
Nunca entendí por qué yo debía saber cuándo y cómo debía morir. Me dijo una anciana adivina que todo se debía al año de mi nacimiento: el de la serpiente según el calendario chino, pero yo nunca he creído en adivinos, ni en horóscopos, mucho menos en el destino ni en que las cosas están escritas de antemano. Siempre me asaltaron dudas sobre mi futuro, pero nunca imaginé que llegaría a convertirme en yôkai, un ser de otro mundo sin alma ni esperanza,...