O-KAERI NASAI

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miércoles, 21 de julio de 2010

RAN. Capítulo XXX. "SHIPPÛ" 疾風. La Fuerza del Huracán.



Aki no yo ya
Himon hitô no
Ki no yowai

Noche de otoño
Me pregunto y respondo
Débil de alma

Bajo el volcán
El bosque reverdece
Las piedras negras

Kotori






La lluvia continuaba cayendo con una fuerza inusitada, como si las gotas de agua pretendieran excavar un agujero en la tierra húmeda para llegar al lejano punto de las antípodas, el extremo opuesto del planeta, creando un túnel entre este punto en el que se lanzaban con violencia y el punto en el cual emergerían de nuevo como un arroyo silencioso. El Shogún Ashikaga vio el momento propicio para entrar en La Estancia de las Mil Rosas y sorprender a los traidores; desplegó a sus hombres en abanico alrededor de la casa y los instó a que estuvieran alerta ante su próxima orden. No deseaba hombres muertos, todos, sin excepción, debían ser capturados vivos para hacer justicia. No deseaba una muerte rápida para ellos, no. Debían ser obligados a confesar sus crímenes y a cometer seppuku, la única salida honorable para un soldado que dejó de serlo para convertirse en un traidor a su pueblo.
Miró a Nakamura, su fiel general, y no se le escapó el brillo que lucían sus fieros ojos. Sabía que ese era un momento importante, una encrucijada vital en la vida de su amigo y subordinado. Nakamura le devolvió la mirada y sonrió de una forma triste, como si hubieran hablado con sus mentes y supieran lo que pensaba el otro. El general inclinó la cabeza en señal de respeto ante su Señor, y Ashikaga le devolvió la misma inclinación en señal de reconocimiento a su lealtad.
Los hombres desenfundaron sus armas y se dispusieron a esperar...

Taro se unió a los hombres del Shogún y preparó su katana. Despertó a Shippû de su letargo y observó el filo cortante absorver la poca luz del sol que asomaba entre los negros nubarrones. Poderosa y protectora, letal e invencible, sintió la vibración que partía de la espada y que lo llamaba a unirse a ella. Taro era el cuerpo, Shippû el alma, dos en uno y un solo soldado, un único samurái en el que se fundían carne y sangre, acero y fuego, juntos para morir luchando. Hoshi observó el ritual de comunión entre el general y su sable y sintió una punzada de celos, una sensación de quedar al margen en el instante en que Taro se unía a la espada y a la batalla. Se arrodilló en el suelo embarrado y, bajo la lluvia atronadora, pidió, rogó a los cielos que su amado volviera; rezó a los Kami para que tuviera una buena muerte si ese era su destino; y...habló a su rival en voz alta:
-Noble dama, tú que fuiste forjada en fuego, tú que viviste una unión de acero sobre acero...protege a Taro, sé su sombra, su aliada, su compañera. Mantenlo a salvo y haz que vuelva a mi lado. Y si no fuera así, ruego por que tu belleza sea lo último que yo vea también al abandonar este mundo.
El asombro se asomaba a los ojos del veterano soldado. Conmovido, la alzó del suelo y restregó su nariz con la de la estrella, para depositar después un suave beso en sus labios.
-Hoshi, Hoshi, mírame...-la mujer alzó la cabeza con ojos llorosos-. Dime que no cometerás Jigai, por el amor de los dioses, dímelo.
-Y...¿qué haría yo sin tí si algo te ocurrierra?. Yo...no podría seguir viviendo, yo, no...
-Shhhhh, -susurró Taro contra su frente.- Calla, calla, por favor mujer, calla. Nada va a pasar y yo volveré, lo siento, Shippû así me lo ha transmitido. Quédate tranquila o no podré luchar, no como un samurái debe hacerlo.
Hoshi se secó las lágrimas con un manotazo de las mangas de su kimono, sonrió a medias y se abrazó al pecho del soldado.
-Como no vuelvas, Taro, como te maten y no vuelvas...te juro que yo te mato otra vez.
-Este es mi pequeño volcán, -Taro sonreía-, éste y no Fujisan.
Y la abrazó con fuerza.

Hanako buscaba afanosamente entre las herramientas desperdigadas por el establo, buscando algún instrumento cortante que pudiera liberar a Takeshi de sus ataduras. Revolvió la paja, miró en todos los rincones. Por fin, vislumbró el filo de una especie de sable corto, parecido a un tantô, escondido bajo el vientre de un potrillo que descansaba junto a su madre. Se acercó cautelosa y desplegó una oración para que los animales no la cocearan en su intento de obtener el arma. Deslizó una de sus manos por debajo del animal, susurrándole palabras tranquilizadoras, mientras no perdía de vista a la madre que la miraba con ojos hostiles. Alcanzó a duras penas a tocar la empuñadura y comenzó a escarbar sintiendo cómo resbalaba entre sus pequeños dedos. Lanzó una maldición al aire y se dijo que debía concentrarse. Cerró los ojos y pensó que su mano se alargaba, se estiraba y  llegaba, podía atrapar ese mango tosco y grueso. Sonrió sintiendo su volumen atrapando la palma de su mano...estiró y sintió el aire reververar al tiempo que esquivaba un mordisco fiero que la yegua le lanzaba. Cayó hacia atrás y dio una voltereta entre la paja. Se levantó medio mareada y escuchó una risilla que provenía de Takeshi. Lo que faltaba, después de caer de una distancia considerable, magullarse el culo y arriesgar su físico ante un mordisco animal para poder liberarlo, además, ese cretino al que quería más que a nada en el mundo...¡se reía de ella!. Pues se iba a enterar de una cosa que no sabía: La Flor de Oriente también podía tener espinas.




Bara continuaba en estado letárgico, medio adormilada, continuaba dándole vueltas al sueño inquieto que había experimentado, y a la imagen de los dos niños jugando. Uno de ellos era ella, de eso estaba muy segura, pero el niño... Nakamura...recordaba su nombre y su rostro pero de lo que no estaba segura era por qué el recuerdo de aquel pequeño le provocaba una punzada en el corazón, si apenas lo había recordado, hasta este instante. ¿Por qué?, se preguntaba una y otra vez. ¿Qué diablos tiene que ver conmigo?. En su memoria se hicieron visibles los recuerdos de una complicidad inocente, una amistad que duró muchos años, antes de que ella pusiera en marcha sus ambiciosos planes, antes de que se enamorara de Takeshi y lo abandonara para unirse al clan Hosokawa. Pero Nakamura siempre estuvo allí, a su lado, en las sombras de su inconsciencia, esperando, esperando...¿a qué?, ¿y cuándo?, se preguntaba la Rosa, dejándose abrazar de nuevo por el sueño que invitaba a olvidar.

Las ataduras estaban firmemente apretadas y el viejo sable apenas podía cortarlas debido a su estado de oxidación. Hanako volvió a maldecir, aún a sabiendas de que le esperaba un rincón en el infierno, apartada de los dioses de su familia por tantas maldiciones que últimamente salían de su boca. Takeshi sentía por fin un respiro en sus doloridos músculos y giró la cabeza en un ángulo imposible para atrapar en sus ojos el rostro de la mujer amada. Hanako dio un respingo al percibir su ardiente mirada, desvió la vista y continuó trabajando para soltarlo. Por fin su trabajo dio resultado, una de las cuerdas cedió y una mano poderosa se apoderó de su nuca y la atrajo hacia los labios del soldado.
-Mi flor, estás aquí, mi bella flor.-Takeshi reía con esfuerzo.
-Mi señor, soltádme, soy la concubina del Shogún y vuestras manos no deben tocar ninguna parte de mí.
Takeshi sonrió tristemente. Bien, comprendía la actitud de la mujer. No había sido muy considerado con ella desde que entraron por la puerta grande en La Estancia de las Mil Rosas. La había humillado ante Bara, sí, pero sólo quería protegerla...de su ira y de sus celos si llegara a imaginar lo que la Flor significaba para él. Lo que no sabía era cómo iba a recuperarla ahora, en este momento, teniéndola allí en ese lugar solitario.
-Hanako, ven, ven junto a mí, abrázame.
-Soy la concubina de nuestro Señor Ashikaga. No me pidáis tal cosa, pues nada puedo ofreceros.
-Hanako, por los Kami, soy yo, Takeshi. Nos hemos amado y nos amamos aún. Ten compasión, hay cosas que no comprendes.
-Cosas que no me han sido reveladas, cosas que me han sorprendido y conmocionado.
-Cierto, mi Flor, pero déjame que...
Hanako estalló en un arranque de furia, celos y tristeza.
-¿Y quién te crees que soy?. ¡Maldito soldado!. ¿Crees que soy una más de tus conquistas?. Te dí mi corazón y sólo lo has pisoteado y estrujado hasta no quedar ni el polvo para devolverlo a la tierra. ¡Maldito seas, tú y Bara!.
Takeshi se acercó lentamente a Hanako, una vez liberado de sus ataduras. Le dolía todo el cuerpo, pero aún más le dolía el corazón por las palabras de la concubina.
-Escucha, Hanako...
-¡No escucharé nada que venga de tí!, ¿lo entiendes?, ¡nada!.
Hanako intentaba alejarse pero Takeshi la agarró del brazo, la obligó a dar la vuelta hasta quedar de frente a él y la tomó por la cintura, apretándola a su cuerpo. Atrapó sus labios con furia y la besó salvajemente. Después de saborearla, apartó sus labios de los de ella y le susurró al oído.
-No me conoces, Hanako, realmente no me conoces si dudas de mí.
La concubina lo miró a los ojos y le susurró a su vez:
-Pues déjame conocerte, mi señor, háblame de tí y así podré comprender.
Takeshi le habló al oído, le contó su pasado, su presente era compartido, y le comunicó su esperanza de un futuro juntos. Hanako absorvía la sinceridad y la ternura de aquel hombre. Un deseo nació en lo más profundo de su corazón: poder compartir sus fracasos y sus triunfos con él, sus tristezas y sus alegrías. De repente, sintió la necesidad de llegar más allá con él, físicamente, y abrió su boca inclinándose hacia la del samurái. Takeshi se inflamó de deseo y la tomó con todo su ser, mordisqueando sus labios, su lengua. Acarició su cuello de porcelana con delicadeza, absorviendo todo el aroma que sus poros le transmitían: flores, un jardín, limón, especias, todo se unía en un festín para sus sentidos. La apretó más contra su cuerpo y deslizó sus manos por el escote de su kimono atrapando sus pechos. La Flor gimió, la Flor revivió como la planta mustia y marchita a la que dan de beber después de mucho tiempo de espera, sintiendo que la han abandonado. Takeshi la tomó en sus brazos y la recostó sobre la paja, sin dejar de acariciarla, suavemente, deseando que si debía morir pronto, fuera en ese momento, entre los brazos de la concubina. La desnudó y la acarició sintiéndose su verdadero dueño y señor, deseándola como jamás deseó a nadie, a ninguna otra. Enterró su cara en su cuello y suspiró mientras se adentraba en su cuerpo. Gimió de placer y desesperación, no quería separarse de ella, jamás.
El samurái se agitaba en el interior de la mujer, embistiendo con sus caderas, apretándola más y más a él. La fuerza de un huracán, pensó, ésto es como estar en el corazón de un huracán, estrellarse contra la tormenta, como un guerrero deja a su espíritu que vuele en la más terrible de las tempestades, sólo que esta vez, existe un puerto seguro al que arribar.
Yo tengo el mío...Hanako.


SHIPPÛ  疾風 : Huracán.
JIGAI : Suicidio de las mujeres.
TANTÔ : Tercera espada del samurái, daga o espada muy corta.

Nota de la autora: Las mujeres nobles podían enfrentarse al suicidio por multitud de causas: para no caer en manos del enemigo, para seguir en la muerte a su marido o señor, al recibir la orden de suicidarse, etc. Técnicamente, el suicidio de una mujer no se considera haraquiri o seppuku, sino suicidio a secas (en japonés jigai). La principal diferencia con el haraquiri es que, en lugar de abrirse el abdomen, se practicaban un corte en el cuello, seccionándose la arteria carótida con una daga con hoja de doble filo llamada kaiken. Previamente, la mujer debía atarse con una cuerda los tobillos, muslos o rodillas, para no padecer la deshonra de morir con las piernas abiertas al caer.

Haikus:
Tan Taigi (1709-1771). Traducción de Antonio Cabezas.
"Bajo el volcán". Mercedes Pérez Collado -Kotori-. El Reflejo de Uzume.

Este relato es propiedad de su autora y está protegido.

9 Hablan los Danna:

ADMINISTRADOR dijo...

Bueno Carolina, nos has resarcido con creces después de la larga espera, pero ha merecido la pena. Me encanta la escena en la que él le susurra al oido su vida. Muy bien resuelta y además super apasionada!!!!

Gracias y a seguir que aquí te esperamos ansiosos jejejeje

Un beso

Carolina dijo...

Mercedes, querida Kotori, gracias, me alegra que te haya gustado y que lo encuentres "super apasionada". Espero que el trabajo no me impida poder dejaros pronto otro capítulo.
Gracias, amiga, por permitirme "robarte" tus hermosos haikus, no tengo palabras para agradecértelo.
Besos de Hana (flor)!

Mián Ros dijo...

Apasionado rescate, no era para menos (Takeshi y Hanako se merecían algo así).
Mi aplauso y mis más sinceras felicitaciones, Carolina, me gustó la fuerza que imprimes en los párrafos finales del capítulo, bravo.
Besos, querida amiga.
Mián Ros

Carolina dijo...

MiánRos, gracias, recibo tus aplausos y felicitaciones, no sabes cuánto me importa tu opinión, me estoy sonrojando!
Besos, mi querido amigo.

Sidel dijo...

Bueno este relato hace que me suba la temperatura, jajaja. No nos has decepcionado con el bello encuentro de los amantes, ni más ni menos que un huracán!! me ha encantado y por cierto quiero leer ya el encuentro de Bara y Nakamura,jejeje. Esta muy interesante, besitos!
pd: Perdona por mi tardanza pero últimamente estoy algo dispersa y no blogeo mucho, tengo pendiente una visita al espiritu del halcón... ;)

Carolina dijo...

Sidel, si antes fue un tsunami, ahora es un huracán, se ve que me pirran los fenómenos de la naturaleza, jaja.
Yo también estoy deseando que Bara y Nakamura se encuentren, me da que van a saltar chispas(de odio?, de amor?...)
No te preocupes por si no puedes visitarme, yo tampoco tengo mucho tiempo ahora debido al verano, que es cuando más trabajo tengo.
Besotes, Lobo.

Nieves Hidalgo dijo...

Bien, bien, bien.
Llega una confrontación, Haro está alelada soñando, Hanako se nos cabrea, le echa la bronca y después... se rinde al amor.
¡Qué bonito!
Voy a seguir con otro capítulo, que me tiene enganchada.

Besos expectantes.

Nieves Hidalgo dijo...

¡SE ME CORTA LA MÚSICAA!
¿Es tuyo o de mi ordenador, Carolina?


Más besos

Carolina dijo...

Nieves, ay, sí, el amor...mira que se rinden pronto. No me extraña, con esos muchachotes tan aguerridos y nobles...je!
Si se te corta la música (o no la escuchas), no es problema ni de mi ordenador ni del tuyo, sino de la página dónde se aloja el vídeo en cuestión, que puede ser Youtube, y en este caso es MixPod.com, donde tengo alojados los vídeos con la música de todos mis blogs. Son estas páginas las que a veces no pueden cargar bien los vídeos o los cargan con interrupciones, debido al tráfico que deben soportar. Así que no te preocupeees!!
Beeeeeesos pa tí, mi reina!