O-KAERI NASAI

maikos tadaima -en casa-Coches de ocasionanunciosjuegosTest de VelocidadLetras de cancionesCompra y venta de pisosOfertas de Trabajo

viernes, 22 de mayo de 2009

SAMURÁI






I ken isatsu
I ken i shin

Una espada, una muerte
Un puño, una vida









Los acontecimientos se precipitaban a un ritmo vertiginoso. A falta de la última y definitiva batalla, todo indicaba que el período de Momoyama tocaba a su fin y que los daimyo serían por fin sometidos.

Estaba abatido y se sentía derrotado aún antes de que comenzara el combate, exhausto y al límite de sus fuerzas, pero sabía que debía sobreponerse, alzarse en su cansado espíritu y volver a vestir por última vez su o-yoroi, siguiendo el ritual del guerrero, para después cabalgar en su caballo negro hacia los confines del horizonte, hasta alcanzar las Montañas del Olvido, único lugar donde podría enarbolar la bandera del triunfo y donde su nombre sería recordado por siempre.

Con un esfuerzo inmenso se puso en pie, los músculos de sus poderosos brazos en tensión, surcados en su longitud por la vida que todavía latía en su sangre.
Miró el cofre donde descansaba la armadura, herencia de un linaje que la vistió durante décadas, honor y familia, orgullo y servidumbre a los Señores del Imperio, enlazando año tras año, batalla tras batalla, al servicio de una misma causa idéntica en el tiempo.

Cubrió su desnudez con la blanca ropa interior que se interpondría entre su curtida piel y la asperez y dureza de su externa vestidura. La tela, suave como manos de mujer, inmaculada como luna llena, futura portadora de sangre y mortaja necesaria para el fin de sus días, se amoldó a su pecho como un abrazo sincero.

Abrió el cofre, deslizó sus dedos sobre el conocido emblema familiar grabado en él y suspiró al sentir la fuerza que emanaba de su interior. Extrajo la vieja armadura y comenzó el ritual de investidura...

Tomó la primera pieza, la acarició y pronunció su nombre: "sendan-no ita", la alzó hasta su frente y se inclinó ante ella como si de un dios se tratara, inmortal y protector, rogándole que lo cuidara y guardara en la misión a la que estaba predestinado, defendiendo su vida y su causa, tuviera sentido o no.
Tras cubrir las zonas vitales cercanas al corazón, alcanzó otra pieza, una coraza para sus brazos. "Sode", dijo en voz alta, y sus miembros quedaron cubiertos por la fuerte barrera, envolvente y rígida.
Prosiguió con el viejo ritual, y de su boca surgió una nueva palabra: "kusazuri", y la magia de la protección familiar alcanzó el resto de su cuerpo, cubriendo caderas y muslos, convirtiéndole en el guerrero más poderoso y temible que jamás existió en ese tiempo y lugar.

Se acercó al altar de los dioses, allá donde descansaban el honor y el orgullo, y lo dispuso en forma de ofrenda de vida. En el caso de no morir en el campo de batalla, debía utilizarlo como ceremonia del seppuku, el fin del honor alternativo para un soldado vencido.

Por último, momentos antes del amanecer, tomó su wakizashi y la colgó de su cintura, dejando espacio para su fiel compañera, la segadora de almas, la indestructible, la más bella y mortífera katana jamás forjada por manos humanas... Besó la empuñadura y la colocó frente a su rostro, le juró lealtad y le aseguró que emprenderían juntos el último viaje, y quedaron unidos en un vínculo mortal y eterno.
Salió a la luz y fue en busca de Kamikaze, su fiel corcel negro. Le susurró palabras de aliento, palabras íntimas que sólo conocen hombre y caballo y le acarició los flancos, suavemente. Se acomodó en la silla y se colocó el gomai-kabuto, protegiéndose la cabeza, adquiriendo un aspecto fiero, de tigre escondido en la oscuridad, permitiéndole ver sin ser visto, majestuoso y cruel.

Alzó la mirada, las nubes se movían rápidas en el cielo, el viento empezó a soplar con furia y el sol indicaba el rumbo en el horizonte. Animó con un grito al animal para que se pusiera en marcha y ambos, como si fueran uno, emprendieron el último viaje hacia las Montañas del Olvido...

SAMURÁI : Guerrero al servicio de un señor feudal
MOMOYAMA : Período en la historia de Japón (1573-1600)
DAIMYO : Alta nobleza
O-YOROI : Armadura de la aristocracia japonesa (s. XI-XIII)
SENDAN-NO ITA : Protector de clavículas y axilas
SODE : Grandes paneles que cubrían el brazo hasta el codo.
KUSAZURI : Protector de caderas y muslos para el combate a caballo
SEPPUKU : Ceremonia del suicidio. En occidente se la llama Harakkiri
WAKIZASHI : Espada corta
KATANA : Sable largo
KAMIKAZE : Viento divino
GOMAI-KABUTO : Casco protector con alerones

Este relato es propiedad de su autora y está protegido



2 Hablan los Danna:

Sidel dijo...

Lo has descrito de tal forma, con esa elegancia y de manera tan majestuosa que creo que yo lo acompañaría a la batalla por que se que lucharía al lado de alguién valiente y honrado. Existieron mujeres samurais? se que en realidad estaba prohibido para las mujeres pero se conoce alguna leyenda verídica de mujeres luchadoras??? Con tu relato hoy ya estoy preparada para la batalla, besitos!

Carolina dijo...

Sidel: las mujeres samuráis eran las esposas de estos guerreros. Eran leales a sus esposos y recibían la misma educación en disciplina y autocontrol, incluso recibían lecciones de artes marciales. Tenían su propia espada, la NAGINATA, que era un cayado con hoja curva para defender el hogar. La mujer guerrera más famosa fue Masako, viuda de Minamoto Yoritomo que fue conocida como "la monja shogún" y que gobernó Japón en el s. XIII. Las mujeres samuráis eran tan leales a sus esposos, que se suicidaban antes de que marcharan al combate, para que así pudieran afrontar libremente la muerte, sin ataduras emocionales de ningún tipo. Besos de geisha!