O-KAERI NASAI

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domingo, 18 de abril de 2010

RAN. Capítulo VIII. "HIEI ZAN" 比叡山, El Sonido de la Montaña






Fuyu-gare ya
Yo wa hito iro ni
Kaze no oto

Crudo invierno
El mundo de un solo color
Y el sonido del viento







El poderoso daimyo Hosokawa Katsumoto, líder y cabeza visible del clan Hosokawa, miraba detenidamente la aparición en el horizonte del astro rey símbolo del Imperio, sintiéndose omnipotente, fiero, descendiente del emperador Seiwa, seguro de su poder y de su ejército de fieles samurái, sin contar con la lealtad de los miserables campesinos, a los que se les llamaba ashigaru. Únicamente una sombra de preocupación cruzaba su rostro: los ji-samurái, antiguos guerreros que abandonaron las armas para vivir una vida tranquila como campesinos, pero que, en estos momentos eran más que soldados, eran campesinos oprimidos pero adiestrados en el arte de la guerra. Por una vez en su vida, Katsumoto estaba preocupado y pensó que podía estar equivocado.
Desechó esa idea de su mente, sacudiendo la cabeza; él no podía equivocarse, todo estaba claro como la luz del día. Sin embargo..., no entendía qué interrogantes rondaban por su cabeza y por qué el poder debía dividirse y no acumularse en unas solas manos que podrían controlarlo todo mejor, mucho mejor.
Tampoco entendía por qué Sôzen, el padre de su esposa,  por decisión de su familia -no suya-, se oponía a sus ideas y convicciones, lo cual le obligaba a enfrentarse al clan Yanama.
-Soy joven, sé lo que conviene a Japón, y si nuestro señor ha decidido nombrar heredero a su hermano es porque los dioses así se lo han indicado,-afirmó con un deje de superioridad.
Yanama Sôzen, el líder del clan Yanama y suegro de Hosokawa, aguardaba tranquilo, dejando que escapara el veneno de labios de su, desafortunadamente, yerno y pariente. Pero no podía aguardar por mucho tiempo, pues sus inclinaciones debían ver la luz, defenderse, alzar su voz por encima de los muros y obstáculos que rodeaban a Hosokawa, para rendirlos a su razón.
-Katsumoto, piensa, es mejor que Yoshihisha, el hijo de nuestro señor, sea quien herede el poder, que sea una nueva generación quien asuma el mando de este país.
-Y..., qué pretendes conseguir con ello, viejo zorro, díme, viejo, díme...-escupió Katsumoto, atravesando la estancia principal de la hacienda de Yanama donde se hallaban reunidos, intentando transferir al anciano soldado todas sus preocupaciones y todos sus intentos de triunfos, sus ansias de conquista y de poder.
-Katsumoto, todos ansiamos más, queremos más, pero yo quiero un heredero de línea directa,...el poder, que quede en manos de los dioses, las tierras, en manos de los hombres, que sea así! Y si debemos luchar por esas tierras, ¡que sea así!, y si debemos enterrar en ellas a nuestros muertos, ¡que sea así!. Luchemos por lo nuestro entonces, por nuestras ambiciones, aunque el mundo se rompa y la historia nos olvide...es lo que quieres, Katsumoto, ¿es realmente lo que quieres?.
Hosokawa Katsumoto sintió que su corazón se convulsionaba, se revolvía fiero ante las palabras de Yanama; ambos querían el poder, lo deseaban. ¿Por qué? Ninguno de los dos sabían la respuesta. Quizás porque el poder otorga un velo de eternidad, de impunidad, o lo que es más importante, de inmortalidad...
Lo único que ambos líderes sabían era que los ashigaru estaban en pie de guerra, y que debían enfrentarlos al shogún, con la ayuda de Kasumi, el hijo de la Niebla, el teniente bajo el mando de Kazuo, el que renegó de la luz del sol, pese a sus palabras, por siempre y para siempre.




Takeshi esperaba en la base del monte, impaciente, Kamikaze no dejaba de revolverse, nervioso, esperando, palpitando...
-Fuiiii!!, -un silbido lejano y profundo se abrió paso en el monte.
-Fui, fuiiii, -dejó escapar Takeshi como respuesta.
Al instante, dos  ji-samurái aparecieon en su espacio, atrapando al caballo, tranquilizando al jinete y deseándole toda la posible buenaventura que los dioses tuvieran a bien ofrecerle.
Los hombres se miraron, con la confianza que nace de años de luchas juntos. Taka, el rey de los cielos, saludó con su potente chillido a los allí reunidos, recordándoles que siempre estuvieran alerta, los cielos no eran seguros, ni la tierra, ni los corazones de los hombres eran de fiar. Hiroshi y Tetsu, antiguos compañeros de armas en el ejército, inclinaron sus cabezas ante el halcón, después ante Takeshi, lo que le conmovió. Inclinó también su cabeza, correspondiendo al saludo de forma inconsciente, terminándolo en un gran abrazo abarcando los dos cuerpos que sorprendió a los antiguos soldados e incluso al propio Takeshi. Buenos amigos, los mejores, se consiguen luchando juntos por un mismo ideal, por una misma causa, y Hiei, la montaña cómplice de las guerras entre los hombres, la madre de los ashigaru, parecía estar de acuerdo. Sus árboles, sus senderos, sus caminos angostos, su poca luz filtrada a través de las ramas de los pinos, todo ello se aliaba con los planes de Takeshi y sus antiguos compañeros.
Hiroshi apretó su mano en el brazo de Takeshi, lo miró a los ojos y le preguntó:
-¿Por qué, nakama, por qué nos vemos envueltos en este desastre? ¿Qué fue lo que hicimos o dejamos de hacer para que los dioses nos abandonaran así?. Únicamente buscábamos la forma de ser felices, la tranquilidad de una vida sencilla, sin sobresaltos, amarnos y cuidar las tierras que nos alimentan. Menuda idea absurda, ¿a quién se le ocurre pensar que se puede ser feliz en este mundo? Yo creo que jamás llegará la felicidad, sólo podremos vislumbrar sus rayos de luz a lo lejos...la felicidad es otro dios al que debemos adorar y cuidar, de otro modo nos destruirá.
-Hiroshi-san, nakama....-Takeshi respiró hondo, asimilando las ideas y preocupaciones de su leal compañero y amigo, sus turbaciones y sus ansias de comprensión sobre una guerra que, para ningun súbdito del imperio tenía sentido. -Hiroshi, entiendo lo que dices, mi espiritu vuela con tus palabras, pero las palabras ahora no tienen sentido, sólo nuestras armas podrán dar cordura a nuestros sentimientos. Ahora, nuestras almas, son las que deben hablar. Jigoku tiembla de ira, dispuesta a defender lo que nos corresponde, la felicidad de la que hablas, Hiroshi...puede que esté a nuestro alcance esa felicidad, esa respuesta que todos buscamos.
La tristeza se reflejaba en los ojos de los tres hombres. Se miraron intentando buscar consuelo mútuo, la fortaleza que todos tenían dentro de sí pero que tanto les costaba encontrar. Tetsu aspiró hondo, apretó los dientes y dejó escapar su rabia:
-Takeshi, nakama, hemos sabido que Kasumi, uno de los hombres de confianza de Kazuo, nos ha traicionado, ha revelado nuestras posiciones a Hosokawa y se preparan para atacar. Maldito sea el miserable, él y su familia; su única ambición es conseguir dinero y poder, que la niebla le confunda haciendo honor a su nombre,...dioses!, Takeshi, es...tan...injusto.
Takeshi miró a Tetsu a los ojos, manteniendo la mirada firme y poderosa en sus ojos negros, y le habló, como un padre al hijo al que enseña lo duro que es vivir y pensar con sentimientos propios.
-Tetsu, la vida y los dioses pedirán cuentas a Kasumi. Nosotros debemos prepararnos para el ciclón que se avecina. Hagamos un favor a nuestras esposas, desenvainemos nuestras katanas y desatemos el mismo infierno con ellas. Hemos de actuar ahora, hacer lo que es justo, miremos al sol y sigamos su calor.Y nosotros también habremos de rendir cuentas con la historia.

Kasumi, el hijo de la niebla, negociaba con Hosokawa.
El traidor intentaba adquirir una posición ventajosa, un lucro económico y una vida fácil, al margen de sentimientos y lealtades. El poder...era lo único que ambicionaba, su único amigo y familia.
Hosokawa escuchaba sus palabras mientras su boca se torcía en una mueca de desprecio. Es legítimo ambicionar el poder, pero traicionar a los tuyos, a los que amas, junto a los que luchas, eso es indigno, repugnante y odioso.
Kasumi jamás tendría el favor de los dioses, aunque el clan Hosokawa acabara reinando en el país, el hijo de perra de Kasumi no tendría un lugar de honor en ese nuevo reino, jamás, jamás...hasta aquí llega el honor de un soldado capaz de traicionar a su pueblo...

MONTE HIEI : El Monte Hiei (比叡山, Hiei-zan) está localizado al noreste de Kioto, Japón.
HOSOKAWA : El clan Hosokawa (细川氏, Hosokawa-shi) fue un clan samurai japonés, descendiente del Emperador Seiwa (850-880) y una rama del clan Minamoto derivado del clan Ashikaga. Fue un clan que ocupó puestos de funcionarios en la administración del shogunato Ashikaga, por influencias familiares. En el período Edo, el clan Hosokawa fue uno de los mayores terratenientes (daimyo) en Japón. En la actualidad, Morihiro Hosokawa, uno de sus descendientes, ha servido como el primer ministro de Japón.
JI-SAMURÁI : Antiguos soldados convertidos en campesinos que se ven obligados a tomar de nuevo las armas.
TAKA : Halcón.
HIROSHI : Generoso.

TETSU : Hierro.
NAKAMA : 「仲間」. Amigo, compañero.

Nota de la autora: Sigo intentando ser fiel a los hechos históricos, no puede ser de otra forma, pero existe muy poca información sobre el clan Yanama. Seguiré investigando, gracias a todos.

Haiku:
Matsuo Bashô (1644-1694). Traducción de Vicente Haya. El alma del Haiku.

Este relato es propiedad de su autora y está protegido

11 Hablan los Danna:

Xibeliuss dijo...

Me has decubierto una fascinante figura que no conocía: los ji-samurai. ¡Con cuanto pesar afrontarían situaciones como ésta!
Un abrazo

Carolina dijo...

Sí, son poco o nada conocidos, a mí también me fascinan!
Debe ser duro, para un hombre que abandona las armas, volver a tomarlas.
Abrazos, samurái de Sanabria.

Arena dijo...

Que decisión para ellos tan dificil...yo estoy al lado de los ji-samurai.Y sigo recordando el Último Samurai.
Hôyô Carolina

Carolina dijo...

Ay, Arena, tampoco yo puedo olvidar al último samurái, ni las memorias de la geisha, ni tantas otras imagenes fantásticas. La última película que he comprado es "Ran" de Akira Kurosawa, pedazo dramón japonés, la recomiendo!!
Hôyô, amiga mía.

Belén dijo...

¡¡¡ya llegué!!! ¡¡ya llegué!!! Uff que panzón de correr. Los japoneses son maestros en el arte de hacer buen cine y si no, que se lo pregunten a todos sus "copiadores".

Besotes y sigo corriendo a otro blog.

ah! la historia continúa excelente.

Nieves Hidalgo dijo...

Cada vez que me paso por aquí, es que me quedo a cuadros.
Me parece dificilísimo conseguir escribir una historia como ésta, porque atrapa de un modo increíble.
Pero es que además, hay frases que me ponen los pelos de punta como esa de que la felicidad es un dios al que cuidar.... ¡qué bonita!

No puedo remediarlo, Carolina, este blog me encanta de arriba abajo y la música... Ay, es genial.
Si a eso le unes que se aprenden cada días palabras nuevas, esto es la bomba.

Gracias, guapa, por este regalo. No sabes lo que me gusta haberte conocido.

Besoooooooooooooooos

Carolina dijo...

Belén, no corras, respira, que no me voy a ir de aquí!

Ay Nieves, eres un pedazo de cielo, no sabes cómo me animas, es todo un lujo tenerte aquí. Yo doy gracias también por haberte encontrado.
Gracias, muchas gracias, te voy a nombrar madrina del blog!
Besotes, muak, muak!!

Sidel dijo...

Que interesante esta, parece que la tensión se acumula antes de la gran batalla, en la que por cierto todos perderán. La ambición de poder es una constante en la historia del mundo.
Halcon me tienes en vilo, quiero saber más!!! besitos

Carolina dijo...

Pronto Lobo, pronto rodarán cabezas (literalmente).
Besitos.

Mián Ros dijo...

Hola Carolina,

Ahora no lo creo, lo sé, tienes una prosa con mucho estilo, un estilo propio. A medida que voy dejando atrás un relato tras otro, sabría reconocer tu estilo entre mil.
Arrastras de una manera tan sutil al lector que, cuando quiere darse cuenta, ya es demasiado tarde.
No sé cómo va a acabar esto, pero me temo que no pinta nada bien, pero que nada bien.

Un abrazo, amiga.
Mián Ros

Carolina dijo...

Querido Mián Ros, siempre me dejas con la boca abierta. Es ésto, vuestras palabras, las que me impulsan a seguir día tras día.
Sin vosotros nada de esto tendría sentido. Y es cierto, esto no pinta nada bien.
Abrazos, amigo.