O-KAERI NASAI

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jueves, 5 de agosto de 2010

RAN. Capítulo XXXII. "TORA" 虎. El Rugido del Tigre



Tabibito to
Waga-na yobaren
Hatshushigure

Me llamarán por el nombre
De caminante
Tempranas lluvias de invierno


El sol del invierno se asomó tímidamente apartando con sus débiles rayos las pocas nubes de tormenta que aún dominaban el cielo. Kasumi detuvo su marcha para descansar y planificar su nueva estrategia. Pronto empezarían a buscarlo si no lo estaban haciendo ya. Resolvió dirigirse sin dilación al campamento de Raion Kenji, "El León Sano", un hombretón forjado en mil batallas, líder de un grupo rebelde de campesinos ashigaru aliados al clan Hosokawa, bajo cuya influencia creía poder hallar cobijo, o al menos eso era lo que el traidor esperaba, debido a su antigua alianza con dicho clan. Únicamente esperaba que su lugarteniente, Kazahaya, hubiera podido escapar al igual que él, de los hombres de Ashikaga. Necesitaba a ese viejo cobarde, para idear un nuevo plan de ataque y para jugar nuevas partidas de Go, lo único que echaba de menos de la compañía de ese estúpido cabrón. Y pensaría cómo librarse, definitivamente, de ese incordio de soldado llamado Takeshi.

Nakamura se sentía el hombre más afortunado del mundo. Un, la suerte, estaba de su lado y tenía entre sus brazos a la mujer que amaba. Se tocó la cara, se sintió cansado y pensó en la traición que estaba a punto de cometer. Se le partía el alma únicamente al pensarlo, mirando a Bara que aún continuaba profundamente dormida. La había deseado toda su vida, aunque no fuera consciente de ese sentimiento al jugar con la niña que ahora yacía junto a él, la mujer que ahora pegaba su cuerpo al suyo, que lo había amado como jamás lo hizo nadie. Una lágrima escapó de sus ojos rasgados y pidió perdón en silencio. "Lo siento mi amor,  debo hacerlo, debo protegerte. Pero tu corazón entenderá. Sé que lo hará". Tocó su pelo, aspiró su olor a rosas y la acarició transmitiéndole todo su amor. Bara despertó y lo miró a los ojos. Sonrió, sumergiendo sus manos en el cabello del samurái, atrayéndolo hacia ella, besando sus párpados, su frente, su nariz...cuánto amaba a ese hombre y cuánto tiempo había estado tan ciega y obsesionada por Takeshi. Siempre lo había querido, siempre, su mejor amigo, su rival en los juegos de infancia. Y ahora estaba ahí, en ese momento, entre sus brazos. "Oh Kami! Que este momento no termine jamás, os lo suplico", rezó a los dioses. Nakamura la envolvió en un abrazo que le hizo perder el aliento, susurrándole al oído palabras de amor mientras buscaba su placer en el cuerpo de la Rosa de Kyoto. Bara se estremeció, y correspondiendo a su abrazo le susurró a su vez:
-Tomodachi...ai shiteru...
El tigre que habitaba en el interior del samurái rugió como una fiera herida de muerte.

Ashikaga, Takeshi y Taro se reunieron apresuradamente en la tienda del shogún. Era necesario iniciar prontamente la búsqueda de El Hijo de la Niebla, pues conociendo sus traiciones y deslealtades, era probable que estuviera buscando nuevos aliados para iniciar una nueva batalla. Debían detenerlo cuanto antes.
-Necesitamos a Nakamura, no podemos actuar sin él.-Taro estaba inquieto.
Ashikaga lo miró y palmeó su hombro.
-Tranquilo, amigo mío, Nakamura volverá pronto, en cuanto resuelva sus asuntos.
-Pero debemos empezar cuanto antes...Takeshi, debemos ir tras él.
-Lo sé, Taro, lo sé,-Takeshi inspiró hondo-pero Nakamura vendrá, esperaremos lo que haga falta.
-No esperaréis más.-La voz de Nakamura resonó en el interior de la tienda.-He vuelto y traigo una prisionera.
Los hombres salieron al exterior y el frío les hizo estremecer bajo las armaduras.
-Os presento a Bara, La Rosa de Kyoto...

Hanako reía ante el relato de Hoshi. Se alegraba tanto que su fiel estrella hubiera encontrado el amor junto a Taro. Quién lo iba a decir, desde aquellos lejanos tiempos en palacio, en los que ella era la concubina de Ashikaga, aunque sólo formalmente, y Hoshi era su sirvienta. Ahora eran dos mujeres unidas por un mismo destino, el que la guerra Ônin había dispuesto para ellas. Las cosas habían cambiado tanto...estaban unidas por el cariño que se profesaban, eran amigas, y ambas amaban a dos tercos samuráis al servicio del shogún.
-Hanako, desearía continuar a tu servicio, pero amo a Taro y quiero terminar mis días con él.
-Hoshi, lo comprendo, te libero de tus obligaciones. No quiero que te consideres mi sirvienta, somos amigas y el presente y la guerra han cambiado las cosas. Quiero que seas feliz y yo seré testigo de ello.
Hoshi abrazó a la concubina con lágrimas de dicha en la cara.
-Siempre estaré a tu lado, Niña Flor, siempre...bueno, Taro y yo.-Hanako rió abiertamente.
-Sí, hermana, y espero que Takeshi esté también presente en mi futuro.
-Lo estará, Hanako. Los dioses así lo han dispuesto, y ni siquiera Ônin, La Destructora, podrá evitar que se cumpla tu destino.

El bosque resultó ser intransitable, las sendas estaban ocultas por la maleza crecida durante la época de las lluvias. Kasumi no estaba seguro de seguir el camino correcto al campamento de Raion, El León.
El caballo estaba agotado y sus sentidos abotargados por el cansancio y la falta de agua y alimentos. Pero no tenía nada que perder, estaba seguro que pronto, muy pronto, daría con la guarida del León.
A pocos metros de donde se encontraba, la maleza empezó a moverse dando señales de vida en el oscuro y frío bosque. El miedo empezó a subir por su garganta amenazando con asfixiarlo. Desmontó y se agazapó entre las ramas más bajas que se encontraban junto a él y se dispuso a esperar el próximo movimiento de lo que fuera se movía frente a su posición. Durante unos segundos que le parecieron eternos, contuvo la respiración hasta que escuchó una fina tosecilla y un gruñido. ¡Por todos los dioses, maldito fuera el estúpido borrachín!. Se trataba de Kazahaya, no tenía duda alguna. Silbó, de la forma convenida entre él y sus hombres para reconocerse y fue correspondido con el mismo silbido, seguido de otro ataque de tos. Estúpido imbécil...se incorporó y se dirigió al encuentro de su compañero de fortuna.

Los hombres se quedaron boquiabiertos ante el espectáculo que les ofrecía Nakamura. La mujer que esperaba en el exterior se hallaba atada sobre Masshiroi, el caballo del general. Sus ojos, abiertos de par en par, reflejaban miedo e incomprensión, rabia y...dolor, sobre todo dolor. Pero no era físico sino un dolor en el corazón, intenso, profundo, como si un millar de katanas lo hubieran destrozado sin mostrar piedad ni compasión y se estuviera desangrando sin poder suplicar la ayuda para salvarlo, sabiendo que esa ayuda jamás llegaría. Bara se sujetaba al caballo con las piernas, haciendo un esfuerzo considerable para no caer al suelo. No entendía nada, nada. Después de amarse por segunda vez, Nakamura se transformó en un ser diabólico, en una persona que no conocía en absoluto. Maldita sea, todo fue una trampa, un juego de seducción en el que ella, la mujer de mundo, había caído sin darse cuenta. Todo por creer en su amor, por pensar que su querido amigo, su verdadero corazón, la quería...un engaño únicamente perpetrado para atraparla. Pero aún así, su cerebro, su alma, negaban la evidencia. Las caricias fueron reales, los besos aún le quemaban en los labios, su cuerpo aún temblaba por el deseo compartido y saciado...no, no podía ser cierto, algo pasaba, su amado general debía tener algún plan en mente que ella no conocía y... dejó de pensar para recibir el frío impacto de la mirada de Nakamura.
Ashikaga dirigió una mirada furiosa al soldado.
-¿Qué significa esto, Nakamura?
El general desvió la vista de la mujer y se volvió hacia su señor.
-No significa más que lo que vuestros ojos ven. Es una prisionera, la mujer es aliada del traidor Kasumi.
-Eso ya lo sé, Nakamura, ya lo sé, pero también sé...otras cosas. Vamos a hablar en privado.
Ashikaga ordenó a Taro la custodia de la Rosa mientras se dirigía con paso firme a su tienda, seguido de cerca por el joven soldado. Una vez en el interior, el gobernador se volvió furioso y arremetió contra Nakamura.
-¿Te has vuelto loco?. ¿Qué estás haciendo?.
-Lo único que puedo hacer por ella.
-No te entiendo, Nakamura. Me confesaste hace tiempo que la amabas, que querías encontrarla, que la salvarías de sus errores. Y ahora que la has hallado, la entregas como a una vulgar prisionera.
Nakamura bajó los hombros desolado.
-Mi Señor, es cierto que la amo y jamás dejaré de hacerlo. Pero lo que vuestra excelencia no entiende, ni nadie podrá entender, es que, haciéndola mi prisionera, está bajo mi protección. De esta forma nadie podrá acercarse a ella, ni herirla, mucho menos matarla. He puesto mi vida a su servicio y no dejaré que nadie la toque, y al que se atreva probará la mordedura de Kotetsu, mi espada.
-Ahora lo entiendo, amigo. El estatus de prisionero hace que la Rosa no pueda ser acosada por nuestros soldados...ah, Nakamura, pero te has adentrado en terreno peligroso.
-Mi señor, eso no me importa. Sólo espero que ella lo comprenda...algún día.

Los hombres salieron de la tienda después de dar por terminada su conversación. Taro sujetaba las riendas de Masshiroi, al que se aferraba Bara, dolorida y maniatada. Nakamura cruzó su mirada con ella y percibió el odio que destilaban sus negras pupilas. De la boca silenciosa de Bara surgieron dos palabras, que Nakamura comprendió por el movimiento de sus labios: "abayo, aho"...
El tigre volvió a rugir de dolor...


TORA  虎 : Tigre.
RAION : León.
ASHIGARU : Soldados de a pie.
UN : Suerte (buena o mala fortuna).
TOMODACHI : Amigo.
AI SHITERU : "Te amo".
KOTETSU : Acero.
ABAYO : Forma poco cortés de decir adiós.
AHO : Estúpido, idiota.

Haiku:
Matsuo Bashô (1644-1694). Traducción de Fernando Rodríguez-Izquierdo.

Este relato es propiedad de su autora y está protegido.

8 Hablan los Danna:

Nieves Hidalgo dijo...

¡Guau!
Menudo capítulo. Te haces rogar, pero merece la pena.
Espero que Kasumi no se vaya a ir de rositas. ¡Sólo faltaba eso!
Y a Kanamura ya le vale. Bara lo va a odiar. Me da mucha pena, el pobre, pero bueno, al final la Rosa de Kyoto va a entender lo que pasa, porque está colada por él.

Precioso capítulo, Carolina.

Mil besos

Carolina dijo...

Nieves, que te aseguro que Kasumi pagará por toda su maldad, como que me llamo Carolina.
En cuanto a Nakamura y Bara...yo creo que el amor lo puede todo y tú también lo crees...
Gracias, querida mía, gracias por estar aquí.
Mil besoootes de geisha!

Arena dijo...

Excelente Carolina.
Un abrazo

Carolina dijo...

Gracias, Arena.
Un besoote grande

Nieves Hidalgo dijo...

Estás de un vagoooooooooooo...
Espero tener otro capítulo para el lunes operdemos las amistades.
grrr.

Bueno, besos impacientes.

Carolina dijo...

Ay Nieves, que es que tengo mucho trabajo pero no tengo tiempo pa naaaa!!
Voy a escribir el siguiente capítulo, pero sólo por tí!!!
Besos de corre, escribe, o Nieves te mata...

Sidel dijo...

Espero qe Nakamura sepa muy bien lo que esta haciendo porque parece que Bara no se lo va a perdonar...me voy al próximo. He vuelto, besotes!

Carolina dijo...

Bienvenidaaaa, ¿qué tal las vacaciones?
Bueno, amos a ver que pasa con estos dos...
Besotes, Lobo!