái, cabalgando en un caballo negro reía y asentía dejando que la espada siguiera su camino. Buscó ayuda y vió a un samurái sobre un caballo blanco. Lo miró suplicante...pero también reía ante su suerte...<br />
Kasumi despertó con el retumbar del sonido del trueno, angustiado, sudoroso y con un temblor que provocaba el tic nervioso en su boca, incapaz de controlarlo. Sintió miedo, mucho miedo, como si el futuro viniera a su encuentro en forma de dos figuras, una negra y otra blanca, como en el juego del Go. Se sintió acorralado, en situación de Kô* y su mente se quedó en blanco sin saber cuál sería su siguiente jugada. Optó por lo más fácil para un cobarde que no sabe enfrentarse a su destino: la huída.<br />
<br />
Ashikaga dio la orden de ataque. Los soldados corrieron hacia la estancia con las armas enarboladas, agitándolas en el aire. Sus gritos de guerra se confundieron con el sonido del trueno, Kaminari se convirtió en su aliado. Puertas y ventanas fueron abatidas destrozando todo cuanto se hallaba a un paso de su objetivo. Los hombres de Kasumi apenas opusieron resistencia debido a los excesos de la noche. Aún así, un par de traidores salieron al paso de Nakamura y Taro ofreciendo resistencia. No aguantaron mucho tiempo ante la furia de los generales y sus espadas.<br />
Los hombres fueron reducidos y maniatados, conducidos al establo para asegurarse de que ninguno escaparía antes de ser llevados a palacio y juzgados. Pero...Kasumi no se encontraba entre ellos, malditos fueran, no se hallaba ahí, sino que había huído como el cobarde que era. Nakamura apretó el puño alrededor de su sable hasta que clavó el grabado de la tsuba en la palma de su mano. Perseguiría a ese mal nacido hasta los confines del mundo, incluso aunque ello le costara la vida...¡por todos los dioses!. Y ese aroma...¿de dónde proviene?. Nakamura dio un salto hacia atrás en mitad de sus pensamientos, cuando un olor intenso a rosas le provocó una sacudida en el corazón. La voz que siguió al impacto en su sentido olfativo le arrancó unas enormes ganas de llorar.<br />
-¿Quién es usted y qué ha pasado aquí?.-Bara bajaba corriendo las escaleras, aún recuperándose del sueño y asustada por los ruidos que amenazaban con echar la casa abajo.<br />
Nakamura la miró, se atrevió a hacerlo, y el rostro de la mujer aún era más hermoso que el recuerdo que había conservado en sus sueños. No lo reconocía, por supuesto, ¿por qué iba a hacerlo? Siempre fue tan insignificante para ella, La Rosa de Kyoto...su rosa.<br />
-Señora, no temáis, pero debéis acompañarme.<br />
Bara entrecerró los ojos. Esa voz le era conocida y ese rostro, le provocaba escalofríos. Su mente intentaba abrirse paso en el pasado y buscar el orígen de aquel sonido que salía de la garganta del samurái que estaba frente a ella...apuesto, fuerte como un oso, con unos ojos rasgados como el filo de la katana que sostenía fuertemente en su puño. Bara estaba aturdida y sus piernas empezaron a temblar, al mismo tiempo que su corazón estallaba en una emoción desconocida. Se sentía poderosamente atraída hacia ese misterioso soldado. Se ruborizó como si fuera una adolescente y bajó la mirada ante el escrutinio de los ojos negros que parecían querer devorarla. Suspiró y se armó de valor para preguntar:<br />
-¿A..a...acompañaros, a...dónde?<br />
Nakamura se acercó a la mujer y se atrevió a alzarle la barbilla con su mano temblorosa.<br />
-A mi mundo, Señora,....a mi mundo.<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://3.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TEjC5BNYM0I/AAAAAAAAEJw/71AOZ082zWQ/s1600/752608joven_geisha-1024x768-643140.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; cssfloat: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" hw="true" src="http://3.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TEjC5BNYM0I/AAAAAAAAEJw/71AOZ082zWQ/s320/752608joven_geisha-1024x768-643140.jpg" /></a></div><br />
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<br />
Taro abrió la puerta de los establos y encontró a Takeshi arreglándose los calzones y a Hanako ruborizada como si hubiera estado dos días tomando el sol. Sonrió y se encogió de hombros. Volvió a cerrar y se dirigió a Ashikaga.<br />
-Estooo, excelencia...¿qué os parece si entro yo primero a inspeccionar el lugar antes de dejar a nuestros enemigos aquí? No fuera que encontraran algún arma y...bien, no deseamos que escapen, ¿cierto?.<br />
Ashikaga lo miró con ojos entrecerrados y gruñó, asintiendo con la cabeza. Taro puso los ojos en blanco y agradeció a los dioses que el shogún no hubiera deseado saber más sobre su conducta. Entró de nuevo y susurró a Takeshi:<br />
-¡Hermano!, ¿se puede saber qué hacéis aquí?. Nuestro Señor está ahí fuera esperando dejar a los prisioneros a buen recaudo.<br />
-No preguntes, Taro, mejor no preguntes. Dí a Ashikaga que nos adelantamos para inspeccionar el lugar.<br />
-No se lo va a creer.<br />
-No, pero fingirá que sí. Házlo, amigo mío. <br />
<br />
Bara se sentía como una niña, acorralada en un juego de adultos, indefensa pero extrañamente feliz. Acompañó al soldado que tanto la inquietaba al exterior y un caballo blanco lo esperaba. Un samurái...sobre un caballo blanco...recogía la rosa y le arrancaba las espinas...Sacudió la cabeza para desprenderse del sueño pero no podía, estaba ahí, frente a ella. Dos niños jugando...Nakamura...<br />
-¡Eres tú!...Nakamura, mi amigo.-La Rosa tenía la boca abierta por el asombro.<br />
-Así es, querida, veo que por fin me reconoces.<br />
-Yo...estoy...yo...Nakamura...-pronunció su nombre en un suspiro y el general sonrió.<br />
-Te dije una vez, Rosa de Kyoto, que algún día te ganaría en el juego de la vida. Y ese día ha llegado. De un salto, apoyándose en el estribo, Nakamura se alzó sobre Masshiroi y se dejó caer en la silla. Le tendió la mano para invitarla a subir a su caballo . Bara aceptó y se acopló a la montura y al jinete, pegando sus pechos a la espalda del soldado. La satisfacción y la felicidad asomaron a los labios del general. Apremió al caballo a iniciar la marcha y Masshiroi piafó agitando la cabeza, sabiendo que las cosas de su dueño por fin encontraban su camino, el camino que se inició veinte años atrás.<br />
<br />
Hoshi se adentró en los establos y alcanzó a ver a Hanako entre los montones de paja que rodeaban a los animales. Corrió a su encuentro y la abrazó con fuerza.<br />
-Mi Flor, estás bien, estás bien, estás...<br />
-Si Hoshi, sí,-no podía dejar de reír ante el ímpetu de la sirvienta, de su amiga.-me estás estrujando, querida.<br />
-Ohh! mi Señora, pero si soy sincera debo decir que no lo siento en absoluto.<br />
Las dos mujeres rieron con ganas y se volvieron a abrazar, deseosas de liberarse de las tensiones de los últimos días. Mientras la Flor y la Estrella se ponían al día sobre los acontecimientos vividos, Taro y Takeshi ayudaban a los hombres de Ashikaga a trasladar a los prisioneros y asegurarlos para que no pudieran huir. El Shogún preguntó por Nakamura y nadie supo darle respuesta alguna. Una leve sonrisa apareció en el rostro del gobernador del Imperio...su general había ido en busca de su destino. Bien por él.<br />
<br />
Masshiroi se detuvo ante la orden de su dueño y resopló varias veces, agitado, sintiendo los dos cuerpos que abrazaban sus flancos. Se mantuvo quieto mientras desmontaban, primero Nakamura, después Bara, pegándose al cuerpo del general. Frente a frente se miraron con expectación. Les costaba respirar, sentían un fuego intenso que les quemaba el alma. Los corazones eran un solo animal furioso, galopando al compás del trepidante sonido del trueno en la distancia. Bara comprendió entonces...un samurái sobre un caballo negro al que había herido con sus espinas...Takeshi; un samurái sobre un caballo blanco que recogía a la rosa moribunda...Nakamura...siempre Nakamura. Su amor por Takeshi no fue más que un espejismo de su absurda ambición, por eso lo abandonó buscando algo más, por ello se unió al clan Hosokawa. Toda su vida no había sido más que un error y una huída de su verdadero destino. El niño al que ella ganaba en el juego del Go había regresado para ganarla en el juego de la vida. Y no supo hacer otra cosa más que rendirse.<br />
Nakamura la atrajo hacia su boca. Pero quiso mirarla primero a los ojos, descubriendo una luna en ellos, promesas de noches sin fin. Se quitó el casco protector y acercó sus labios a su frente. Su pelo negro y largo cubrió el rostro de la mujer acariciando sus mejillas. Bara se estremeció al recordar cómo tiraba de esos negros cabellos cuando eran niños. Lágrimas de ternura escaparon de sus ojos y se mezclaron con los mechones del samurái, con sus labios, que habían comenzado a acariciar su boca.<br />
-Nakamura...yo...te...a...<br />
-Silencio, mi rosa, cállate, no digas nada, te lo ruego, no ahora.<br />
La acarició largamente, atrapando su cintura, cubriéndola con sus manos, abarcando todas sus curvas, sus rincones de mujer largamente deseada. Bara deslizó sus brazos alrededor del cuello del soldado gimiendo contra su boca, apartando como podía su pesada armadura. Nakamura suspiraba contra su cuello, ayudándola en su intento de despojarlo de sus ropas. Por cada centímetro que quedaba al descubierto, las manos exploraban más audazmente, más atrevidas, la confianza hacía que sus cuerpos se fueran fundiendo en uno solo, que se tocaran hasta donde nadie se había atrevido a tocar jamás. El kimono de Bara desapareció sin apenas darse cuenta y sintió cómo el hombre la besaba en el cuello, en sus pechos, su ombligo, dejando un rastro de fuego que apenas podía soportar. Sus labios llegaron hasta su profunda intimidad, hasta el centro de su placer, y Bara se arqueó ofreciendo sus pechos a la luna, sintiendo cómo también se los besaba y acariciaba con su reflejo plateado. El samurái la alzó entre sus brazos y la recostó sobre la fría yerba. La acarició de arriba a abajo, atrapando con su mano la suave humedad entre sus muslos, se acomodó entre ellos y la poseyó como una fiera salvaje, con todo el amor que sentía por ella desde que era tan solo un niño que se dejaba ganar en aquellas maravillosas partidas de Go. Con un rugido descargó en ella todo su ser y dio gracias a la luna que los cobijaba. Si los dioses lo tuvieran a bien, aquél sería un buen momento para morir.<br />
El trueno volvió a sonar en la distancia.<br />
<br />
<br />
<br />
<span style="color: #741b47;">KAMINARI 雷 : Trueno.</span><br />
<span style="color: #741b47;">*KÔ : Infinitud. Situación en el juego del Go en la que si un jugador captura una piedra en situación de kō, el otro jugador no puede recapturar inmediatamente. Ha de hacer otra jugada antes de recapturar.</span><br />
<span style="color: #741b47;">TSUBA : Empuñadura de la katana, normalmente lleva grabados y dibujos tradicionales.</span><br />
<br />
<br />
<strong>Haikus:</strong><br />
<strong>Tan Taigi (1709-1771). Traducción de Antonio Cabezas.</strong><br />
<strong>"Doblan su tallo". Mercedes Pérez Collado -Kotori-. El Reflejo de Uzume.</strong><br />
<br />
<span style="font-size: xx-small;">Este relato es propiedad de su autora y está protegido.</span>Carolinahttp://www.blogger.com/profile/03161395215900720617noreply@blogger.com8tag:blogger.com,1999:blog-2893519459144662737.post-46249414555593389772010-07-21T06:35:00.001+02:002010-07-21T19:52:36.897+02:00RAN. Capítulo XXX. "SHIPPÛ" 疾風. La Fuerza del Huracán.<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://4.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TEZap8C8sNI/AAAAAAAAEIw/o4DXixrLmrw/s1600/a_luchador.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; cssfloat: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" hw="true" src="http://4.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TEZap8C8sNI/AAAAAAAAEIw/o4DXixrLmrw/s320/a_luchador.jpg" /></a></div><br />
<br />
<strong>Aki no yo ya</strong><br />
<strong>Himon hitô no</strong><br />
<strong>Ki no yowai</strong><br />
<br />
<span style="font-size: x-small;">Noche de otoño</span><br />
<span style="font-size: x-small;">Me pregunto y respondo</span><br />
<span style="font-size: x-small;">Débil de alma</span><br />
<br />
<strong>Bajo el volcán</strong><br />
<strong>El bosque reverdece</strong><br />
<strong>Las piedras negras</strong><br />
<br />
<span style="font-size: x-small;">Kotori</span><br />
<br />
<br />
<br />
<br />
<br />
<br />
La lluvia continuaba cayendo con una fuerza inusitada, como si las gotas de agua pretendieran excavar un agujero en la tierra húmeda para llegar al lejano punto de las antípodas, el extremo opuesto del planeta, creando un túnel entre este punto en el que se lanzaban con violencia y el punto en el cual emergerían de nuevo como un arroyo silencioso. El Shogún Ashikaga vio el momento propicio para entrar en La Estancia de las Mil Rosas y sorprender a los traidores; desplegó a sus hombres en abanico alrededor de la casa y los instó a que estuvieran alerta ante su próxima orden. No deseaba hombres muertos, todos, sin excepción, debían ser capturados vivos para hacer justicia. No deseaba una muerte rápida para ellos, no. Debían ser obligados a confesar sus crímenes y a cometer seppuku, la única salida honorable para un soldado que dejó de serlo para convertirse en un traidor a su pueblo.<br />
Miró a Nakamura, su fiel general, y no se le escapó el brillo que lucían sus fieros ojos. Sabía que ese era un momento importante, una encrucijada vital en la vida de su amigo y subordinado. Nakamura le devolvió la mirada y sonrió de una forma triste, como si hubieran hablado con sus mentes y supieran lo que pensaba el otro. El general inclinó la cabeza en señal de respeto ante su Señor, y Ashikaga le devolvió la misma inclinación en señal de reconocimiento a su lealtad.<br />
Los hombres desenfundaron sus armas y se dispusieron a esperar...<br />
<br />
Taro se unió a los hombres del Shogún y preparó su katana. Despertó a Shippû de su letargo y observó el filo cortante absorver la poca luz del sol que asomaba entre los negros nubarrones. Poderosa y protectora, letal e invencible, sintió la vibración que partía de la espada y que lo llamaba a unirse a ella. Taro era el cuerpo, Shippû el alma, dos en uno y un solo soldado, un único samurái en el que se fundían carne y sangre, acero y fuego, juntos para morir luchando. Hoshi observó el ritual de comunión entre el general y su sable y sintió una punzada de celos, una sensación de quedar al margen en el instante en que Taro se unía a la espada y a la batalla. Se arrodilló en el suelo embarrado y, bajo la lluvia atronadora, pidió, rogó a los cielos que su amado volviera; rezó a los Kami para que tuviera una buena muerte si ese era su destino; y...habló a su rival en voz alta:<br />
-Noble dama, tú que fuiste forjada en fuego, tú que viviste una unión de acero sobre acero...protege a Taro, sé su sombra, su aliada, su compañera. Mantenlo a salvo y haz que vuelva a mi lado. Y si no fuera así, ruego por que tu belleza sea lo último que yo vea también al abandonar este mundo.<br />
El asombro se asomaba a los ojos del veterano soldado. Conmovido, la alzó del suelo y restregó su nariz con la de la estrella, para depositar después un suave beso en sus labios.<br />
-Hoshi, Hoshi, mírame...-la mujer alzó la cabeza con ojos llorosos-. Dime que no cometerás Jigai, por el amor de los dioses, dímelo.<br />
-Y...¿qué haría yo sin tí si algo te ocurrierra?. Yo...no podría seguir viviendo, yo, no...<br />
-Shhhhh, -susurró Taro contra su frente.- Calla, calla, por favor mujer, calla. Nada va a pasar y yo volveré, lo siento, Shippû así me lo ha transmitido. Quédate tranquila o no podré luchar, no como un samurái debe hacerlo.<br />
Hoshi se secó las lágrimas con un manotazo de las mangas de su kimono, sonrió a medias y se abrazó al pecho del soldado.<br />
-Como no vuelvas, Taro, como te maten y no vuelvas...te juro que yo te mato otra vez.<br />
-Este es mi pequeño volcán, -Taro sonreía-, éste y no Fujisan.<br />
Y la abrazó con fuerza.<br />
<br />
Hanako buscaba afanosamente entre las herramientas desperdigadas por el establo, buscando algún instrumento cortante que pudiera liberar a Takeshi de sus ataduras. Revolvió la paja, miró en todos los rincones. Por fin, vislumbró el filo de una especie de sable corto, parecido a un tantô, escondido bajo el vientre de un potrillo que descansaba junto a su madre. Se acercó cautelosa y desplegó una oración para que los animales no la cocearan en su intento de obtener el arma. Deslizó una de sus manos por debajo del animal, susurrándole palabras tranquilizadoras, mientras no perdía de vista a la madre que la miraba con ojos hostiles. Alcanzó a duras penas a tocar la empuñadura y comenzó a escarbar sintiendo cómo resbalaba entre sus pequeños dedos. Lanzó una maldición al aire y se dijo que debía concentrarse. Cerró los ojos y pensó que su mano se alargaba, se estiraba y llegaba, podía atrapar ese mango tosco y grueso. Sonrió sintiendo su volumen atrapando la palma de su mano...estiró y sintió el aire reververar al tiempo que esquivaba un mordisco fiero que la yegua le lanzaba. Cayó hacia atrás y dio una voltereta entre la paja. Se levantó medio mareada y escuchó una risilla que provenía de Takeshi. Lo que faltaba, después de caer de una distancia considerable, magullarse el culo y arriesgar su físico ante un mordisco animal para poder liberarlo, además, ese cretino al que quería más que a nada en el mundo...¡se reía de ella!. Pues se iba a enterar de una cosa que no sabía: La Flor de Oriente también podía tener espinas.<br />
<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh1e5pwFiq8xIQk7AiQGYot65DFQh4_rejKQ3RR5pw0MeY0KHJcFZnGmQVPKfR0FNjWLL4wG4ukqGDbXb2cvnPWqdnIYBlqpYHTYuSJBia-p-FxyxzM5TBHYVzZvAWVY-3L7E7ZDy69AMiN/s1600/Oriental20girl_small.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; cssfloat: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" hw="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh1e5pwFiq8xIQk7AiQGYot65DFQh4_rejKQ3RR5pw0MeY0KHJcFZnGmQVPKfR0FNjWLL4wG4ukqGDbXb2cvnPWqdnIYBlqpYHTYuSJBia-p-FxyxzM5TBHYVzZvAWVY-3L7E7ZDy69AMiN/s320/Oriental20girl_small.jpg" /></a></div><br />
<br />
Bara continuaba en estado letárgico, medio adormilada, continuaba dándole vueltas al sueño inquieto que había experimentado, y a la imagen de los dos niños jugando. Uno de ellos era ella, de eso estaba muy segura, pero el niño... Nakamura...recordaba su nombre y su rostro pero de lo que no estaba segura era por qué el recuerdo de aquel pequeño le provocaba una punzada en el corazón, si apenas lo había recordado, hasta este instante. ¿Por qué?, se preguntaba una y otra vez. ¿Qué diablos tiene que ver conmigo?. En su memoria se hicieron visibles los recuerdos de una complicidad inocente, una amistad que duró muchos años, antes de que ella pusiera en marcha sus ambiciosos planes, antes de que se enamorara de Takeshi y lo abandonara para unirse al clan Hosokawa. Pero Nakamura siempre estuvo allí, a su lado, en las sombras de su inconsciencia, esperando, esperando...¿a qué?, ¿y cuándo?, se preguntaba la Rosa, dejándose abrazar de nuevo por el sueño que invitaba a olvidar.<br />
<br />
Las ataduras estaban firmemente apretadas y el viejo sable apenas podía cortarlas debido a su estado de oxidación. Hanako volvió a maldecir, aún a sabiendas de que le esperaba un rincón en el infierno, apartada de los dioses de su familia por tantas maldiciones que últimamente salían de su boca. Takeshi sentía por fin un respiro en sus doloridos músculos y giró la cabeza en un ángulo imposible para atrapar en sus ojos el rostro de la mujer amada. Hanako dio un respingo al percibir su ardiente mirada, desvió la vista y continuó trabajando para soltarlo. Por fin su trabajo dio resultado, una de las cuerdas cedió y una mano poderosa se apoderó de su nuca y la atrajo hacia los labios del soldado.<br />
-Mi flor, estás aquí, mi bella flor.-Takeshi reía con esfuerzo.<br />
-Mi señor, soltádme, soy la concubina del Shogún y vuestras manos no deben tocar ninguna parte de mí.<br />
Takeshi sonrió tristemente. Bien, comprendía la actitud de la mujer. No había sido muy considerado con ella desde que entraron por la puerta grande en La Estancia de las Mil Rosas. La había humillado ante Bara, sí, pero sólo quería protegerla...de su ira y de sus celos si llegara a imaginar lo que la Flor significaba para él. Lo que no sabía era cómo iba a recuperarla ahora, en este momento, teniéndola allí en ese lugar solitario.<br />
-Hanako, ven, ven junto a mí, abrázame.<br />
-Soy la concubina de nuestro Señor Ashikaga. No me pidáis tal cosa, pues nada puedo ofreceros.<br />
-Hanako, por los Kami, soy yo, Takeshi. Nos hemos amado y nos amamos aún. Ten compasión, hay cosas que no comprendes.<br />
-Cosas que no me han sido reveladas, cosas que me han sorprendido y conmocionado.<br />
-Cierto, mi Flor, pero déjame que...<br />
Hanako estalló en un arranque de furia, celos y tristeza.<br />
-¿Y quién te crees que soy?. ¡Maldito soldado!. ¿Crees que soy una más de tus conquistas?. Te dí mi corazón y sólo lo has pisoteado y estrujado hasta no quedar ni el polvo para devolverlo a la tierra. ¡Maldito seas, tú y Bara!.<br />
Takeshi se acercó lentamente a Hanako, una vez liberado de sus ataduras. Le dolía todo el cuerpo, pero aún más le dolía el corazón por las palabras de la concubina.<br />
-Escucha, Hanako...<br />
-¡No escucharé nada que venga de tí!, ¿lo entiendes?, ¡nada!.<br />
Hanako intentaba alejarse pero Takeshi la agarró del brazo, la obligó a dar la vuelta hasta quedar de frente a él y la tomó por la cintura, apretándola a su cuerpo. Atrapó sus labios con furia y la besó salvajemente. Después de saborearla, apartó sus labios de los de ella y le susurró al oído.<br />
-No me conoces, Hanako, realmente no me conoces si dudas de mí.<br />
La concubina lo miró a los ojos y le susurró a su vez:<br />
-Pues déjame conocerte, mi señor, háblame de tí y así podré comprender.<br />
Takeshi le habló al oído, le contó su pasado, su presente era compartido, y le comunicó su esperanza de un futuro juntos. Hanako absorvía la sinceridad y la ternura de aquel hombre. Un deseo nació en lo más profundo de su corazón: poder compartir sus fracasos y sus triunfos con él, sus tristezas y sus alegrías. De repente, sintió la necesidad de llegar más allá con él, físicamente, y abrió su boca inclinándose hacia la del samurái. Takeshi se inflamó de deseo y la tomó con todo su ser, mordisqueando sus labios, su lengua. Acarició su cuello de porcelana con delicadeza, absorviendo todo el aroma que sus poros le transmitían: flores, un jardín, limón, especias, todo se unía en un festín para sus sentidos. La apretó más contra su cuerpo y deslizó sus manos por el escote de su kimono atrapando sus pechos. La Flor gimió, la Flor revivió como la planta mustia y marchita a la que dan de beber después de mucho tiempo de espera, sintiendo que la han abandonado. Takeshi la tomó en sus brazos y la recostó sobre la paja, sin dejar de acariciarla, suavemente, deseando que si debía morir pronto, fuera en ese momento, entre los brazos de la concubina. La desnudó y la acarició sintiéndose su verdadero dueño y señor, deseándola como jamás deseó a nadie, a ninguna otra. Enterró su cara en su cuello y suspiró mientras se adentraba en su cuerpo. Gimió de placer y desesperación, no quería separarse de ella, jamás.<br />
El samurái se agitaba en el interior de la mujer, embistiendo con sus caderas, apretándola más y más a él. La fuerza de un huracán, pensó, ésto es como estar en el corazón de un huracán, estrellarse contra la tormenta, como un guerrero deja a su espíritu que vuele en la más terrible de las tempestades, sólo que esta vez, existe un puerto seguro al que arribar.<br />
Yo tengo el mío...Hanako.<br />
<br />
<br />
<span style="color: #741b47;">SHIPPÛ 疾風 : Huracán.</span><br />
<span style="color: #741b47;">JIGAI : Suicidio de las mujeres.</span><br />
<span style="color: #741b47;">TANTÔ : Tercera espada del samurái, daga o espada muy corta.</span><br />
<br />
<span style="font-size: x-small;"><strong><span style="color: red;">Nota de la autora</span></strong>: Las mujeres nobles podían enfrentarse al suicidio por multitud de causas: para no caer en manos del enemigo, para seguir en la muerte a su marido o señor, al recibir la orden de suicidarse, etc. Técnicamente, el suicidio de una mujer no se considera haraquiri o seppuku, sino suicidio a secas (en japonés jigai). La principal diferencia con el haraquiri es que, en lugar de abrirse el abdomen, se practicaban un corte en el cuello, seccionándose la arteria carótida con una daga con hoja de doble filo llamada kaiken. Previamente, la mujer debía atarse con una cuerda los tobillos, muslos o rodillas, para no padecer la deshonra de morir con las piernas abiertas al caer.</span><br />
<br />
<strong>Haikus:</strong><br />
<strong>Tan Taigi (1709-1771). Traducción de Antonio Cabezas.</strong><br />
<strong>"Bajo el volcán". Mercedes Pérez Collado -Kotori-. El Reflejo de Uzume.</strong><br />
<br />
<span style="font-size: xx-small;">Este relato es propiedad de su autora y está protegido.</span>Carolinahttp://www.blogger.com/profile/03161395215900720617noreply@blogger.com9tag:blogger.com,1999:blog-2893519459144662737.post-83157927867910834002010-07-04T23:36:00.004+02:002010-07-05T03:14:09.038+02:00RAN. Capítulo XXIX. "KIOKU" 記憶. El Sonido de los Recuerdos<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://3.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TDD4r4SVZ8I/AAAAAAAAEIE/6L8JdjvqV_o/s1600/b_enfrentando_el_solo.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; cssfloat: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" rw="true" src="http://3.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TDD4r4SVZ8I/AAAAAAAAEIE/6L8JdjvqV_o/s320/b_enfrentando_el_solo.jpg" /></a></div><br />
<strong>Usumono ni</strong><br />
<strong>So tôru tsuki no</strong><br />
<strong>Hadae kana</strong><br />
<br />
<span style="font-size: x-small;">La luna cala </span><span style="font-size: x-small;">Por mi ropa ligera</span><br />
<span style="font-size: x-small;">Hasta mi piel</span><br />
<br />
<br />
El shogún se retiró a descansar unos momentos, necesitaba concentración para planificar el ataque y asalto a la casa de té. Mientras tanto, el general Nakamura vigilaba su sueño y la tranquilidad reinante le invitó a recordar tiempos lejanos...su mirada vagaba perdida en el infinito inmenso del valle pero veía ante sus ojos los cuerpos de dos niños jugando en una sucia callejuela de Kyoto, tan sucia como sus caras, cerca de palacio...<br />
-¡Bara!, ¡me ganaste otra vez!, no hay quien pueda contigo en el juego de Go*, quedaré en ridículo una vez más,-rió uno de los pequeños.<br />
-Nakamura Yoshimi, ¡ríndete!, ¡tienes mal aji!*<br />
-Uff, Bara, siempre acabas atrapándome en el tablero, pero te aseguro que seré yo quién te atrapará en el juego de la vida...algún día,-Nakamura miraba a la pequeña con adoración.<br />
-No seas tonto, Yoshimi, yo seré una mujer importante el día de mañana y tú serás...¿un simple soldado?,-la niña se acariciaba la frente, pensativa.-¿O un campesino?. Nuestros destinos se separarán, no te quepa duda.<br />
El pequeño Nakamura la miró largamente y cerrando sus ojos le respondió:<br />
-Nuestros destinos están unidos, así lo siento, y así lo comprenderás algún día. Ni en sueños podrás librarte de él porque los kami así me lo han confiado.<br />
<br />
Nakamura sonrió ante los recuerdos agolpados en su memoria. Por esa razón le pidió al shogún que le otorgara el privilegio de enfrentarse a Bara, La Rosa de Kyoto, su rosa desde que era un niño mocoso que se entretenía en juegos con las espinas de la mujer más bella que conocía y que le había robado la razón. Hacía tanto tiempo que la buscaba...y, ahora, no tenía fuerzas para las consecuencias que el destino, y los kami, impusieron para ellos.<br />
<br />
Hanako alcanzó la puerta de los establos, golpeándose contra ella en su loca carrera, sin poder frenar sus veloces pies ansiosos por huir. El obstáculo en su camino la hizo trastabillear y a punto estuvo de caerse si no hubiera asido su mano a las crines del caballo que se había apresurado a socorrerla en cuanto percibió su apuro.<br />
-¡Kamikaze!, por los dioses, ¿qué haces tú aquí?. Ya entiendo, vienes en busca de tu dueño.-Miró al caballo intensamente, enojada-. Pues no sé dónde está ni me importa.<br />
El caballo agitó la cabeza y resopló.<br />
-¿No me crees?. Bien, pues te repito que poco me importa. Tú y yo nos vamos de aquí.<br />
La concubina intentó subir a lomos del animal. Era muy alto, mucho para ella, tanto, que no lograría su objetivo si no buscaba antes un punto de apoyo sobre el que propulsarse hacia la silla. Pero por mucho que intentara dirigir al caballo hacia donde quería, éste no se dejaba, mordiéndole las mangas de sus ropas y tirando de la manta que la cubría.<br />
-Pero, ¡basta Kamikaze!, ¿qué pretendes con...ohhhh?<br />
La pregunta quedó en suspenso en el aire cuando cayó al suelo. Embarrada por el fango que se estaba creando por el aguacero, Hanako miró al animal furiosa. Kamikaze agitaba su cabeza, sus crines negras ondeando al viento parecían señalarle una dirección hacia la cual debían acudir. La mujer giraba la cabeza, observando, atrapando en sus ojos las señales que le mostraba el alazán. De pronto, detuvo su mirada justo donde Kamikaze se plantó firmemente, resoplando, abriendo sus fosas nasales y expirando el aire como si fueran suspiros formando nubes de aliento entre las gotas de lluvia. Un ventanuco, pequeño y sucio, abría paso al interior de los establos, y Hanako supo lo que el caballo quería transmitirle. Podía entrar por su pequeña abertura, pero, ¿qué interés tendría ese condenado animal por el interior de aquella cabaña que cobijaba a otros animales?.<br />
La curiosidad pudo más que ella y se apoyó en unas rocas que se hallaban debajo de la abertura. Tomó impulso y consiguió agarrarse a la silla de Kamikaze y a un saliente del muro. Con extrema precaución, se alzó sobre el lomo del caballo y observó el interior. Sus ojos se cerraron para abarcar el perímetro de los establos y entonces lo vió...sus pies sintieron la agitación que se desataba en su interior y a punto estuvieron de hacerle perder el precario equilibrio en el que se hallaba. Consiguió estabilizarse sobre la silla y volvió sus ojos hacia la figura que la había trastornado. Takeshi estaba allí, atado de pies y manos a una columna de madera que hacía las veces de viga maestra. Su cabeza descansaba sobre su pecho como si durmiera. Maldita sea, no soportaba verlo en esas condiciones, debía estar deshecho y cansado, muy cansado. Los ojos se le inundaron de lágrimas y optó por entrar y liberarlo, olvidando a Bara y a las circunstancias que los habían llevado a esta situación.<br />
<br />
Consiguió alzarse sobre las puntas de sus pequeños pies y afianzar sus manos en los recovecos que quedaban a la vista, allí donde el marco de la estrecha ventana se aferraba al muro. Se encogió para tomar impulso y de un salto abandonó la silla del caballo. Se sujetó con fuerza, temiendo caer y escuchó el relincho de aprobación de Kamikaze. Por todos los dioses, no sólo se dejaba dominar por un estúpido soldado, sino además por su montura, ¿es que no aprendería nunca?. Tras un largo suspiro, hizo acopio de todas sus fuerzas y se inclinó por la abertura, dejándose caer hacia el interior en penumbra.<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://2.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TDDnrAz7JSI/AAAAAAAAEHk/NTdV1i3d60c/s1600/1256417943522_f.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; cssfloat: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" rw="true" src="http://2.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TDDnrAz7JSI/AAAAAAAAEHk/NTdV1i3d60c/s320/1256417943522_f.jpg" /></a></div><br />
<br />
Nakamura continuaba en trance, deleitándose en su ensoñación. La niña le tiraba ahora de sus negros cabellos y continuaba burlándose de él.<br />
-Te digo, Yoshimi, que tú y yo no volveremos a encontrarnos, si mis planes se cumplen.-Rió como una mujer madura, muy lejos de serlo.<br />
-Y yo te aseguro, mi rosa rebelde, que un día tú y yo caminaremos juntos.<br />
La niña se partía de la risa pensando en lo ingenuo que podía llegar a ser su amigo. Poco podía comprender, entonces, que la única ingenua en ese momento era ella y sólo ella.<br />
Nakamura sonrió y se enderezó, despertando de su sueño. Se dirigió a la tienda donde descansaba su señor para despertarlo, tras lo cual se dirigió hacia el pequeño claro donde reposaba su caballo y los de sus hombres, y los acarició uno por uno. Masshiroi, su montura, piafó complacido al sentir la llegada de su dueño.<br />
-Amigo, ella está aquí. Pronto, muy pronto, estaremos frente al cumplimiento de nuestro destino y del suyo, aunque no lo quiera ni lo espere.<br />
Caballo y hombre inclinaron sus cabezas hasta tocarse. Las mentes de uno y otro se fundieron en una sola y Nakamura sintió paz y tranquilidad, y el animal sintió la excitación del soldado por ver cumplidos sus deseos. La lluvia atronadora les acompañó con su sonido eterno de agua.<br />
<br />
Hanako se lamentaba por el golpe sufrido tras la caída. Afortunadamente, la paja en el suelo amortiguó un poco el choque de su cuerpo contra el duro suelo. Se levantó ligeramente mareada y sus ojos se clavaron en la figura del samurái que parecía más muerto que vivo. Se aproximó al hombre lentamente, sin hacer ruido, temerosa de que su postura indicara otra cosa que no fuera abatimiento o cansancio. Cuando ya se encontraba a pocos centímetros de distancia, el samurái alzó la cabeza y la miró. Sus grandes ojos negros y rasgados suplicaron la liberación, pero sobre todo, le comunicaron la necesidad de comprensión sobre todo lo ocurrido. Hanako se sobresaltó y buscó algo con lo que cortar las ligaduras. Ya tendrían tiempo de hablar después.<br />
<br />
Bara despertó de su profunda inconsciencia y sintió un dolor punzante en su cabeza. A pesar de ello, el recuerdo del sueño volvió con una fuerza inesperada que paralizó su corazón. Un soldado sobre un caballo negro y un soldado sobre un caballo blanco...la rosa marchita...y un significado oculto que, ahora, con la nueva luz del día debería descubrir. No obstante, algo, un recuerdo, un dejá vu, se abrió paso a través de sus sentidos aún dormidos. Dos niños...jugando al Go...hablando sobre el destino...<br />
La tormenta se volvió más intensa, arrasando con su sonido sus pensamientos y sus recuerdos.<br />
<br />
<br />
<span style="color: #741b47;">KIOKU 記憶 : Memoria (recuerdos).</span><br />
<span style="color: #741b47;">*GO: Llamado IGO en japonés.</span><br />
<span style="color: #741b47;">*AJI: Literalmente, “gusto”. Juego del Go. Se dice que una posición tiene “tiene mal aji” cuando existen amenazas latentes que el adversario puede aprovechar cuando se den las condiciones apropiadas. De ahí lo del mal sabor.</span><br />
<span style="color: #741b47;">KAMI : Dioses shintoístas.</span><br />
<span style="color: #741b47;">MASSHIROI : Color blanco puro.</span><br />
<br />
<strong>Haiku:</strong><br />
<strong>Sugita Hisaku (1890-1946). Traducción de Fernando Rodríguez-Izquierdo.</strong><br />
<br />
<span style="font-size: xx-small;">Este relato es propiedad de su autora y está protegido.</span>Carolinahttp://www.blogger.com/profile/03161395215900720617noreply@blogger.com17tag:blogger.com,1999:blog-2893519459144662737.post-89451444289737735462010-06-26T03:39:00.000+02:002010-06-26T03:39:26.798+02:00RAN. Capítulo XXVIII. "YÛDACHI" 夕立. El Sonido de la Lluvia<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://3.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TCSgiP3gLGI/AAAAAAAAEGA/0RqyFUoPpY0/s1600/b_a_caballo.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; cssfloat: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" ru="true" src="http://3.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TCSgiP3gLGI/AAAAAAAAEGA/0RqyFUoPpY0/s320/b_a_caballo.jpg" /></a></div><br />
<br />
<strong>Tabibito to</strong><br />
<strong>Waga na yobaren</strong><br />
<strong>Hatsu shigure</strong><br />
<br />
<span style="font-size: x-small;">Sólo viajero</span><br />
<span style="font-size: x-small;">Quisiera ser llamado:</span><br />
<span style="font-size: x-small;">Primer chubasco</span><br />
<br />
<br />
<br />
Las horas transcurrían lentamente en Las Mil Rosas y un sopor reinaba después del ajetreo de una noche que pareciera que no iba a terminar nunca. La juerga que los hombres de Kasumi empezaron tras emborracharse con licor de sake los había dejado a todos exhaustos y profundamente dormidos. El mismo Hijo de la Niebla descansaba en brazos de dos jóvenes baishunfu*, ajeno a la realidad, a cualquier acontecimiento, sumido en un sueño profundo producto de la enorme ingestión de alcohol durante la noche. El único sonido que reinaba en las habitaciones y en los comedores eran los tremendos ronquidos de los soldados que se percibían desde cualquier rincón de la casa de té, desde los lugares donde iban cayendo un hombre tras otro, derrotados por el último trago.<br />
Bara también dormía, incapaz de perderse una buena fiesta en su local. Se unió a ella en cuanto puso a Takeshi a buen recaudo encerrándolo en los establos, con la esperanza de que un par de noches junto a los caballos le hiciera reflexionar y aceptar su proposición. La Rosa de Kyoto dormía con una sonrisa dibujada en su hermosa boca y soñaba...se hallaba en un jardín inmenso, luminoso, lleno de las más bellas rosas del país. Mil rosas, ni una más y ni una menos, mecidas por un viento suave que las hacía enredarse las unas con las otras. Un imponente samurái se acercaba a lomos de un negro caballo alado y descabalgó pisoteando las rosas, todas menos una. Se acercó a ella y aspiró su aroma, arrancándola después de la planta que la cobijaba. Las espinas hicieron sangrar sus manos y la arrojó lejos, volviendo a montar en su caballo y alejándose hacia la luz del sol, perdiéndose en la lejanía. Pero otro samurái apareció en el horizonte, volando sobre un caballo blanco. Se quedó prendado de la rosa medio marchita, moribunda entre las demás flores. La recogió en sus manos cuidando que no le lastimaran sus espinas y se las arrancó todas, una por una. La rosa no sintió dolor sino paz...<br />
Bara despertó sobresaltada por el intenso sueño y le pareció percibir un ligero aroma a rosas; se asustó un instante y creyó profundamente que aquel sueño era algo premonitorio, ese sueño tenía un significado oculto. Pero lo descubriría después, estaba cansada. La Rosa volvió a adentrarse en el mundo de la inconsciencia.<br />
<br />
Taro estaba medio adormilado, su cuerpo descansaba bajo la sombra de un enorme cerezo en flor. Hoshi lo observaba sonriente. Tomó una brizna de hierba y la introdujo un poquito en el oído derecho del general, haciéndole cosquillas. Taro levantó la mano para intentar apartar al enojoso insecto que quería perturbar su medio sueño. Apenas lo consiguió, porque inmediatamente volvió a incordiar su oído. Enfadado abrió un ojo lo suficiente para percatarse que aquella maldita molestia era Hoshi...Hoshi, su estrella. Disimuló que volvía a quedarse en trance, y cuando la mujer volvía a intentar molestarlo, Taro la agarró del brazo y la hizo caer en la yerba, pegándola a su cuerpo y dejando volar sus manos por debajo de la suave seda de su kimono.<br />
-Taro...¡Taro!, ¡me estás haciendo cosquillas!-Hoshi no podía dejar de reir con su rostro ruborizado.<br />
-Te mereces un castigo por importunarme.-Taro continuaba con sus caricias, uniéndose a la risa de ella.<br />
-No...no...po...podemos, po...por favor...Taroooo, están, estamos, ellos...<br />
-Ay querida, realmente eres como un volcán a punto de entrar en erupción, escupiendo palabras: po-po-po.-Taro continuaba riendo y Hoshi le miraba sorprendida.<br />
-Escucha mi general, debes saber que encontré a Nakamura y ¡Ashikaga vino con él!. Les pedí que me permitieran venir a buscarte. Así que quítate de encima mío y guarda tus manos en tu armadura para mejor ocasión. Nos estarán esperando y no querrás que se impacienten y salgan a buscarnos; ¿o acaso te gustaría que te encontrasen con tus manos bajo mi kimono?.-Hoshi lo miraba impaciente.<br />
-Bueno, a lo sumo creo que sentirían unos celos intensos al comprobar que la estrella más hermosa de Japón se deja manosear por un decrépito samurái como yo...<br />
-¡Taro!,-se escandalizó Hoshi-, tú no estás decrépito y yo...yo ¡manosear!, ¿dijiste manosear?. Pedazo de...<br />
Taro no la dejó terminar, se apoderó de sus labios y la besó profundamente, largamente, privándola del aire para respirar. Con un gruñido se apartó de su rostro y le besó la punta de la nariz, poniéndose de prisa en pie y ayudándola a levantarse, antes de que el arrepentimiento lo obligara a volver a tumbarla en el suelo y hacerle todo aquello que deseaba desde que la volviera a ver.<br />
-Andando, pequeño volcán, vamos a ver al general y al Shogún.<br />
Cuando Hoshi se dio la vuelta, sintió un fuerte manotazo en su trasero.<br />
<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg80mNjpYtKgxj8CaRmEfdZVzGLH9IR9W6Xq6cdEXeX5xGZdfw17Q8qFDyAMJdAUiiQR6gvynB7EcpHTcw8weRvp2GAlFQnyUMVzX8Rh33F3uUByp8bhaZDyz1fcw2sIeDchUbnJB7Y8vUU/s1600/teahouse_women_400_96.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" ru="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg80mNjpYtKgxj8CaRmEfdZVzGLH9IR9W6Xq6cdEXeX5xGZdfw17Q8qFDyAMJdAUiiQR6gvynB7EcpHTcw8weRvp2GAlFQnyUMVzX8Rh33F3uUByp8bhaZDyz1fcw2sIeDchUbnJB7Y8vUU/s320/teahouse_women_400_96.jpg" /></a></div><br />
El silencio reinante invitaba a salir de la habitación y observar lo que estaba sucediendo en la estancia. Hanako abrió la puerta lentamente y en su boca se dibujó una sonrisa. El guarda apostado en el piso para vigilarla estaba dormido, al parecer por los mismos motivos que los demás, imaginó Hanako, por el tufo intenso a alcohol y la neblina densa del humo de las hierbas fumadas y que aún persistía en el aire. Decidió que ese podría ser un buen momento para escapar. El atronador silencio le trajo el sonido de la lluvia que empezaba a caer en el valle; para resguardarse de ella tomó una manta de lana, lo único que había en la austera habitación. Recorrió el pasillo con pasos silenciosos y cortos, muy cortos, como sólo una concubina adiestrada en las artes sabe caminar para que no se advierta su presencia. Bajó las escaleras hacia la salida e intentó abrir la puerta, la cual cedió con facilidad. Risueña, se lanzó al exterior y corrió hacia los establos en busca de una montura que le facilitara la huída.<br />
<br />
Ashikaga ordenó instalar un pequeño campamento donde guarecerse de la lluvia que amenazaba con convertirse en un intenso aguacero. El general Nakamura impartió las órdenes pertinentes para que los soldados comenzaran a trabajar e instalaran las pequeñas tiendas. Los caballos fueron reagrupados pero Kamikaze no se hallaba entre ellos. "¿A dónde habría ido ese caballo con este tiempo?", pensaba Ashikaga.<br />
El viejo Shogún estaba más que harto de aquella guerra, de las sublevaciones de los campesinos soliviantados por las ansias de poder de sus daimyo, sus señores feudales. Debería concertar reuniones con ellos y con los ji-samurái, reuniones clandestinas, por supuesto. Pero para ello necesitaba a Takeshi y debía liberarlo fuera como fuera de las garras de aquella maldita mujer con nombre de flor.<br />
Y caería sobre ella como el aguacero a punto de derramarse.<br />
<br />
<br />
<span style="color: #741b47;">YÛDACHI 夕立 : Aguacero, chubasco, lluvia repentina de la tarde.</span><br />
<span style="color: #741b47;">BAISHUNFU : Prostituta.</span><br />
<br />
<strong>Haiku:</strong><br />
<strong></strong><br />
<strong>Matsuo Bashô (1644-1694). Traducción de José María Bermejo.</strong><br />
<br />
<span style="font-size: xx-small;">Este relato es propiedad de su autora y está protegido.</span>Carolinahttp://www.blogger.com/profile/03161395215900720617noreply@blogger.com13tag:blogger.com,1999:blog-2893519459144662737.post-62726767680396711282010-06-20T03:42:00.014+02:002010-06-20T14:54:14.809+02:00RAN. Capítulo XXVII. "GENZAI" 現在. El Presente abre sus Puertas<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://4.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TB03krjGkaI/AAAAAAAAEFQ/1yJdek6XRg8/s1600/geisha3.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; cssfloat: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" qu="true" src="http://4.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TB03krjGkaI/AAAAAAAAEFQ/1yJdek6XRg8/s320/geisha3.jpg" /></a></div><br />
<br />
<br />
<strong>No ni yama ni</strong><br />
<strong>Ugoku mono nashi</strong><br />
<strong>Yuki no asa</strong><br />
<br />
<span style="font-size: x-small;">En la montaña</span><br />
<span style="font-size: x-small;">Y en el llano, quietud</span><br />
<span style="font-size: x-small;">Día de nieve</span><br />
<br />
<br />
<br />
Hoshi desmontó y corrió a toda prisa hacia la tienda más grande ubicada en mitad del campamento profusamente iluminado con cientos de antorchas, suponiendo que pertenecía al general Nakamura. Entró en ella en volandas, sujetándose el kimono que amenazaba con arrastrarla en su vuelo y se detuvo bruscamente al ver a los hombres allí reunidos.<br />
El shogún Ashikaga, el hombre más importante del Imperio tras el Emperador, la miró y sonrió al reconocerla.<br />
-¡Hoshi!, ¡la estrella de mi querida Hanako!. Pero...¿qué haces tú aquí?. ¿Qué vientos te traen?.<br />
Hoshi se arrodilló en la mullida alfombra que cubría el suelo de la tienda, e inclinó la cabeza en una profunda reverencia de sumisión y respeto ante su máximo Señor.<br />
-Konban wa, o-genki desu ka?<br />
-Hai, genki desu*,-respondió Ashikaga.<br />
El Shogún acudió presto para alzar a la sirvienta del duro suelo y preguntarle por La Flor de Oriente, su más preciada niña, que era para él más que una esposa, una hija, una protegida.<br />
-Señor, Hanako está en serio peligro, los traidores a vuestra causa la han secuestrado. Por los dioses, Señor, debéis venir, debéis acompañarme, yo... ¡Taro!, vuestro general está allí sólo, Señor, yo...los tienen retenidos en la casa de té de Bara, La Rosa de Kyoto...<br />
Hoshi temblaba nerviosa y presa de un ataque de nervios. Ashikaga intentaba tranquilizarla.<br />
-Hoshi, no temas, vamos a ponernos en marcha ahora mismo. Díme, ¿conoces el camino de vuelta a ese lugar donde retienen a Hanako y a Takeshi?<br />
Hoshi respiró varias veces para devolver de nuevo aire a sus pulmones.<br />
-Kamikaze me guió hasta vuestro campamento, yo...no sabría volver.<br />
El general Nakamura surgió de entre las sombras y miró a Hoshi y a su Señor.<br />
-Si Kamikaze pudo encontrarnos, no cabe duda que nos guiará también para descubrir el camino que nos lleve hacia La Flor y Takeshi. Señor, pido que me reservéis el encuentro final con Bara.<br />
-¡Sea Nakamura!...Tendréis lo que deseáis.-El Shogún puso a Hoshi y Kamikaze al frente de su comitiva.<br />
-Montad y cabalgad hacia nuestro objetivo, -susurró Ashikaga- el traidor pronto caerá en nuestras manos.<br />
Nakamura montó en su corcel y sintió que su corazón latía de ansiedad ante el próximo encuentro con Bara.<br />
<br />
La Rosa de Kyoto miraba a Takeshi a los ojos, sin pestañear, sin dejarse intimidar por su hostilidad.<br />
-¿Quieres saber lo que quiero?. Quiero que seas mío, que te cases conmigo.<br />
Takeshi retrocedió un paso como si lo hubieran abofeteado.<br />
-¿Qué has dicho?. Mujer, estás loca, rematadamente loca. Proponerme matrimonio, ahora, después de lo ocurrido, y ahora que aborrezco mirarte a la cara. Muy presuntuoso de tu parte. ¡Dioses!-a Takeshi se le escapaba una risa diabólica-, estás realmente desesperada, ¿o me equivoco?.<br />
-Cree lo que quieras, pero te deseo. Y deseo que seas mi esposo. ¿Qué hay de malo en ello?.<br />
-Pues que ignoras lo que yo siento y deseo, y no te deseo a tí.<br />
-Entonces, es por esa mujer.<br />
-No, cariño, no es por esa mujer, es por tí. Por tus celos y tus envidias, por tu falta de escrúpulos, por tu ambición...todo ello me apartó de tí. Tus ansias por pertenecer al clan Hosokawa fue lo que nos separó y ahora...ya me liberé de tí, pues ya nada me importas.<br />
Bara le rodeó la cintura con sus largos brazos.<br />
-Pero si quieres que la mujer sea liberada...deberás acceder a lo que te pido.<br />
Bara acarició la cara de Takeshi. El samurái dio un paso atrás rechazando su contacto.<br />
Pidió a los dioses que Hanako comprendiera la decisión que acababa de tomar, y pidió a los dioses que le ayudaran si así no era.<br />
-De acuerdo, Bara, me casaré contigo. Pero deja que Hanako se vaya, déjala, por lo que más quieras...<br />
<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://4.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TB1gR0tpc7I/AAAAAAAAEFc/7Ihd59C1Tko/s1600/Geisha2.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" qu="true" src="http://4.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TB1gR0tpc7I/AAAAAAAAEFc/7Ihd59C1Tko/s320/Geisha2.jpg" /></a></div><br />
<br />
Hanako se aseó y se vistió con las nuevas ropas que le proporcionaron, pero no se sentía cómoda; limpia sí, pero una persistente suciedad permanecía en su interior. Un sentimiento de tristeza y vergüenza ya se había adueñado de su corazón, de su nueva vestimenta y de su entrega al samurái al que había amado con toda su alma. Debía encontrar una forma de escapar, sea como fuera. No soportaría ver a Takeshi junto a esa...mujer. Y no soportaría dejarse languidecer ni abandonarse por ese amor que no tenía futuro. Escondió tras sus ropas nuevas sus nuevos sentimientos y se dispuso a esperar el momento oportuno.<br />
<br />
Nakamura dio el alto a sus hombres, después que Hoshi a lomos de Kamikaze se detuvieron de repente. Ashikaga miró a su general y asintió con un movimiento de su cabeza que aquel era un lugar idóneo para acampar, cerca de La Estancia de las Mil Rosas. No perdió ni un minuto Hoshi en pedirle a su Señor que la dejara ir en busca de Taro.<br />
-Ve, estrella, busca a tu soldado y díle que lo esperamos. Díle que los dioses quieren que nos encontremos. Sin él no podremos terminar lo que el cielo empezó. Vé, búscalo y tráelo.<br />
No comenzaremos esto sin él.<br />
Hoshi dobló su cintura en una profunda reverencia y, dando una media vuelta, corrió en busca de Taro, tropezando con las telas de su kimono que casi provocaron su caída. Ashikaga y Nakamura cruzaron sus miradas y resolvieron aguantar las risas, reconociendo el entusiasmo de aquella mujer con respecto a su más fiel samurái y aliado.<br />
"Que los dioses nos asistan", pensó Nakamura..."jamás hubiera creído que las mujeres fueran tan importantes en esta guerra absurda. Ônin, La Destructora, menuda ironía... puede que el destino te llame en un futuro, La Creadora".<br />
Así lo quieran los dioses.<br />
<br />
<br />
<br />
<span style="color: #741b47;">GENZAI 現在 : El Presente, como concepto general, diferenciado de GENGITEN 現時点, punto en concreto del Presente (en este momento actual).</span><br />
<span style="color: #741b47;">*<em>Konban wa, o-genki desu ka</em>? : Buenas noches, ¿Cómo está Usted?.</span><br />
<span style="color: #741b47;"><em>Hai, genki desu</em> : Estoy bien.</span><br />
<br />
<span style="font-size: x-small;"><strong><span style="color: red;">Nota de la autora</span></strong>.: La guerra Ônin nunca tuvo ningún apelativo. Cuando hablo de Ônin como "La Destructora" o "La Creadora", es absolutamente fruto de mi invención.</span><br />
<br />
<br />
<strong>Haiku:</strong><br />
<strong>Kaga no Chiyo (1703-1775). Traducción de José María Bermejo.</strong><br />
<br />
<span style="font-size: xx-small;">Este relato es propiedad de su autora y está protegido</span>Carolinahttp://www.blogger.com/profile/03161395215900720617noreply@blogger.com12tag:blogger.com,1999:blog-2893519459144662737.post-7909357323665746332010-06-16T00:25:00.001+02:002010-06-16T10:28:33.646+02:00RAN. Capítulo XXVI. "KAKÔ" 過去. El Retorno del Ayer<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://1.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TBdxwAUHl3I/AAAAAAAAEEs/lQ77zWFC0Y0/s1600/GEISHAn.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; cssfloat: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" qu="true" src="http://1.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TBdxwAUHl3I/AAAAAAAAEEs/lQ77zWFC0Y0/s320/GEISHAn.jpg" /></a></div><br />
<strong>Nagaki hi mo</strong><br />
<strong>Saezuri taranu</strong><br />
<strong>Hibari kana</strong><br />
<br />
<span style="font-size: x-small;">Crecen los días</span><br />
<span style="font-size: x-small;">Para el canto incansable </span><br />
<span style="font-size: x-small;">De las alondras</span><br />
<br />
<strong>Ayer no estaban</strong><br />
<strong>Al tiempo han nacido</strong><br />
<strong>Setas y margaritas</strong><br />
<br />
<span style="font-size: x-small;">Kotori</span><br />
<br />
<br />
<br />
<br />
El paisaje daba vueltas a su alrededor y se sentía mareada, pero Hoshi sujetaba fuertemente las riendas y pegaba sus piernas a los flancos de Kamikaze, dejandose llevar por el rumbo instintivo del caballo, que parecía saber hacia donde dirigirse. Había transcurrido mucho tiempo desde que partiera de La Estancia de las Mil Rosas. "Casa de té", pensó, quello no era más que un tugurio apestoso...Taro, como se le ocurriera fijarse en alguna de las mujerzuelas que acudían al local, le sacaría los ojos...a la mujer, que del general ya encontraría ella la manera de...sacudió la cabeza y apartó tan tonto pensamiento, pues Taro le había demostrado mil veces su amor hacia ella. Sujetó aún más fuerte las riendas y otro pensamiento ocupó su mente: "vamos, Kamikaze, vuela, vuela..."<br />
<br />
Bara ordenó que se llevaran a Hanako y le dieran una muda de ropa para cambiarse, pero antes miró a la mujer con furia, sin disimulos y luego se dirigió a Takeshi.<br />
-Vamos, cariño, acompáñame. Tú y yo tenemos que hablar de muchas cosas...<br />
Tomó al hombre del brazo y lo empujó hasta las escaleras y el soldado se dejó llevar. Hanako no podía dar crédito a lo que estaba sucediendo. ¡Takeshi se marchaba con aquella mujer!, tranquilo, con la mirada puesta en la mano que sujetaba su brazo, su expresión era seria y en ningún momento la miró. El más negro pesimismo que nació en su corazón hacía tan poco tiempo, volvió a cobrar vida y a crecer con una fuerza que la asustó y destrozó toda esperanza. "Takeshi, no..." aún recordaba el momento en que entregó su corazón al samurái para siempre, murmurando las palabras que hacían su entrega irreversible: <em>paato roku kokoro mo karada mo,</em> soy tuya..."en cuerpo y alma".<br />
<br />
Bara condujo a Takeshi hacia sus habitaciones, obligándolo a entrar y cerrando la puerta tras ella. Se aproximó al hombre y le acarició la espalda, lamiéndose los labios. Sí, seguía siendo tan hermoso, pensó la mujer, y quiso tenerlo de nuevo en sus brazos. Se enfrentó a su mirada y le dio un suave beso en la boca, provocador e incitante. Takeshi no respondió, sino que la agarró de los brazos y la apartó con fuerza, mostrando un fuego de indignación en la mirada. que sorprendió a la mujer.<br />
-No sé qué pretendes, Bara, pero seducirme no tiene ningún sentido, ¡ninguno!,-bramó el soldado.<br />
-Amor, supuse que te alegrabas de verme de nuevo.<br />
-En absoluto deseaba este encuentro. Déjame marchar y déjame llevarme a la mujer.<br />
-Querido, ¿a qué vienen tantas prisas?.-Bara frunció la frente.-¿Y quién es esa mujer de la que tanto te preocupas?<br />
-No es nadie, sólo la hermana de Hiroshi, que murió en la última batalla. Yo juré protegerla y cuidarla.<br />
-Ah! Hiroshi murió...qué lástima, tan buen soldado que era, y apuesto.-Bara sonreía.- Pero tú sigues vivo...espléndidamente vivo.<br />
Takeshi se dio la vuelta y la agarró del cuello.<br />
-No sé qué es lo que pretendes mujer. Pero déjame en paz y olvida que un día nos conocimos y...-Takeshi interrumpió sus palabras.<br />
-¿Y que nos amamos?,-continuó Bara.-Tú lo habrás olvidado pero yo no, y si quieres que la mujer que te acompaña continúe a salvo, deberás aceptar mis condiciones.<br />
Takeshi respiraba profundamente intentando mantener el control. Deseaba estrangular con sus propias manos a esa maldita mujer, pero debía pensar en Hanako. Si algo malo le sucediera, jamás podría vivir entonces. Miró a Bara, y acercando su boca a la de ella le susurró:<br />
-Muy bien, arpía, ¿qué es lo quieres de mí?<br />
<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://2.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TBf3mej_BSI/AAAAAAAAEE4/OaFSOaPnhZI/s1600/Mujer+a+caballo2.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" qu="true" src="http://2.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TBf3mej_BSI/AAAAAAAAEE4/OaFSOaPnhZI/s320/Mujer+a+caballo2.jpg" /></a></div><br />
Hoshi continuaba su camino a lomos de Kamikaze, El pelaje del caballo cambió su color natural negro al blanco del sudor y el esfuerzo. Pero estaban ya muy cerca de su objetivo. La fiel sirvienta distinguió unas luces próximas de un campamento..."Nakamura, debe ser él". Espoleó al caballo con fuerza, pero de nada le sirvió. Kamikaze ya galopaba más veloz que el mismo viento.<br />
<br />
Taro aguardaba inquieto, deseando que Hoshi hubiera encontrado el campamento del general Nakamura. Nervioso, empezó a preocuparse por su estrella. Podría entrar, liberar a Takeshi y a Hanako y....no, no podía, era muy arriesgado para un hombre solo. Se sentó encima de una gran roca y se dispuso a esperar a que la diosa fortuna trajera su buena suerte a ese lugar propiedad del diablo.<br />
<br />
Hanako quería desaparecer, ese sentimiento no había cambiado, al contrario, se había acentuado aún más con los últimos acontecimientos. ¿Por qué Takeshi la ignoró de aquel modo? No podía entenderlo. Deseaba hablar con él y decirle que, si quería a esa mujer, que se largara con ella y al diablo con todo, con sus sueños de un futuro junto a él, de un mañana de paz y amor...pero las dudas volvían a asaltarla. Si de verdad amaba a esa Bara, no lo habría sentido tan cerca de ella en el lago, tan apasionado. Las apariencias engañan, y quizás ya no sintiera nada por esa mujer. Dudas, dudas...toda la incertidumbre que existía en el mundo, se adueñó de su corazón, al mismo tiempo que una furia incontrolable le nublaba la razón y le daba aún más motivos para escapar.<br />
<br />
<br />
<span style="color: #741b47;">KAKÔ 過去 : Pasado.</span><br />
<br />
<strong>Haiku:</strong><br />
<strong>Matsuo Bashô (1644-1694). Traducción de José María Bermejo.</strong><br />
<strong>"Ayer no estaban". Mercedes Pérez Collado -Kotori-. </strong><a href="http://elreflejodeuzume.blogspot.com/"><strong>El reflejo de Uzume</strong></a><strong>-.</strong>Carolinahttp://www.blogger.com/profile/03161395215900720617noreply@blogger.com9tag:blogger.com,1999:blog-2893519459144662737.post-37744064464345842162010-06-12T01:57:00.005+02:002010-07-08T01:04:02.312+02:00RAN. Capítulo XXV. "DEAI" 出会い. El Encuentro con El Pasado<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://1.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TBExFK51dGI/AAAAAAAAEDk/l8v6rVEh_Tk/s1600/Kasai+Ayumi.Ilustraci%C3%B3n.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; cssfloat: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" qu="true" src="http://1.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TBExFK51dGI/AAAAAAAAEDk/l8v6rVEh_Tk/s320/Kasai+Ayumi.Ilustraci%C3%B3n.jpg" /></a></div><div style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><strong>Fuku tabi ni</strong><br />
<strong>Chô no inaoru</strong><br />
<strong>Yanagi kana</strong><br />
<br />
<span style="font-size: x-small;">A cada ráfaga</span><br />
<span style="font-size: x-small;">Se desplaza en el aire</span><br />
<span style="font-size: x-small;">La mariposa</span><br />
<br />
<br />
<strong>Encuentro lo que no busco</strong><br />
<strong>Las ojas del toronjil</strong><br />
<strong>Huelen a limón maduro</strong><br />
<br />
<br />
<br />
<br />
<br />
<br />
Los hombres introdujeron a los prisioneros en el interior de La estancia de las Mil Rosas. Un olor denso y profundo, a tabaco y alcohol golpeó sus sentidos. Hanako estornudó con fuerza, intentando expulsar los efluvios que le causaban picor en la garganta y hacían llorar sus ojos. Takeshi la miró preocupado y alzó la vista buscando a la persona a quien no deseaba ver. Bara apareció en lo alto de la escalera que daba paso a las habitaciones. Seguía siendo hermosa pese a los años transcurridos, a pesar del maquillaje espeso que en vano intentaba ocultar las arrugas, pocas, que surcaban la bella cara que hace tiempo atrás amó con locura. Sostuvo su mirada, firme, deseando que en ese instante la tierra se abriera bajo sus pies.<br />
La Rosa aguantó la respiración tras sentir la mirada de Takeshi clavada en ella. Deseaba huir, deseaba que la tierra se la tragara, pero sobre todo, deseaba abrazar al soldado y fundirse en él, sentir sus caricias y sus besos apasionados; una lágrima luchó por abrirse camino en sus ojos, pero Bara no lo permitió. No mostraría jamás sus debilidades ante nadie, y menos ante el samurái. La Rosa miraba al hombre y abanicaba el aire con sus largas pestañas; sus altos pómulos le otorgaban un aire de superioridad y confianza, de mujer de mundo, que Takeshi supo apreciar y admirar. "Lástima, mujer", pensó. "Hubiéramos podido ser felices juntos, ¿por qué?, ¿por qué me abandonaste?". Bara intuyó la pregunta en los ojos de Takeshi y bajó la mirada avergonzada. Abandonó al hombre que amaba por pura ambición, por contraer matrimonio con Yusumi, el hombre de confianza de Hosokawa Matsumoto, para disponer de lujo, tierras y servidumbre. Escogió la vida equivocada a costa de su propia felicidad, sin pensar que su esposo moriría y ella sería expulsada de la casa por la familia Hosokawa.<br />
<br />
Algo turbio y extraño percibió Hanako al observar a la altiva mujer en lo alto de las escaleras. Su instinto de mujer la alertó del peligro, la avisó que se encontraba ante una formidable rival, porque lo que la concubina percibió fue amor en su mirada, amor hacia Takeshi. Un nudo en el estómago y una insoportable presión en el corazón acabaron de confirmar sus sospechas. No había duda alguna de que algo hubo entre ellos y seguía habiéndolo, al menos por parte de la mujer; sobre los sentimientos de Takeshi...no sabía que pensar, pues su rostro era una máscara de furia, sorpresa y algo indefinido que no podía averiguar qué era. Irguió el cuello y miró a la mujer. Presentaría batalla por el samurái y daría su vida por él si fuera necesario.<br />
<br />
<br />
<div class="separator" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none; clear: both; text-align: center;"></div><div class="separator" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none; clear: both; text-align: center;"><a href="http://1.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TBGJM9jqR-I/AAAAAAAAED8/AqIqo5pjnrY/s1600/846380nf27g6t3ff.gif" imageanchor="1" style="clear: right; cssfloat: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" qu="true" src="http://1.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TBGJM9jqR-I/AAAAAAAAED8/AqIqo5pjnrY/s320/846380nf27g6t3ff.gif" /></a></div><br />
<br />
Taro y Hoshi arribaron a La Estancia de las Mil Rosas siguiendo el rastro de Kamikaze. La pareja era prisionera de Kasumi y las cosas no se presentaban halagüeñas, así que Taro tomó una decisión difícil: enviar a Hoshi en busca del general Nakamura, sin tardanza, pues la vida de los jóvenes corría serio peligro. El general acudiría con rapidez, deseaba atrapar al traidor cuanto antes. Se volvió hacia su amada y la miró largamente. Hoshi intuyó que algo quería pedirle, con esos ojos de pato degollado que hacían que no pudiera negarle nada.<br />
-Mi amor, debes ir en busca de Nakamura.<br />
-¿Qué?...¿yo?, pero, ¿te has vuelto loco?. No conozco los caminos, me perderé...definitivamente has perdido la chaveta, viejo general.<br />
Taro reprimía la risa ante la indignación de la Estrella, pero se dirigió a ella con calma:<br />
-Hoshi, debes ir, yo debo quedarme a vigilar por si las cosas se ponen feas. No temas, Kamikaze irá contigo, él sabrá encontrar el camino. Debes hacerlo, amor, por ellos...por mí.<br />
Hoshi suspiró y entrecerró los ojos. Sabía que Taro estaba en lo cierto, que ellos dos solos no podían con la situación. Aspiró fuertemente el aire del valle, sintiendo su frescor, y dijo con voz firme:<br />
-Iré, Taro, por ellos y por tí, pero también por mí. No me perdonaría en la vida si algo malo les sucediera.<br />
Y diciendo esto se alzó de puntillas, agarró con fuerza la nuca del hombre y le plantó un fuerte beso en la boca. Cuando se separó de él, le dijo con firmeza.<br />
-Y pobre de tí que no esperes mi regreso...<br />
Dio media vuelta y subió con dificultades sobre el caballo. El animal giró sobre sí mismo y miró al general, indicándole que la cuidaría. Taro sonrió. Moriría si no volvía a ver a su volcán.<br />
<br />
Bara se aproximó a Takeshi y éste olió su perfume, envolviéndole, transportándole a un pasado no muy lejano. La Rosa alzó su mano para tocar su mejilla y Takeshi apartó el rostro, en un signo de desprecio absoluto. Hanako sentía deseos de echarse a llorar pero se contuvo, no iba a darle ese gusto a la maldita mujer. Kasumi extendió sus brazos para saludar a la dueña de la estancia.<br />
-¡Bara!, gracias por tu hospitalidad, es como volver a casa, aunque sin una madre que incordie!<br />
Kazahaya saludó también.<br />
-Sí, aquí las mujeres no parecen ser mi madre!-y rió con un estruendo sonoro que a Bara le molestó profundamente. <br />
Bara miraba con detenimiento a Takeshi y, de pronto, reparó en Hanako.<br />
-Y tú, ¿quién eres?, y aproximó su cara a la de la concubina.<br />
Hanako ni pestañeó, contuvo el aliento y aguantó los deseos de responder que era la mujer del soldado a quién la bruja aquella pretendía toquetear.<br />
Takeshi fue quien levantó su mano y atrapó la de Bara para que no pudiera acariciarlo.<br />
-Ni se te ocurra pensar que todo sigue como antes. Y a la mujer, la dejas en paz.<br />
Hanako se revolvió de tristeza, "a la mujer", no a "mi mujer", que era lo que ella esperaba que dijera, para dejarle clara a la maldita señora de la casa cuál era la situación y el lugar que ella ocupaba. ¿Qué pretendía Takeshi?. Quizás se sentía en la obligación de defenderla, pero dejando una puerta abierta a la posibilidad de que no existiera nada entre ellos. No podía ser posible, no después de lo ocurrido en el lago Mizûmi. La Flor se sintió por primera vez insegura del amor de Takeshi, ante aquella bella arpía, porque seguro lo era si le hizo tanto daño a Takeshi. Su intuición de mujer se mezcló con dudas y celos y quería desaparecer, olvidar y desaparecer...<br />
<br />
<br />
<span style="color: #741b47;">DEAI 出会い : Encuentro, reunión.</span><br />
<br />
<strong>Haikus:</strong><br />
<strong>Matsuo Bashô (1644-1694). Traducción de José María Bermejo.</strong><br />
<strong>Antonio Machado (1875-1939).</strong>Carolinahttp://www.blogger.com/profile/03161395215900720617noreply@blogger.com10tag:blogger.com,1999:blog-2893519459144662737.post-38933233967829318782010-06-09T05:59:00.003+02:002010-06-09T07:21:52.548+02:00RAN. Capítulo XXIV. "BARA" 薔薇. La Estancia de las Mil Rosas<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://3.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TA7yQolE9bI/AAAAAAAAEDM/hgQIwcC0Jug/s1600/_Shanghai_.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; cssfloat: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" qu="true" src="http://3.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TA7yQolE9bI/AAAAAAAAEDM/hgQIwcC0Jug/s320/_Shanghai_.jpg" /></a></div><br />
<br />
<br />
<strong>Chiro susuki</strong><br />
<strong>Samuku natta ga</strong><br />
<strong>me ni miyuru</strong><br />
<br />
<span style="font-size: x-small;">Caen flores de pampas</span><br />
<span style="font-size: x-small;">Salta a los ojos</span><br />
<span style="font-size: x-small;">El frío creciente</span><br />
<br />
<br />
<strong>En el silencio </strong><br />
<strong>De esa flor amarilla</strong><br />
<strong>Perdura el canto</strong><br />
<br />
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La Estancia de las Mil Rosas se ubicaba en uno de los valles limítrofes con el monte Hiei, una casa de té típica del período Kamakura, de estilo rústico, compuesta de materiales provenientes de la naturaleza, básicamente troncos de árboles y su corteza, todo ello entretejido con hebras de paja seca. Su finalidad consistía en reunir a los amigos de cualquier condición, siempre que gustaran de buenos tragos de sake, multitudinarias partidas de Go y disfrutar de la compañía de bellas geishas para entretenerse con sus danzas y cantos tradicionales.<br />
Bara, La Rosa de Kyoto estaba más que satisfecha de su negocio.<br />
La casa de té de Las Mil Rosas le otorgaba píngües beneficios como resultado de las apuestas en el juego, la bebida, y algun que otro escarceo amoroso de alguna prostituta asidua al local. Los soldados eran extremadamente generosos. La mayoría tenían vidas solitarias, sin mujer y sin familia, dedicados plenamente al servicio de las armas; pero necesitaban desahogo físico, además del que les proporcionaba la lucha y empuñar sus espadas contra el enemigo en las múltiples batallas que se desarrollaban día a día. Se trataba de una corriente casa de té, un poco más lujosa que el resto de las existentes en la provincia, pero con una inusual particularidad: su suelo era considerado territorio neutral. Allí convivían, reían, jugaban y fornicaban, amigos y enemigos, samuráis de Yanama, de Hosokawa y de Ashikaga, campesinos ashigaru, ji-samuráis, e, incluso algunos ronin, los guerreros sin Señor, los "hombres ola", vagabundos mercenarios en busca de una causa por la que luchar.<br />
Y Bara les otorgaba a todos cobijo, consuelo y compañía.<br />
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Kasumi, el general Kazahaya y su séquito de cincuenta hombres leales, custodios de los nuevos prisioneros, llegaron puntuales a la cita con la okasân de la casa de té, preparados para idear nuevos planes de influencia futura en las decisiones de los dos clanes en guerra, y así obtener posiciones ventajosas que los acomodaran en una vida ociosa llena de lujos y propiedades que administrar. Los sirvientes de la okiya acudieron solícitos a recibirlos. Tenían órdenes de tratarlos de manera obsequiosa, pues se trataban de clientes muy importantes, amigos de La Rosa de Kyoto, a los que había que tratar con sumo respeto y cuidado.<br />
Mientras los hombres se apeaban de sus monturas y eran agasajados por los criados, Bara, la señora de la okiya, observaba lo que ocurría en el exterior desde sus habitaciones. Sintió una punzada en el corazón y gimió al ver de nuevo a Takeshi.<br />
<br />
Taro se recreó en el rostro de Hoshi radiante de luz, como si la sombra de la luna hubiera dejado asomar los rayos del sol en plena noche, infringiendo las leyes de la naturaleza que declaraban que tal cosa era del todo imposible. Pero no lo era, el sol estaba allí, en el semblante de su estrella polar, de su guía en la oscuridad. Besó las mejillas sonrosadas de la mujer, calientes tras el intervalo amoroso, y la sedujo una vez más con palabras suaves al oído:<br />
-Te amo mi luz, mi amor, eres mi volcán ardiente. Ni Fujisan en sus mejores ataques de ira desprende tanto calor como tú.<br />
Hoshi se sonrojó aún más y deseó fundirse como lava en los brazos de Taro, pero se contuvo y respondió:<br />
-Mi general, deberíamos ir tras Takeshi, debemos averiguar si están bien él y mi pequeña flor, ¿no crees?. Hemos sido bastante egoístas pensando sólo en nosotros, vamos a encontrarlos, vamos, mi amor.<br />
-Soy incapaz de negarte nada, Hoshi. Vamos pues, yo también deseo volver a verlos de nuevo.<br />
Se incorporaron del frío suelo donde consumaron una vez más su amor y rápidamente prepararon sus monturas para dirigirse al campamento de Kasumi. Era el único lugar a donde había podido dirigirse Takeshi después de su repentina huída, o al menos eso deseaba Taro.<br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://4.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TA8G8d29W9I/AAAAAAAAEDY/MBpH24RuBMM/s1600/1957331ybdys3lvtj.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; cssfloat: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" qu="true" src="http://4.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TA8G8d29W9I/AAAAAAAAEDY/MBpH24RuBMM/s320/1957331ybdys3lvtj.jpg" /></a></div><br />
Bara continuaba observando desde la ventana de sus aposentos.<br />
La emoción le atenazaba la garganta, no podía respirar y su pulso estaba tan acelerado que creyó que podría morir en ese momento debido a los fuertes latidos de su corazón.<br />
Continuaba siendo un hombre hermoso, tan fuerte y atractivo como ella recordaba, pues aún ocupaba un pedazo de su corazón...no, no un pedazo, sino todo su corazón.. ¿Por qué lo dejó marchar hiriéndole de aquel modo, por qué?. "Estúpida", pensó para sí, "...jamás volverá a mirarte a la cara", y dos grandes lágrimas de desconsuelo surcaron sus maquilladas mejillas.<br />
<br />
Takeshi estaba furioso. Se había dejado atrapar de una forma tonta, muy incauto por su parte permitir que el enemigo se les hubiera acercado de aquella manera. Y por si fuera poco...se encontraba en La Estancia de las Mil Rosas, a punto de ver a la única mujer que no deseaba volver a encontrar en su vida. Qué ironía, el destino lo devolvía junto a ella, ahora que había encontrado el amor de verdad. No quería que nada entorpeciese su relación con Hanako, pero su instinto de samurái le indicaba que en ese lugar únicamente surgirían problemas. Pero no imaginaba cuántos.<br />
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Taro estaba desconcertado, no encontró ni rastro de los jóvenes en el campamento. Únicamente huellas de herraduras recientes indicaban la presencia de varios jinetes. Un mal presagio se adueñó de su mente...El Hijo de la Niebla había estado allí, aún danzaba en el aire su olor a humedad y podredumbre. Taro escucho un movimiento a sus espaldas y una visión deslumbrante le alegró el corazón: Hoshi se acercaba a él acompañada por Kamikaze, el caballo de su gran amigo. El general se acercó al animal y acarició su testuz.<br />
-Amigo, dime, ¿sabes dónde está tu señor?<br />
El animal abrió la boca y dejó escapar un agudo relincho mientras movía su cabeza de arriba a abajo.<br />
-Bien, "viento divino", bien, tranquilo, muéstrame el camino, que te seguiré hasta el fin del mundo si es preciso.<br />
Kamikaze se alzó en el espacio y pateó el viento. Cayó sobre sus cuartos delanteros y agitó la cabeza. Taro comprendió e hizo que Hoshi subiera a su montura.<br />
-Rápido, mi estrella, rápido, no tenemos mucho tiempo...<br />
Salieron al galope tras el camino que iba señalando el hijo del viento.<br />
<br />
Bara no podía controlar más sus emociones y lloró largamente, dejando fluir toda la amargura que su corazón había retenido hasta entonces. Dioses!, aún amaba a ese hombre, y ¡cuánto!. Mientras seguía ávida todos sus movimientos, Bara se propuso tener a Takeshi de nuevo entre sus brazos, y lo conseguiría.<br />
O dejaría de llamarse La Rosa de Kyoto.<br />
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<span style="color: #741b47;">BARA 薔薇 : Rosa (flor del rosal).</span><br />
<span style="color: #741b47;">OKASÂN : Propietaria de la casa de té.</span><br />
<span style="color: #741b47;">OKIYA : Casa de Té.</span><br />
<span style="color: #741b47;">FUJISAN : Monte, volcán Fujiyama. Fujisan es el nombre correcto del volcán, ya que Fujiyama se corresponde a una lectura equivocada de los kanji por parte de los traductores.</span><br />
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<strong>Haikus:</strong><br />
<strong>Kobayashi Issa (1763-1827). Traducción de Antonio Cabezas.</strong><br />
<strong>"Psalle et sile". Luis Alberto de Cuenca.</strong>Carolinahttp://www.blogger.com/profile/03161395215900720617noreply@blogger.com10tag:blogger.com,1999:blog-2893519459144662737.post-44562991128364839922010-06-06T05:09:00.003+02:002010-06-19T23:23:19.121+02:00RAN. Capítulo XXIII. "REISEI" 冷静. La Calma antes de la Tormenta<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://3.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TAsIMpMPiZI/AAAAAAAAECo/2AG-HrYaE50/s1600/b_con_mascara.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; cssfloat: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" gu="true" src="http://3.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TAsIMpMPiZI/AAAAAAAAECo/2AG-HrYaE50/s320/b_con_mascara.jpg" /></a></div><br />
<strong>Kogîdete</strong><br />
<strong>Tôki kokoro ya</strong><br />
<strong>Mushi no koe</strong><br />
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<span style="font-size: x-small;">Partiendo</span> <span style="font-size: x-small;">en barca,</span><br />
<span style="font-size: x-small;">Un corazón que se aleja...</span><br />
<span style="font-size: x-small;">El canto de los insectos</span><br />
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Las aguas fueron calmándose a medida que los corazones volvían a latir en el ritmo normal de la vida. Los amantes respiraban entre jadeos de dicha por la unión de los cuerpos. Abrazados, muy juntos, percibieron la llegada del amanecer sobre el lago, los cálidos rayos del nuevo sol que alumbraba el Imperio. Las manos continuaban sus caricias, llenas de ternura y excitadoras a la vez, provocando nuevas miradas de complicidad, nuevas ansias de entrega mútua, piel contra piel y besos húmedos de deseo.<br />
Takeshi besaba a Hanako adorando su rostro, sus labios, frente, mejillas, todo era digno de pleitesía y de admiración; y Hanako se dejaba hacer...era maravilloso sentirse así, amada, deseada y adorada. Sus pequeñas manos rodearon los hombros del soldado, sin atreverse a abarcar todo su perímetro: se sentía indefensa y a la vez protegida, minúscula ante el cuerpo poderoso del hombre que la acariciaba sin tregua, queriendo poseerlo del todo, no sólo su cuerpo sino también su mente y su alma. Sobre todo su alma. Se recreó en su sensualidad y sintió el poder de la carne en el roce de su cadera con la masculinidad de él, y se movió contra la dureza, dejándose llevar por el deseo. El samurái creyó que moriría de placer al sentir el roce de Hanako. Esta vez las cosas serían diferentes. Ya no había urgencia ante la separación, únicamente el sentimiento intenso que debe ser disfrutado largamente, sin prisas, paladeando ese instante de comunión íntima. Los rayos del sol crecieron en el cielo, intensos y cegadores, y ellos se amaron de nuevo, guiandose como dos invidentes a través de un trémulo resplandor.<br />
<br />
Taro decidió seguir el rastro de Takeshi, preocupado por el joven samurái, pero sobre todo, sorprendido por su marcha imprevista, sin una palabra, sin un por qué. Despertó a Hoshi con brusquedad, provocando que diera un respingo sobresaltado y lo mirara somnolienta y con el ceño fruncido.<br />
-Despierta amor, Takeshi se ha ido.<br />
-¡Ido!... ¿ido?, ¿de qué me estás hablando?, Taro...no, no...entiendo.<br />
-Te repito que Takeshi se ha ido, se ha marchado, ha volado...literalmente, sobre Kamikaze.<br />
Hoshi se restregó los ojos para apartar el sueño de ellos. Se espabiló de pronto y se puso en pie.<br />
-¿Cómo qué se ha ido?, ¿sin nosotros?, menudo sinver....<br />
-Shhhh, ¡cálla mujer!, deja de preguntar pues no tengo respuestas y deja también de maldecir. Te quiero, pero soy capaz de taparte la boca para poder escuchar mis pensamientos.<br />
Hoshi retrocedió intimidada por la contundencia de las palabras del general, pero sonrió satisfecha. Taro era, sin duda, el complemento perfecto para dar equilibrio a su vida, una vida que ya requería de su presencia para ser completa. Se acercó al hombre y se alzó de puntillas para besarlo en los labios.<br />
-Taro, amor...mejor será que vayamos tras él cuanto antes, pues a su lado, seguro que hallamos a mi pequeña flor sana y salva.<br />
Taro rió con ganas ante el optimismo de Hoshi. Era una de las razones por las que tanto la amaba. Ella conseguía ver esperanza cuando todos creían haberla perdido. La enlazó por la cintura y la besó fuertemente en los labios. La estrella le echó las manos al cuello para responder de forma entusiasta y Taro se sintió desfallecer. Bueno, pensó, ya que Hoshi estaba tan convencida de que Takeshi y Hanako se encontraban seguros y maravillosamente a salvo, bien podrían esperar un poco más a que ellos los encontraran...antes debía "arreglar" unas cuantas cosas con la hermosa sirvienta.<br />
<br />
Nakamura, el general al mando de los hombres del shogún Ashikaga tras la muerte del veterano Kazuo, batía el bosque con detallada pulcritud. Sus órdenes, dictadas por el mismo gobernador no hacía muchos días antes, fueron claras y contundentes. Debía encontrar a Kasumi, El Hijo de la Niebla, apresarlo con vida -Ashikaga fue muy claro al respecto-, llevarlo a palacio y someterlo al gran Señor para que éste hiciera justicia por las barbaridades cometidas en acto de servicio y la traición al pueblo de Japón. Nakamura le tenía unas ganas terribles al infame traidor. Kazuo siempre tuvo la razón de su parte al sospechar de él. Y el hombre de confianza del gobernador se arrepentía de no haber escuchado sus sabias palabras y no haber creído en la intuición del viejo soldado. Pero se juró a sí mismo que lo atraparía...por los dioses que gobernaban la gran familia Nakamura.<br />
El general dio la orden de partida al batallón de hombres leales al clan Ashikaga que juraron por su honor morir antes que regresar sin El Hijo de la Niebla.<br />
<br />
Los amantes dormían bajo un gran roble a orillas del lago. Exhaustos y felices descansaban el uno en brazos del otro, escuchando el latido de sus corazones, sus cuerpos por fin relajados pero sus almas inquietas. Porque aún no podían vivir plenamente esa dicha que ahora compartían. Su mundo se hallaba en guerra y su país se debatía entre dos lealtades; escoger al heredero del Shogún era realmente lo que menos importaba para el destino del país. la guerra era solo una excusa para que los clanes de los dos daimyo más poderosos se disputaran el poder, territorios y riquezas que ello conllevaba. Takeshi agradeció infinitamente el haber conocido a Hanako y la amaba tanto, con tanta pasión, que pensaba pedirla en matrimonio al Shogún, aunque fuera su concubina. Algo en su corazón le susurraba que el gran Señor no se opondría.<br />
Mientras sus pensamientos volaban a la ciudad de Kyoto y a su petición al gobernador, una fuerte voz le asustó provocando que sus ojos se abrieran enormemente.<br />
-Vaya, vaya, mira qué par de tortolitos...ciertamente, hacen una buena pareja. Hicimos bien en volver al campamento, algo me decía que íbamos a encontrarnos con algo interesante.-Kasumi los observaba desde lo alto de su caballo.- Kazahaya, según tu opinión debemos tenerlos en posición de kô, rodeados dentro de nuestro espacio.<br />
Kazahaya rió abiertamente con una estruendosa carcajada y respondió sin dejar de reir:<br />
-Yo más bien diría que se encuentran en situación de "Byo-yomi", mucho más apropiado, sin duda,-y continuó con su risa mezquina sin dejar de mirar con ojos de leopardo al acecho a la pareja, sobre todo a la mujer; hasta su caballo piafó con furia con ganas tremendas de hacerlo caer de la silla.<br />
Takeshi sintió un temor profundo, no por sí mismo sino por la concubina. Ya escapó una vez de las garras de los traidores y no permitiría que se la llevaran de nuevo.<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div>-Ni se te ocurra ponerle una mano encima, Kasumi, o Jigoku despertará con el único propósito de separar tu cabeza de tu maldito cuerpo.-Hanako tembló de pies a cabeza y creyó en las palabras de Takeshi.<br />
-No intentes luchar contra tu destino.-Respondió desafiante Kasumi.<br />
-No pienso hacerlo, pero deja que ella se vaya.<br />
-Ni en tus más profundos sueños se harán realidad tus deseos. Los dos vendréis con nosotros a La Estancia de las Mil Rosas. <br />
Obligaron a la pareja a ponerse en marcha, les hicieron cabalgar en monturas separadas para evitar la tentación de huir el uno sin el otro, y pusieron rumbo al refugio de Bara, la Rosa de Kyoto, una mujer que lo fue todo en la vida de Takeshi mucho tiempo atrás.<br />
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<span style="color: #741b47;">REISEI 冷静 : Calma (serenidad).</span><br />
<span style="color: #741b47;">KÔ : En el juego de Go, "infinitud".</span><br />
<span style="color: #741b47;">BYO-YOMI : En el juego del Go, "Muerte súbita". Cada jugador dispone de un tiempo concreto para cada movimiento en vez de uno global. Al terminar el tiempo base del que dispone cada jugador, éste entra en byo yomi.</span><br />
<span style="color: #741b47;">BARA : Rosa, flor del rosal.</span><br />
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<strong>Haiku:</strong><br />
<strong>Usuda Arô (1879-1951). Traducción de Vicente Haya.</strong><br />
<br />
<span style="font-size: xx-small;">Este relato es propiedad de su autora y está protegido.</span>Carolinahttp://www.blogger.com/profile/03161395215900720617noreply@blogger.com12tag:blogger.com,1999:blog-2893519459144662737.post-4266973470417456962010-05-31T01:55:00.001+02:002010-06-19T23:23:19.131+02:00RAN. Capítulo XXII. "TSUNAMI" 津波 El Sonido del Agua<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgrs-crf-7M3efBZmzjvhXNTu1HmbUH5J2m7auzqiPDIrX7ouf0U0UE9oLwsXWc8hVZayBWC7lGRABZ6QU4VkNBW4GIZX9R8UHKVQ9ydOl8CytxuwUt6unWnZ5H7KX1cx6BVKxi9HVhTku5/s1600/b_heroe.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; cssfloat: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" gu="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgrs-crf-7M3efBZmzjvhXNTu1HmbUH5J2m7auzqiPDIrX7ouf0U0UE9oLwsXWc8hVZayBWC7lGRABZ6QU4VkNBW4GIZX9R8UHKVQ9ydOl8CytxuwUt6unWnZ5H7KX1cx6BVKxi9HVhTku5/s320/b_heroe.jpg" /></a></div><br />
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<strong>Utagu na</strong><br />
<strong>Ushi wo hana mo</strong><br />
<strong>Ura no aru</strong><br />
<br />
<span style="font-size: x-small;">En la bahía</span><br />
<span style="font-size: x-small;">También la primavera</span><br />
<span style="font-size: x-small;">Flores de olas</span><br />
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<br />
Kamikaze galopó como el viento, con furia y ansiedad, haciendo honor a su nombre como nunca jamás lo había hecho. El caballo respiraba con fuerza, bajaba la cabeza para ser más rápido; sus zancadas eran largas y majestuosas, sorteando obstáculos, saltando cuando el terreno se elevaba, doblando su cuerpo con cada recodo del camino. El animal percibía la presencia de la concubina, su olor familiar y corría, volaba tras él.<br />
Takeshi contenía la respiración, su corazón a punto de estallar en mil pedazos por el encuentro de mil sentimientos: dolor, alegría, incertidumbre, esperanza...amor. Un amor que logró transportarlo a la locura y que dolía, le dolía hasta el alma, le dolía sólo con mirarla, pero más que nada le dolía llegar a perderla fuera como fuera.<br />
"Nantonaku", pensó el samurái. El juramento que hizo días atrás. "Te encontraré, de alguna forma, sea como sea". Y quería creer que ese juramento se había cumplido.<br />
<br />
Hanako permanecía en el lago, absorta en sus sentidos. Ella olió a su hombre, lo sintió cerca, muy cerca, casi tocándola. El viento continuaba su alianza y le transmitió nuevamente el aroma. La Flor cerró los ojos y permaneció a la espera, segura que Takeshi vendría; debía haber escuchado su llamada, su súplica, su deseo de volver a verlo. El agua del lago se enfriaba con la llegada de la noche y la madre Luna se reflejaba en su superficie. Pero no sintió frío, al contrario. Un repentino calor se apoderó de su cuerpo y una dulce languidez lo hizo con su cerebro y su corazón. Esperaría lo que hiciera falta, incluso toda la eternidad si era necesario.<br />
<br />
Kamikaze se detuvo bruscamente a escasos metros del lago. Mizûmi estaba hermoso bajo la luz de Mangetsu, la luna llena, y las ramas de los árboles próximos a la orilla besaban sus quietas aguas. Takeshi estaba maravillado y se aproximó sin hacer ruido. Pero lo que le conmovió, sin duda, fue la imagen de la más bella flor que jamás se deslizó por su superficie.<br />
Era ella...Hanako...ella, por fin, allí estaba, a unos pasos de él, más hermosa de lo que recordaba, como una aparición sobrenatural bajo la luna, aparición que le encogía el alma.<br />
<br />
La Flor escuchó un ruido proveniente del bosque, el crujido seco de una rama al pisarla, o quizás el eco de la llamada de un ave. Por unos instantes el temor volvió a aparecer como una sombra aparece en la luz; pero el silencio volvió de nuevo, haciendo incluso un ruido ensordecedor. Miró en todas direcciones, buscando el orígen, buscando al soldado. Su cuerpo se agitó al comprender que la vibración del agua que empezaba a llegar a ella en ondas suaves, correspondía a algo que acababa de sumergirse en el lago.<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://1.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TALqbhPWdFI/AAAAAAAAEA0/-xNUKhUyllg/s1600/hacerelamor.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; cssfloat: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" gu="true" src="http://1.bp.blogspot.com/_u9-Y2EizhSQ/TALqbhPWdFI/AAAAAAAAEA0/-xNUKhUyllg/s320/hacerelamor.jpg" /></a></div><br />
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Takeshi no podía ya continuar esperando. Haciendo esfuerzos para mantener la mirada en la mujer, fue desprendiéndose con violencia de la armadura, sin ritual, podía prescindir de él en ese momento, pero no podía dejar de satisfacer el deseo de acariciar aquel cuerpo hermoso y desnudo que se adivinaba bajo la superficie. Se introdujo en el lago con pasos lentos para no alertarla y sumergió por completo su cuerpo bajo el agua.<br />
<br />
El corazón de la concubina latía como una manada de potros desbocados, cuyas pezuñas parecían hacer retumbar el agua a su alrededor. Las ondas se tornaron más fuertes, más intensas y más rápidas, hasta que algo, no sabía el qué, salió a la superficie tras su espalda. <br />
No se movió, ni tan sólo respiró, con el corazón en un puño. Una presencia respiraba tras ella, sintiendo el aliento en su nuca. Una mano poderosa aferró su cintura y la apretó contra un cuerpo duro como la piedra. Otra mano acarició su garganta y bajó hasta su pecho, acariciándolo. El aroma volvió con una fuerza inusitada que se agolpó en todos sus sentidos y todo su ser. "Bienvenido, amor", susurró, y se abandonó a las caricias que despertaban en ella la alegría de vivir. <br />
<br />
El olor de su pelo, la suavidad de su piel, sus pequeñas manos sobre las suyas guiándole en las caricias, dirigiendo su contacto. Todo ello estaba volviendo loco a Takeshi, enfebreciéndole y haciendo que su deseo aumentara como un tsunami, dispuesto a arrasar con todo, con el lago, con el bosque, con Hiei y hasta con el mismo Imperio.<br />
Con furia, agarró su pelo y la obligó a echar la cabeza hacia atrás para besar sus labios, dulces como el cerezo, ácidos como el limón, labios que se abrían para absorver toda la esencia del hombre que la amaba en ese instante, ahora y para siempre. La Flor abrió sus pétalos una vez más para él, pero esta vez fue diferente. El ansia y la separación los consumía en un fuego que no podía apagarse, ni las aguas que los rodeaban tenían poder para hacerlo. Hanako enfrentó su mirada a la de Takeshi y lo que vio en ellos la subyugó, la esclavizó por siempre a él y la hizo creer en un paraíso de felicidad sin fin.<br />
Takeshi vio en los ojos de Hanako la promesa de un amor incondicional, fiel hasta las puertas de la muerte y más allá. La tomó en sus brazos y se introdujo en ella sin dejar de mirarla, sin apartar sus ojos de su rostro.<br />
Ellos mismos provocaron un maremoto en el lago. Mizûmi apartaba sus aguas de ellos para dejarles espacio, las olas golpeando sus cuerpos. Hanako se arqueó para ofrecerle sus pechos y Takeshi los acarició con su boca, con sus manos. Se acoplaron como dos seres fundidos en fuego, como las partes de una katana, partes que nadie puede desunir, ni el mismísimo transcurso del tiempo; se movían al compás meciéndose en las aguas, embistiéndose el uno al otro, saboreándose con delicadeza y con violencia a la vez.<br />
Los gemidos resonaron en el viento y el bosque guardó un profundo silencio.<br />
<br />
Se amaron con tanta pasión que sus ecos perdudarían toda una vida.<br />
Incluso toda la eternidad.<br />
<br />
<br />
<span style="color: #741b47;">TSUNAMI 津波 : Maremoto. Ola gigante originada por un movimiento sísmico.</span><br />
<br />
<strong>Haiku:</strong><br />
<strong>Matsuo Bashô (1644-1694). Traducción de José María Bermejo.</strong><br />
<br />
<span style="font-size: xx-small;">Este relato es propiedad de su autora y está protegido.</span>Carolinahttp://www.blogger.com/profile/03161395215900720617noreply@blogger.com14