O-KAERI NASAI

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domingo, 20 de febrero de 2011

RAN. Capítulo XLI "TSUBAME" 燕. El Nido de la Golondrina


Mizu ni tsurete
Nagaruru yô na
Tsubame kana

Siguiendo el agua
Se va, fluyendo acaso,
La golondrina


    Tan pronto despuntó el alba los hombres emprendieron el camino y abandonaron el templo dejando al traidor Kasumi al cuidado del viejo sacerdote. Takeshi no era partidario de cargar con esa responsabilidad a Gaman, pero Taro lo convenció después de asegurarle enigmáticamente que "todo estaría bien y que el destino del Hijo de la Niebla se había cumplido". No quiso preguntar ni saber a qué se refería el general, pero comprendió de alguna forma que no volvería a ver a aquel soldado jamás. Miró hacia atrás y vislumbró los cerezos que pronto florecerían y que parecían dormir junto a los muros del templo. Lo que sucediera tras esas paredes de piedra a partir de ese instante, ya nada tendría que ver con ellos. Suspiró profundamente y desvió la mirada hacia el cielo gris y lluvioso susurrando una oración a los dioses. Lo único que deseaba era que por fin se hiciera justicia.

    Minutos después de que el último jinete se perdiera de vista, Gaman abrió de nuevo las puertas del templo. Esperaba a sus nuevos visitantes, pues ya hacía días que envió un mensajero para dar cuenta sobre el suceso que aún no se había producido pero que el sacerdote previó en sus sueños sobre el futuro. Las puertas giraron sobre sus goznes provocando un sonido parecido a un lamento. Los primeros rayos del sol iluminaron el rostro de Gaman, quien sonreía abiertamente a los hombres que acababan de abandonar a sus monturas, permitiéndolas pastar libremente. El sacerdote se hizo a un lado para franquearles la entrada y se inclinó en un ángulo casi imposible para su viejo cuerpo.

    -Bienvenido seáis, mi Señor. Os estaba esperando...

                                        ***

    En el palacio Uesugi las mujeres mataban el tiempo relatando viejas historias oídas de boca de sus madres, de sus abuelas, como si aquellos pequeños cuentos que todas conocían tan bien las ayudaran a regresar a la seguridad del hogar aunque fuera solo a través de la imaginación. A veces se animaban a ponerse en pie y bailaban al compás de la música que escapaba de una de las estancias adyacentes a aquella donde ahora se encontraban, aisladas de todo cuanto sucedía en el exterior. Hanako calculaba que debían llevar casi una semana confinadas en el palacio y aún no sabían cuáles eran las intenciones de sus captores. En el mismo instante en que estos pensamientos discurrían por su mente, las puertas de la sala se abrieron de par en par dando paso a un pequeño ejército de eunucos que portaban fardos de ropa muy lujosa, kimonos, joyas, todo tipo de flores: crisantemos, rosas, buganvillias, sakuras...; otros portaban perfumes y surippas para ser calzadas por delicados pies. Todas se maravillaron ante tanta riqueza, si bien Hanako era la que más acostumbrada había estado a aquello por su vida anterior como concubina del hombre más poderoso de Japón. Bara miraba aquella ostentación con ojos entrecerrados; era una mujer desconfiada por naturaleza y se preguntaba qué sentido tendría lo que a una ingenua mujer pudiera parecerle el regalo más halagador que le hicieran nunca. Hoshi tenía la boca abierta, tan abierta, que podría haberse tragado un tigre sin la menor molestia. La Flor le dió un codazo en el costado para que la cerrara y Hoshi soltó un gemido de consternación.
   
    Los eunucos fueron depositando los presentes encima de los cojines de seda que cubrían gran parte del suelo de la estancia, delicadamente, como si estuvieran dejando caer las nuevas semillas de una futura cosecha en los fértiles campos de arroz. La magia del momento fue interrumpida en el instante en que hizo acto de presencia una mujer entrada en años pero que aún conservaba un porte elegante y altivo y una mirada penetrante en sus pequeños ojos rasgados, finos como la línea del horizonte, una línea que indicaba que no debía traspasarse bajo ningún concepto. La mujer desprendía carisma y poder a través de su forma de caminar y del movimiento de sus manos. Hoshi volvía a tener la boca abierta y en esta ocasión podría haberse tragado un caballo. Bara la obligó a cerrarla con un firme pisotón que la hizo fruncir el ceño y lanzar un quejido. La noble señora, porque debía ser noble según razonaban las mujeres, se aproximó hacia ellas con deliberada lentitud.

    -Me llamo Uesugi Tsubame y soy la matriarca del clan Uesugi.

    Bara y Hanako se miraron preguntándose qué demonios significaba toda aquella parafernalia y ceremonia mientras Hoshi susurraba por lo bajo clamando al cielo.

    -Si si, golondrina.. con esa cara avinagrada parece un grajo, ¡caramba!
    -Shhhsssss, calla, que te van a oir... -le dijo Bara al oído, propinándole un puntapié en la espinilla que provocó que Hoshi viera a sus tocayas, las estrellas.
    -Hoshi, por los Kami, cállate la boca,-susurró Hanako-. ¿Es que quieres que nos corten la cabeza?
    -Tranquila, que esa señora no podría levantar una espada ni con la ayuda de todos los dioses del sintoísmo.
    -Te olvidas de los soldados que la acompañan...-volvió a susurrar Hanako.
    -Ah, esos,- replicó Hoshi-. Mejor me callo entonces.
    -Es lo mejor que puedes hacer en este momento.

    Tsubame carraspeó para llamar la atención de aquellas insignificantes mujeres que habían osado interrumpirla y prosiguió con su discurso.

    -Os hago entrega de estos presentes en nombre de mi hijo. Debéis vestiros con estas ropas y presentaros ante él en la Gran Sala de los Espejos. Es mi decisión y mi orden y a ella debéis someteros.
    Un nuevo susurro se percibió en la estancia.

    -Será bruja, la muy grajo, malos espíritus la...
    -Calla, Hoshi, calla, por lo que más quieras, o te parto en dos....- Hanako ya no sabía cómo detener la lengua de Hoshi, así que volvió a darle un codazo, esta vez entre las costillas.- O te callas o haré de tí comida para el amigo kitsune, mejor aliado que tú seguro que sería en estos momentos.

    La matriarca retó a las mujeres a desobedecerla a través de su mirada oscura, cortada por la línea que semejaba a un horizonte de contornos indefinidos y desconocidos. Con un movimiento de cabeza indicó a los eunucos que se retirasen y volvió a mirar a las muchachas.

    -Vestíos,- ordenó con voz poderosa y salió de la estancia como el diablo que desea volver a sus aposentos en el confortable calor del infierno.
    Hoshi volvió a susurrar.

    -¿Y ahora qué hacemos? ¿Nos vestimos?
    -Por los Kami, Hoshi, cállate ya de una vez,- susurró también Hanako.



TSUBAME 燕 : Golondrina, también paloma.
SURIPPA スリッパ : Sandalia, zapatilla.
KITSUNE  狐 : Zorro.

Haiku:
Shînomoto Saimaro (1656-1737). Traducción de Fernando Rodríguez-Izquierdo.

Este relato es propiedad de su autora y está protegido.