O-KAERI NASAI

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domingo, 31 de mayo de 2009

EIEN



Ki yori ki ni
Kayoeru kaze no
Haru asaki

Leve es la primavera
Sólo un viento que va
De árbol en árbol



El viento arrastró las nubes hacia el Este, rumbo a la Ciudad Perdida. Hacía un día y una noche que la estrella Antares, la más brillante de la constelación del Escorpión, brilló con luz de fuego cubriendo el cielo, como anunció la antigua profecía de Tokugawa, y en un lugar oscuro, en la lejana isla de Honshu, el anciano sensei alzó con dificultad la vista temeroso de ver la señal que indicaría el punto de no retorno.

A un sutil movimiento de su mano aparecieron procedentes de la nada los Guardianes de la Muerte, los elegidos para custodiar al portador de la Verdad Escondida, perdida entre las hojas del Libro Eien, protegido desde siglos inmemoriales por la Órden del Dragón Azul.

Los elementos del Universo se agitaban intuyendo el acontecimiento que marcaba Antares en el cielo. El Minamikaze bramó furioso proveniente del mar levantando una gigantesca nube de agua, arrasando todo lo que encontraba a su paso. Mangetsu, se tornó brillante como nunca se había visto antes, casi tanto como el sol, pero su brillo era blanco y gris, semejante al manto del gran lobo de las llanuras, y por un instante, pareció que de su cara oculta surgiría un aullido profundo que anunciaría el principio de la Nueva Era.

El viejo sensei levantó sus manos como si rezara al cielo y acto seguido las bajó y apoyó las palmas en la hierba fresca donde permanecía arrodillado desde hacía horas. Inclinó su cuerpo hasta que su cabeza alcanzó la verde superficie, descansó la frente sobre sus manos y alzó de nuevo la mirada al cielo. Su mente pensaba rápido, sin pausa:

"El período Man Nen ha concluído y el Tooka llega a su fin. La Órden del Dragón Azul debe entregar el Libro Eien a su portador para que la Verdad Escondida sea revelada. No queda ya tiempo, el Mal está entre nosotros y debe ser contenido."

El equilibrio entre el Bien y el Mal se estaba rompiendo y debía empezar la lucha antes del cierre de las últimas fronteras, invocando a los ejércitos de la Luz. El portador tenía que llegar a salvo a su destino con su preciada carga, y sólo cuando se abriera el Libro Eien y su sabiduría iluminara hasta el último rincón de la Tierra, sólo entonces, sería restablecido el equilibrio y niveladas las fuerzas antagónicas que regían el Universo.

Porque el Mal había despertado con una fuerza estremecedora, el Destructor de toda vida, pensamiento y sentimiento ansiaba el poder supremo y oscurecer el mundo por siempre, por toda la Eternidad y sus soldados avanzaban rápidamente dejando tras de sí un rastro de tinieblas y llanto.

El Portador se preparó para el viaje, se desplazó en el interior de su mente en la dimensión oculta de su memoria, recordando el significado real que se escondía en las palabras escritas de Eien, en su Verdad y en lo que ésta quería transmitir. Sabía que el Libro contenía la clave de la creación de una nueva vida a partir de la que ya existía entonces.
Los Guardianes de la Muerte, sus protectores, le condujeron hasta los dominios del Dragón Azul donde le fue entregado el valioso Libro de la Eternidad y entonces, su misión empezó a cumplirse...

Lo abrió y comenzó a leer sus páginas, lentamente, intentando descubrir la Verdad de la nueva vida que se ocultaba en ellas. Después de largas horas sin encontrar nada que le indicara el camino a seguir, su desesperación hizo brotar lágrimas en sus ojos oscuros. Alzó la vista de las viejas hojas y miró el bosque que rodeaba el recóndito lugar en el que se hallaba.
Entonces lo vió, algo llamó su atención poderosamente, tocándole el corazón como una flecha de esperanza:

La verdadera vida se aferra a la tierra
La verdadera vida se mueve con el viento
La verdadera vida brilla con el sol
La vida eterna está en su conjunción

La Verdad Escondida se hallaba en los árboles, en las plantas, primitivos habitantes del planeta, en su longevidad y capacidad de adaptación. De ellos debían aprender a sobrevivir y solo ellos conocían la respuesta. Comprendió que hasta el más gigantesco árbol podía reducir su tamaño para adaptar sus necesidades a la escasez de alimentos, que prescindiendo de parte de sus ramas, hojas y raíces, podía seguir viviendo silenciosamente, hasta que los malos tiempos hubieran desaparecido.
Guardó para sí esa sabiduría recién descubierta, cortó una pequeña rama de sauce y se puso en camino para transmitir al mundo el secreto de la Eternidad...

EIEN : Eternidad
TOKUGAWA : Antiguo gobernante de Japón instaurador del Período Edo (año 1600)
SENSEI : Maestro
MINAMIKAZE : Viento del Sur
MANGETSU : Luna llena
MAN NEN : Período de 10.000 años
TOOKA : Día 10

Nota de la autora: esta es una historia inventada con la que he querido explicar, a mi manera, la historia del Bonsái, los árboles miniatura que son parte de la cultura y tradición japonesas, aunque fue un arte inventado por monjes taoístas chinos, para los cuales el bonsái es símbolo de la eternidad, el puente entre el cielo y la tierra, lo humano y lo divino. El arte del bonsái consiste en cultivar árboles reduciendo su tamaño mediante ciertas técnicas, consiguiendo así miniaturas de árboles de gran tamaño, sin perder la belleza ni la esencia de su naturaleza. Así, gracias a su capacidad de adaptación, parecen ser los únicos seres vivos en este planeta capaces de vivir toda la eternidad.

Este relato es propiedad de su autora y está protegido

2 Hablan los Danna:

Sidel dijo...

Cuando iba por la mitad del relato he pensado que podría ser el principio de una historia que se podría convertir en novela...luego he visto que tenía una explicación, el origen de los bonsais, pero aún así sigo creyendo que podrías sacar de ella un buen partido para una gran historia, me gusto mucho, besines

Carolina dijo...

Pues sabes, yo también lo había pensado!! A lo mejor, más adelante lo convierto en una historia más larga. Besos de geisha!