O-KAERI NASAI

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lunes, 24 de enero de 2011

RAN. Capítulo XXXIX. "KODOKU" : 孤独. La Eterna Soledad



Nomi domo mo
Yo-naga darô zo
Sabishikaro

Pulgas, tendréis
También larga la noche
¡Y soledad!




La diversión crecía por momentos en el pequeño lago. Las risas se desparramaban por los rincones, entre las flores y los arbustos, haciendo vibrar las pequeñas hojas brillantes por el sol de un día caluroso que prometía serlo aún más. Las mujeres estaban siendo observadas por los soldados de Uesugi, los cuales parecían tigres dispuestos a saltar sobre sus indefensas presas. Bara sintió sobre su espalda una mirada penetrante y su instinto la advirtió de una amenaza inminente. En el mismo instante en que Hoshi lanzaba un grito de espanto, Bara interceptó el brazo del soldado que pretendía tomarla por el cuello, giró sobre sí misma y lo derribó a pesar de ser mucho más alto que ella. Todas se reagruparon en un intento de defensa común mientras La Rosa de Kyoto adoptaba una posición de ataque. La antigua guerrera ocupaba ahora su mente mientras recordaba las técnicas de la lucha cuerpo a cuerpo que le fueron enseñadas desde niña. Hanako se interpuso entre Hoshi y los soldados y cerró los ojos dispuesta a defender también a las mujeres. Las concubinas del shogún eran adiestradas como soldados, con el cuerpo y la espada. No tenían nada que temer y ansiaban la lucha como leonas, preparadas para defender sus vidas, su territorio y su señor. Los soldadados esbozaron una mueca de satisfacción previendo la excitación de aquel enfrentamiento, sin contar con la furia encendida en los ojos de las mujeres.
Los hombres cargaron con un grito de guerra y atacaron queriendo tomar por la fuerza lo que las mujeres les hubieran negado de haberlas preguntado. Bara detuvo el golpe dirigido a su cara y respondió con una patada en el estómago del samurái que lo hizo doblarse en dos. Hanako rechazó al hombre que intentó cogerla por la cintura, tirándose al suelo y provocando la caída de aquel gigante con una certera patada en sus partes más débiles. Se puso en pie rápidamente para iniciar una nueva estrategia de defensa cuando una potente voz hizo que todos detuvieran sus movimientos.

-Alto!, Basta ya, insensatos.- El señor Uesugi Akisada irrumpió en el lago e hizo bajar a sus hombres la mirada con el sonido de su voz. -¿Qué significa todo esto? Estas mujeres son nuestras invitadas y debéis respetarlas. me averguenzo de vosotros, insensatos. -El señor del clan los miraba con una furia incontrolada-. Váis a respetar el honor de esta familia, y el que quiera una mujer que solicite los servicios de alguna abazure.
 Los soldados se miraron los unos a los otros, avergonzados hasta el límite. Lo que menos deseaban era fallarle a su señor.
-Marcháos y dejad en paz a las mujeres, o probaréis en vuestros cuerpos la ira de Uesugi. ¡Fuera de aquí!,- bramó el guerrero.
Los soldados se apresuraron a abandonar el recinto cabizbajos y abatidos. Desobedecer las órdenes de Uesugi Akisada podía significar la muerte inmediata. Hanako miró con intensidad al señor. Toda la culpa la tenía él, por secuestrarlas, por separarlas de aquellos a quienes amaban. Akisada interpretó la mirada de la Flor de Oriente como un desafío, y sonrió. La fierecilla le gustaba mucho y pretendía domarla hasta lograr su total y completa rendición. La saludó con una inclinación de cabeza y desapareció tan rápidamente como había llegado.




La desdicha ocupaba los corazones de Takeshi y los demás. El camino se les hacía más difícil a cada paso que daban, llenos sus pensamientos de malos presagios y de preocupación por las mujeres. Aunque sabían de su capacidad para defenderse, ello no les servía para encontrar la calma que necesitaban.
Decidieron hacer un alto en el camino y descansar. Sus pasos les condujeron al Templo Kodoku, el de la Eterna Soledad, donde un viejo sacerdote, Gaman, cuidaba del sagrado recinto. Taro se aproximó al anciano que salió a recibirlos y le hizo una profunda reverencia. Gaman asintió con la cabeza e invitó al grupo a pasar hacia el interior de la estancia. Lo siguieron deseando descansar y compartir sus preocupaciones con él. Era un hombre sabio y querían respuestas que sólo un hombre como Gaman podría darles.

Gaman tomó al gobernador del brazo y lo invitó a sentarse en uno de los grandes cojines que rodeaban una larga mesa. Los demás se sentaron alrededor. El anciano se dirigió al altar para encender varitas delgadas de incienso que agradaran a los dioses. Se inclinó ante las figuras que rodeaban la parte más sagrada del templo y se volvió hacia los hombres que aguardaban expectantes.

KODOKU  孤独 : Soledad.
ABAZURE  阿婆擦れ : Perra, zorra, puta.
GAMAN  我慢 : Resistencia perseverante, paciencia.

Haiku:
Kobayashi Issa (1763-1827). Traducción de Fernando Rodríguez-Izquierdo.

Este relato es propiedad de su autora y está protegido.

4 Hablan los Danna:

Nieves Hidalgo dijo...

¡Toma ya!
Te haces desear, pero lo bordas.
Oye, que las mujeres también saben pelear como leonas. Eso me ha gustado. Sobre todo lo de ls patada en las parte débiles. jajaja.
¡Menudos mamarracos! Aprovecharse de ellas, bueno intentarlo. Claro que como están en el agua y sin ropa... ¡Provocación! diría algún juez malintencionado.

Y ellos lejos, sin poder defenderlas. Por Dioooooooooooos, si es que me tienes en tensión.

Hala, sigue, que quiero más.

Besos satisfechos por la nueva entrega.

Carolina dijo...

Holaaaaa, sisisisisi, menudos tipejos desaprensivos, pero es que las mujeres en esa época luchaban como los hombres, aunque hay quien cree en el tópico de la mujer oriental y delicada (bueno sí, hasta que le tocaban las narices).

Pronto irán sus hombres a rescatarlas, aunque para la falta que les hacen... primero deberán asumir una lección impartida por un gran sabio. Ya tengo el capítulo a medias y creo que te gustará mucho.
Besos de geisha peleona y "barndolera" y sigo, sigo!!

Nieves Hidalgo dijo...

Vaaaaaaaaaaaaamos a por el otro capítulo, Carolina.
Venga, que ya estás tardando. jajaja

Besazos y abrazotes

Carolina dijo...

Ya estáaaaaa, ya lo tieneeeees, jejeje!