O-KAERI NASAI

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lunes, 3 de mayo de 2010

RAN. Capítulo XII. "SHINDA" 死んだ. El Camino de los Muertos.


Yuku ware ni
Todomaru nare ni
Aki futatsu

Qué distinto el otoño
Para mí que voy
Para tí que quedas







Pájaro muerto
¡Qué agonía de plumas
En el silencio!


Mientras Hanako y Takeshi continuaban disfrutando con el reencuentro tantas veces esperado, aún quedaban soldados luchando en el campo de batalla, cansados, doloridos y sobre todo, heridos física y emocionalmente.
Muchos hacían grandes esfuerzos por levantar su sable, pero el cansancio les tenía exhaustos tras horas de lucha. Yanama Sôzen estaba agradecido por la victoria y no persiguió a Hosokawa y a sus hombres; ellos mismos buscarían una salida con honor. Pero Kasumi, ese traidor, debía ir a buscarlo y presentarlo ante el shogún, para obligarlo a cruzar las puertas del infierno, lo único que merecía aquella escoria. El cobarde había huido a las primeras de cambio junto con varios de sus leales seguidores. ¿Leales?, aquellos hombres no conocían el significado del término, pero daría con ellos así los dioses quisieran que fuera su última misión en la Tierra.
Mediante la ayuda de sus samuráis subió los cuerpos de Kazuo, Tetsu y los demás muertos en combate a lomos de sus caballos, a fin de trasladarlos a Shinda, la cámara fúnebre del palacio del shogún Ashikaga, para rendirles un último homenaje a los valientes que dieron sus vidas por el país.
En cuanto estuvieron preparados los caballos, partieron hacia Kyoto. Hasta los animales parecían ser conscientes de lo que transportaban, piafando tristemente y avanzando con la testuz baja, mirando al suelo. En cambio, los compañeros de armas caminaban con la cabeza muy alta, orgullosos de acompañar a sus amigos, a sus espíritus, para contemplar el vuelo de sus almas al infinito. El camino prometía sombras de pesar y luces de alegría.

Takeshi se recuperaba con esfuerzo. Ilusionado y feliz, quería ponerse pronto en pie para poder abrazar a Hanako, montarla en Kamikaze y salir en busca de paz, pero intuía que aquella era sólo la primera batalla, y que nuevos vientos de furia se avecinaban. No sabía qué había ocurrido en la contienda y estaba impaciente por tener noticias. Hanako se acercó con un poco de agua para que bebiera el soldado y, cuando lo miró a los ojos, se ruborizó por lo ocurrido la noche anterior, su comportamiento un tanto, ¿desvergonzado?, al tomar ella la iniciativa, la había sorprendido tanto como a Takeshi, pero éste, al notar el color en el rostro de la mujer, sonrió pícaramente, haciéndole saber que estaba encantado con su comportamiento.
-Espero que vuelva a repetirse-, sonrió ya, francamente divertido.
-Cc...có..., cómo dices?-, se sobresaltó la concubina, y el color rojo de su rostro se hizo aún más intenso.
-Digo que puedes tomarme cuándo quieras, que me dejaré...- y soltó una larga carcajada mientras Hanako le lanzaba el agua a la entrepierna.
-Esto para que se te enfríen un poco las ideas y...otra cosa-, lo miró enfadada.
Takeshi, riendo con ganas, se incorporó pese al dolor en el costado, la agarró por la cintura y la obligó a tenderse junto a él. Su mano se deslizó a través de la tela del grueso kimono hasta encontrar su piel de melocotón. La besó en los labios, profundamente y le susurró cerca de su boca sin dejar de sonreir:
-Mi vida, seré tuyo para siempre, si tu me dejas que seas mía hasta mi muerte.
Hanako suspiró de puro placer y abrió sus pétalos para el samurái.

Los hombres Yanama habían recorrido un largo camino y avistaron a unos pocos metros el lugar perdido en el monte donde esperaban encontrar al joven soldado Takeshi aún con vida, sin sospechar cuánta vida tenía en esos momentos.
Avisaron de su presencia a los de la cabaña con un grito especial, contraseña que daba a entender que la presencia era amiga y no debían temer. Hoshi acababa de llegar con provisiones para la cena y se acercó para dar la bienvenida a los hombres. Saludó con una reverencia y con un gesto de sus manos, les indicó que accedieran a la humilde estancia.

Sôzen indicó con un gesto a sus soldados que se detuvieran y descansaran. Takeshi, en alerta desde que escuchara el grito familiar avisando de presencia amiga, se esforzó en levantarse y acudir al exterior, expectante por conocer lo sucedido en el campo de batalla. Se derrumbó cuando reconoció las monturas de Kazuo y Tetsu, y de tantos otros amigos que yacían sin vida sobre ellas. Un profundo dolor atravesó sin piedad el corazón del soldado, lacerante, sin darle tregua para respirar; un dolor tan intenso que le hizo caer de rodillas y doblarse en dos. Reprimiendo las lágrimas que amenazaban con ahogar sus ojos, sus sentidos, logró ponerse en pie, Hanako le ofreció su cuerpo como apoyo al ver su congoja. Anduvieron poco a poco hasta los caballos, hacia los cuerpos de sus hermanos. Takeshi acarició el negro cabello de Tetsu y la espalda de Hiroshi, ambos muertos con pocas horas de diferencia, ambos aún calientes, apenas la vida los había abandonado. Asió los brazos de los dos amigos y los unió con el suyo, simbolizando el lazo de camaredería y amor fraterno que los unía y lloró...no por ellos, que ya descansaban en el paraíso de los héroes, sino por él, por la pérdida y la soledad que su muerte significaba.. Porque cuando el ser querido muere no lloramos por él, quien ya disfruta de una vida mejor, sino que lloramos por nosotros mismos, por los que nos quedamos, incapaces de asumir la pérdida y la soledad que conlleva, y por los años venideros sin la presencia de los que hemos amado alguna vez.
Se separó de los cuerpos, respirando hondamente y saludó con honores militares a todos los que alguna vez lucharon a su lado y no volverían a hacerlo jamás. Cuando se aproximó a la montura de Kazuo y a su cadáver, inspiró hondo y lanzó un lamento al aire, tan profundo y denso, que todas las criaturas del monte Hiei temblaron de temor y respeto. Sostuvo la mano de su padrino y besó los dedos que tan firmemente sostuvieron a Kaji, la katana que le salvó la vida, Kaji, la que ahora descansaba en la silla del caballo con un brillo apagado en su filo. La katana moría junto a su dueño y señor.



-Quiero acompañaros para rendir homenaje a mis compañeros y a mi padrino-, dijo solemnemente Takeshi dirigiéndose a Sôzen. -Permitidme el privilegio-, suspiró.
Sôzen se agitó sobre su montura, nervioso y respondió al soldado:
-Takeshi, debido a tus heridas, no creo conveniente que nos acompañes en es...
--¡He dicho que os acompañaré, así los dioses quieran que muera en el camino!.- Takeshi apenas respiraba debido al temblor que se había adueñado de él.
Yanama Sôzen no dejó de admirar la templanza y el tesón del joven soldado.
-Así sea, pues! Tomemos rumbo hacia Shinda...rindamos honores de vida a nuestros muertos!... Ya tendremos tiempo, así la eternidad nos lo conceda, para perseguir a los traidores y hacer justicia en nombre del Imperio y de los que dieron honorablemente su vida por él. Que el viento nos sea favorable a todos...me ni wa me, ha ni wa ha...


SHINDA : Muerto.
ME NI WA ME, HA NI WA HA : Versión japonesa del "ojo por ojo, diente por diente".

Haikus:
Masaoka Shiki (1867-1902). Traducción de Justino Rodríguez.
Juan José Domenchina (1898-1959).

Este relato es propiedad de su autora y está protegido.

12 Hablan los Danna:

Sidel dijo...

Que duro es despedir a un ser querido, pero estoy totalmente deacuerdo contigo, sufres por la soledad que se adueña de ti, porque nunca más volveras a verlos, ni a escucharlos, y esa pena es la que nos nace en el pecho.
Hubiera preferido que Takeshi se quedara con Hanako, pero su honor no se lo permite...¿A dónde nos llevará la historia??? quiero saber más! besines

Carolina dijo...

Sidel, no sé adónde llevará esta historia porque la vivo cada día, improvisando, es cierto!
Pero el sentimiento de pena ante la muerte de alguien querido no es para nada improvisado, sino algo real, muy real, desde el principio de los tiempos.
Besines de la Maiko.

Arena dijo...

Esta frase de "ME NI WA ME, HA NI WA HA", creo que no va a traer nada bueno. Ojalá que si.

HôYô Carolina

Carolina dijo...

Arena, cierto, no traerá nada bueno, pero las connotaciones de esta frase no son las mismas que para los occidentales. El "ojo por ojo..." significa, en este relato, más una búsqueda de justicia que no de venganza. Ya pronto lo verás.
Hôyô, Arena.

Xibeliuss dijo...

Como Sidel, estoy completamente de acuerdo. Ante una pérdida, la pena mayor es finalmente por uno mismo, que nos vemos privados de la compañía, del amor, de la presencia de quien se va.
Un abrazo, Carolina

Carolina dijo...

Y que solos nos quedamos, Xibeliuss, que solos. Es necesario una gran fortaleza. Yo, no sabría qué hacer si me faltarais alguno de vosotros.
Un abrazo, Xibeliuss.

Ángeles Ibirika dijo...

¡Qué blog tan precioso y fascinante tienes!

He fisgoneado un poco, pero volveré con más tiempo para leer tus relatos y verlo todo.

Me he fijado que para Takeshi has puesto una imagen de La casa de las dagas voladoras ¡qué bellísima película, llena de instantes de belleza y sensibilidad!

Un abrazo, preciosa. Y Felicidades por este sorprendente blog

Carolina dijo...

Ángeles, o-kaeri nasai -bienvenida-, ésta es tu casa.
Puedes fisgonear, chafardear, criticar, te doy todo el permiso.
Sí, escogí para Takeshi la imagen de esta película, que sólo tú has notado (o alguien más, pero no quiso comentarlo). Es verdad, es una película bellísima, de las mejores que he visto.
Un abrazo, querida Ángeles, espero que vuelvas pronto.
Besos grandes.

Mián Ros dijo...

Qué decirte, Carolina,
Parece que la tristeza ha alcanzado un momento cumbre. Y como bien narras, la perdida es dolorosa para el que se queda, siempre herido en el alma y el corazón. Precioso.

Besos, amiga.
Mián Ros

Carolina dijo...

Querido Mián Ros, la tristeza es algo innato en los japoneses, son un pueblo triste, serio, pero capaces de sentir la mayor alegría, más que los occidentales, y superan la pérdida de los seres queridos más rápido que nosotros y con mayor entereza, pues ellos son capaces de "comunicarse" con sus muertos. Nosotros hablamos con ellos pero no les escuchamos.
Besos, amigo mío.

Nieves Hidalgo dijo...

Carolina, te juro que me gustaría estar todo el día metida en este reducto maravilloso.
Cada vez que entro, me quedo entusiasmada.
¡Qué bonito eso de abrir sus pétalos, hija! ¡Pero qué bonito!

Y espero que sí, que lo de ojo por ojo sea la búsqueda de la Justicia, con mayúsculas.
Te rindo honores.

Besos

Carolina dijo...

Mi querida Nieves. Tus palabras me han producido un gran subidón, mi adrenalina se ha disparado y mi corazón se llena de felicidad.
Me encanta que te guste lo de abrir los pétalos; me pareció una bonita metáfora, ya que Hanako significa "niña flor", qué mejor entonces que expresar así la entrega.
No dudo que muchos samuráis buscaran venganza en las batallas pero la mayoría no, la mayoría tenían un sentido muy alto de la justicia y el honor y eso es lo que yo quiero transmitir.
Recibe una reverencia de tu admiradora y las gracias por apoyarme tanto.
Besos enormes.